La Escuela de la Naturaleza


Por Jorge Torres Medina

Aquí un texto que plantea el fundamental esfuerzo de la Fundación Nativa en el desarrollo de la Escuela de la Naturaleza que opera en el territorio sagrado de los Kogui.

A orillas de la troncal del Caribe entre Santa Marta y Riohacha en un pequeño poblado habitado por humildes campesinos y modestos comerciantes y bañado por el Río Ancho, de espaldas a la Sierra Nevada de Santa Marta, la Fundación Nativa ha instaurado la Escuela de la Naturaleza.
Allí franqueando el muro donde se encuentra dibujada una danta enjalmada como símbolo, comienza este territorio protegido donde existen especies como la marimonda, la boa, el mico titi, la tortuga morocoy, el paujil, el caimán; que son la evidencia de una fauna viva y endémica que se encuentra en peligro de extinción.
Sentir la naturaleza en estado salvaje, el aroma de su transpiración, la melodía de las aguas cristalinas que brotan de su vientre, el concierto de los animales, la caída de las cascadas acariciando las milenarias piedras (morada de batracios y reptiles), la humedad invadiendo los poros, el movimiento de los pies desnudos del Mama José Miguel (dejando huellas en los senderos estrechos matizados de roca y musgos) saltando como una ardilla infatigable en el ascenso a Wimangaga (lugar sagrado) y apreciando las alturas del verde macizo y la infinitud del cosmos; es una incomparable sorpresa.
Entrando por un sendero de frondosos mangos aspiramos el aroma a maracuyá y al final la gran sala donde Cayo Fernández, el ecologista natural, dialoga con un grupo de niños Kogis mostrando en sus manos un pequeño árbol de Guaimaro que restaurará la Línea Verde de la Sierra, de cuyo fruto se obtendrá la proteína necesaria para vencer la hambruna que asedia al planeta.
Sobre una superficie de 6 hectáreas (sede de Nativa) en un terreno de huertos, en medio de la erupción de grandes rocas salidas del vientre de la tierra, la comunidad natural construyó en mayo del 2013 dos Cansamarias para realizar sus ceremonias con la aceptación de los mamas quienes afirmaron que por este lugar pasaba la Línea Negra y era necesario establecer allí un lugar para realizar sus rituales de acuerdo con su calendario cosmogónico (siendo además el primer lugar de ceremonias más cercano a una población que no pertenece a la comunidad natural Kogi).
Aquí es evidente el Zigoneiche (dar para recibir, recibir para volver a dar) que después de varias décadas se viene realizando entre Nativa y los Kogis en una relación de respeto, de equilibrio, de ecuanimidad en defensa de la biodiversidad de la Sierra Nevada de Santa Marta. Además a pocos metros de allí, caminando por uno de sus senderos se encuentra el primer Kuibulu (pueblo constituido de varios HUI-casas) y que respetando la arquitectura ancestral fue construido por Devanis Fernández, Cayo fernandez y los alumnos Kogis para acoger a los biovisitantes que se preparan para conocer la Reserva Natural y que partiendo desde un huerto que da al camino de ascenso nos lleva hasta las profundidades del gran macizo de la Sierra.

 Kuibulu

Esta es la Escuela de la Naturaleza, que surgió hace varias décadas por iniciativa de Cayo Fernández quien consciente del peligro de destrucción de este lugar único en el planeta (que posee pisos térmicos desde el nivel del mar hasta el pico Cristóbal Colón a 5.775 metros) y bebiendo de la sabiduría milenaria desarrolló y ha venido consolidando en compañía de Franz Flórez, la comunidad kogi y últimamente Corpoguajira un proyecto que está contribuyendo a la defensa de la biodiversidad en todas sus dimensiones.
Así, en medio de todas estas preocupaciones se engendró en el seno de Nativa una palabra que ha venido creciendo y que ahora se nutre en permanencia: La Biovisita
El territorio Kogi no es un territorio de turismo ecológico es un sitio sagrado y la comunidad lo ha defendido contra todos los invasores que han pretendido usurparlo aquí donde el hombre es y forma parte de la naturaleza (junto a las demás comunidades naturales que viven en su morada ancestral).
Aquí desde sus estribaciones hasta lo más profundo de la Sierra (la cintura del mundo como dice la filosofia Kogi) se vive con ella en zigoneiche (intercambio).
Descubrir la vida que vibra solo exige aprender a ver con transparencia y es por eso que uno va a la Escuela, es allí donde se conoce que fauna, flora y minerales se tienen y en qué estado, cuál es su salud, dónde está el equilibrio, qué está en peligro de extinción, qué hay que restaurar y cómo, y por supuesto saber quién nos guía, quién nos enseña.
Por eso un recorrido por el territorio partiendo de la Escuela de la Naturaleza Sugueja caminando hasta Tugueka que es el primer Kuibulu Kogi, ascendiendo luego hasta Nanumangaga permite apreciar lo aprendido en la escuela; contemplar la cascada y tomar energía para comenzar por los senderos el reconocimiento de la Reserva Natural Wimangaga rodeados de su exuberante vegetación, de sus animales y por fin llegar a la estación científica del mismo nombre y pernoctar antes viendo la inmensa piedra sagrada: un crepúsculo en sus vibrantes montañas. Esta es la primera lección que abre las hojas para ese gran libro viviente que es la Sierra Nevada de Santa Marta. Y donde se encontrarán algunas otras páginas en la medida en que hoja a hoja se recorra un capítulo más de esta biodiversidad como por ejemplo los Atelopus (Ranas multicolores) y los Guacharos (Pájaros de la noche).
Guiados por la sabiduría del Mama y protegidos por la lluvia se regresa a Sugueja, pero quizás en este trayecto es posible que algunas veces se escuche el eco de una «sierra eléctrica» que amputa la vida mientras José Miguel en su lengua entone una onomatopeya de protesta contra el vegetocida.

«La biodiversidad agoniza salvarla es salvarnos».