A propósito del hurto de la primera edición de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez


Por Makarenko

Este insólito hurto a dado para todo. Ahora que acaba de aparecer el libro– no sabemos si como fruto de las pesquisas policiales o por el encarte de los ladrones con el libro del que muy seguramente no entienden por qué tanta alharaca- el libro-objeto sagrado de la primera cosecha del libro hoy clásico, de nuestro nobel de literatura.
Realmente los elementos están dados para un cuento policiaco con final feliz y sin culpables específicos, como se estila hoy en día en Colombia, sobre todo en los casos más notorios, sean ministros, ex presidentes o grandes financistas. El libro apareció y no debemos dar todos por bien servidos. Ahora bien, ¿cómo se lo robaron? Respuesta casi que obvia ante la consabida malicia indígena de los colombianos y ese ingenio demoniaco de la raza. Bástenos intuir que tenían una lleve maestra, de esa que abren lo que sea y que muy seguramente también tenían chaquetas del personal del pabellón y punto. Se lo robaron y agradezcamos no solo que lo devolvieron sino que no lo saquearon todo. Hubieron podido sin duda.
Lo más importante es que Alvarito Castillo fue escuchado por “San Librario” y sus desvelos, madrazos y lágrimas secretas, tuvieron el efecto esperado: los cacos no supieron que hacer con el libro y antes que le diera por leerlo prefirieron devolverlo. O, con algo de realismo el anuncio más macondiano todavía que el mismo robo, de tener que purgar 20 años de cárcel, anuncio que les espantó a sus posibles compradores y los aculilló a ellos. En definitiva no acaban de entender ni entenderán nunca, como este minúsculo librito puede acabar con su exitosa carrera delincuencial, pues si se lo robaron frente a 8000 personas, se pueden robar lo que sea donde sea; entonces para que arriesgarse inútilmente por ese montón de hojas que tenía sin dormir y amargado, un poco más y eso es mucho decir, al Librero Álvaro Castillo.

Sorprende favorablemente el noble gesto de nuestro insigne librero que ha decidido donarlo a la biblioteca Nacional. Callando las voces malévolas entre algunos libreros y editores, que hablaban de auto-robo, con todas las ganancias que ello implicaría. Pues no, el libro si se lo robaron y lo devolvieron, para la felicidad del librero y el honor de la feria del libro del Bogotá, a la que muy seguramente ningún coleccionista les va a prestar nunca nada. Y bueno ganamos todos pues estará ahora exhibido en alguna vitrina de la Biblioteca Nacional cada que haya un homenaje de los tantos que se hará a Gabo y los que él tanto detestaba.