No. 414, Homenaje a Gonzalo Márquez Cristo


Homenaje a Gonzalo Márquez Cristo






Por Amparo Osorio
Temprano levantó la muerte el vuelo
Temprano madrugó la madrugada
Temprano estás rodando por el suelo…

Te digo este poema que tantas veces repetimos juntos y que fue nuestro primer acercamiento aquella noche de junio de1988 cuando sin conocernos habíamos asistido a Villa de Leyva a un encuentro de poetas convocado por Nachito Ramírez.

Te lo digo una vez más y al hacerlo me parece mentira que esto esté pasando. No. No es verdad. Estoy en una escena del teatro del absurdo.

Estoy viendo tu risa cuando aquella misma noche dijiste que habías desertado de la Facultad de Economía, y yo te respondí que yo era la mejor alumna de la Facultad de la vida.

Estoy escuchando tu entusiasmo y fervor cuando acordamos que Borges era nuestro escritor predilecto, nuestro secreto oráculo y El Aleph una de las más significativas piezas de la literatura universal.  

Te veo seis meses después levantar la copa alegremente cuando en 1989 celebramos la primera Común Presencia juntos,  al abrigo de tantos amigos que aplaudieron y apoyaron esta utopía. Veo desde esa noche y a través de los años a Sandra Soler, a Hernando Socarrás y Conchita González, a Jorge Torres Medina, a Germán Villamizar, a Iván Beltrán, a Yirama Castaño, a Marco Antonio Garzón, a Omar Martínez, a Miguel Rodríguez y Esperanza López, a Enrique Ferrer,  a José Manuel Prada Erika Castañeda, a Pedro Manrique, a Antonio Correa, a Nachito Ramírez y Olga Cristina Turriago, a Clarita Márquez tu siempre solidaria hermana. Veo los lirios que ofrendó mi madre, veo a los tuyos y a los míos en esa celebración iniciática en aquel “viejo bar de los recuerdos” y evoco tus emotivas palabras de presentación:

Esta será la Revista de todos. Nuestra mayor utopía. Bienvenidos!

Muchos ya no están. Te veo llorar sus muertes porque la amistad para ti era el gran regalo de la vida. Otros se ausentaron y miro tu semblante triste cuando hablamos de ellos.

Después de aquella noche nos subimos a  un carrusel de sueños… los poemas iban y venían, se agrandaba el círculo de amigos, era una verdadera presencia común llena de música y de anhelos. La Revista viajaba traspasando fronteras. Llegaban cartas y poemas, llegaban invitaciones…

Esta es la historia que muchos no saben. La historia que merece ser contada porque lleva también el sello de tu vida y contiene el inicio de un largo camino recorrido. Común Presencia había comenzado  a desplegarse como un barquito de papel.

El alma de la Revista será la poesía, pero tendremos también un Dossier central. Entrevistas a grandes escritores y pensadores universales.  Dijimos una noche. Hacíamos listas y presupuestos.
-No puede ser pregunta-respuesta. Desnudaremos al personaje. Serán materiales humanos.

Sí, sí. Estuviste de acuerdo.

Hicimos con Hernando Socarrás (Soquita),  el primer viaje a Venezuela aceptando la invitación que personalmente en Bogotá viniera a cursarnos Manuel Esteban González (Mañe). Era asunto de locos. “Yo llego a Cúcuta y los recojo” de ahí vamos hasta Mérida donde estoy programando una lectura en la Universidad Central. No hay pago. Luego Vamos por tierra hasta Caracas, allí los alojará el poeta Benito Mieses. Tendrán presentación en el Cerlarg y en el Teresa Carreño. Trataremos de conseguir algunos viáticos pero no les faltará nada”.
Emprendimos nuestro trayecto de 18 horas en autobús hasta Cúcuta. En el parque señalado, día y hora,  nos esperaba Mañe con tres zapotes como bienvenida y para que refrescáramos la temperatura de 26 grados de la ciudad. Luego de unas horas de descanso y mientras tomábamos jugo de sandía en una fuente de soda, supimos por Mañe que no se habían conseguido tiquetes aéreos y que él tampoco tenía automóvil, así que nos tocó otro trayecto en autobús hasta Mérida. Fue una experiencia inolvidable. En el camino tú decías que esto solo era locura propia de poetas. Soquita reía y nos fuimos contando al unísono la mitad de nuestras vidas.
El fervor y el afecto nos hermanaron desde siempre con las letras venezolanas Conocimos a todos los poetas de Mérida y luego a los de Caracas. Aún los ves, sé cuánto los has amado. Eugenio Montejo, Armando Rojas Guardia, Luis Alberto Crespo, Benito Mieses, Luis Alejandro Contreras,  Hermes Vargas, Mañe, Miguelito Márquez,  El viejo Rafa, Gregory Zambrano, Alfredo Silva Estrada, y Sonia Sanoja, Sthefen Marsh Planchard,  Ramón Palomares, Eduardo Riveros y Lucy, Verónica Jafé, Yolanda Panti, Alfredo Chacón, el catire Enrique Hernández de Jesús, Raquel Abend Van Dale, Adalber Salas Hernández,  todos han estado de una u otra forma en nuestros afectos y nuestras lecturas…

Después vino el verde de Aurelio Arturo, en nuestro primer encuentro con los poetas del Sur: Te veo abrazándolos y recibiendo sus afectos y querencias. Veo a Soquita en aquella célebre lectura que compartimos con Arturito Bolaños, Edgar Bastidas, Lidia Inés Muñóz, y Mireya Segura, en un señorial recinto de Pasto.

Veo la Casa del colibrí donde todos hicimos un misterioso viaje curativo por los territorios del Yagé antes de emprender de nuevo y por tierra nuestra próxima ruta: Ecuador.

Estamos abriendo fronteras invisibles, páginas de vida.  

Se continuaron desplegando los sueños gracias a ese abrigo invisible de la fraternidad. Ahora vamos hacia Europa en busca de grandes poetas y pensadores universales. ¿La meta? Rendirles un homenaje en las páginas de nuestra revista. Ya lo hemos hecho a Alfredo Silva Estrada, Olga Orozco y E.M. Cioran. Debemos entregarle de manera física a este padre del escepticismo el número en el que fue protagonista. 

Los viajes, los países amados y recorridos hasta su íntima esencia, desfilan esta noche en el recuerdo. Arquitecturas y museos, callecitas que nos ofrecían el encanto de una flor robada para entregarnos, iglesias y catedrales que conservaban sigilosos misterios.

Las voces y los abrazos, de tantos y tan hermosos seres a través de la ruta, se constituyeron en la razón de ser de nuestras vidas.

No. Tú no te has ido. No es cierto.

Estamos arribando a Rue del Odeón donde Cioran nos abre su puerta Su ternura y su ironía son el banquete central. Hablamos en nuestro precario francés y sonríe. Él lo mezcla con el rumano -que no entendemos- y pasa al francés de nuevo y a un improvisado español. Es un encuentro lúdico en el que la literatura y la vida se dan cita para el más conmovedor de los afectos. Nos ofrece dos copas de vino y Luego de unas inolvidables y mágicas horas a su lado, Cioran toma mis manos y las besa. Le pregunto si puedo hacer una foto y posas junto a él mientras los dos adquieren rostros adustos. Generosamente dice que ahora conmigo, tomas la cámara y la obturas. Salimos los tres de su pequeña buhardilla y ya en una esquina de aquella memorable calle levanta la mano y nos dice; adiós y mucha ironía!!!  Te veo temblar minutos después  mientras nos abrazamos de emoción en una banca donde la lluvia de París lava nuestras lágrimas.

Más tarde cenaremos con Andrèe Chedid la poeta egipcia que nos espera por recomendación de Alfredo Silva Estrada nuestro gran amigo venezolano, poeta y traductor de grandes escritores franceses. Estás nervioso. Ella es una celebridad en su país y en Francia. Acudimos a la cita en la librería de Marthe Noch. Nos saluda con un abrazo infinito y su primer comentario es: certains enfants! Marthe traduce “unos niños”. Vamos al restaurante donde alguna vez cenó con Julio Cortázar y como un homenaje a su amistad, a su Rayuela y a nuestra presencia latinoamericana, dispone que nos sentemos en la misma mesa en la que estuvo con él. Me das un golpecito por debajo de la mesa y me siento la Maga de Oliveira, mientras estamos siendo arrullados por la voz de Aznavour en su más emblemática canción: Bohemia de París, alegre loca y gris, de un tiempo ya pasado…

Ya en la madrugada en casa de Efer Arocha nuestro generoso anfitrión, me dices que debemos crear también un periódico de poesía. Lo dices animado por nuestra fantástica conversación con Andrèe. La joven parca, afirmas. Debe salir mensualmente porque al mundo lo debemos llenar de poesía es lo único que lo salvará…

Ahora pienso porqué ese título tan extrañamente premonitorio. Y evoco uno de sus versos: ¿Quién sino el viento simple solloza en esta hora sola con diamantes extremos? Aquella noche lo dijiste como rindiendo un sentido homenaje a Paul Valery, como todos nuestros títulos: Común Presencia por la obra cumbre de René Char, Los Conjurados por Borges, Confabulación porque eso hemos sido durante todos estos años…

Miro por la ventana. La noche está cerrada y no hay una sola estrella en el cielo. Quizás te esperan como antorchas alumbrando la playa donde tomarás la nave de Caronte.

Aquí nuestro tema favorito. Los griegos. Tú epicuriano. Yo adoradora de Homero y de Virgilio. Te digo esto con el alma partida. Pienso en tu soledad. En el viaje que emprendes hacia nunca sabremos dónde. Pienso si tienes frío, si hay miedo, si hay sombra, o por el contrario hay túneles de luz para guiar tu mirada hacia el encuentro del nirvana definitivo.

¿Ya no miras atrás?...  No. ¡Esto no es cierto! Vamos por la Florencia de Dante, donde fraternalmente nos acoge Martica Canfield en su estudio de Vía Senese. Ella ha tenido que partir a un viaje intempestivo hacia Montevideo y te queda la nostalgia de no conocerla aún, de no abrazarla todavía. Ya será, ya será… -te digo.  Estamos extasiados de tanta belleza que nos ofrece la ciudad de Lorenzo de Médici, recorremos las cúspides del renacimiento,  

Roma se abre como su lectura invertida al amor! Lanzamos unas monedas en la Fontana de Trevi porque esto asegura los regresos. La recorremos hasta su médula. El Castello di Sant´angelo es lo que más te ha impactado, quizá porque habíamos leído en esa edición pirata que hicieron unos amigos en Colombia Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, y recordaste su escalofriante final: Ahora preparémonos para entrar a la muerte con los ojos abiertos. Viajamos por la vía Tuscolana hasta Cinecittà donde se ha dado vida a través del celuloide a tantos y tan maravillosos sueños. En el camino nos varamos… es mejor volver –dices-, mientras discernimos sobre directores y películas favoritas. Yo digo que Novecento es para mí la número uno en toda la historia del cine. Amo a Bertolucci. Tú te quedas con Fellini y la Cità de las mujeres. Que sí, que no, ¿y Vittorio De Sicca y Rosellinni, y Pasolini y Antonioni? Y Buscamos un callecita donde la tarde se queda detenida en El Eclipse y “ella nunca llega”.

Los días giran como una rueda loca. Luego Milán, Bomarzo, Siena,  la Verona de Romeo y Julieta, Venecia la soñada y amada con sus góndolas y sus canales, con sus tesoros bizantinos y góticos y su arquitectura barroca, Venecia y nosotros lanzando sueños por su brazo de mar hacia el Adriático.

Retornamos a Francia. De nuevo Montmartre y Montparnasse, los Campos Elíseos, La Torre Eifell que nos saluda con sus millares de luces encendidas, la bruma nocturna mientras la recorremos hasta el último de sus callejones. Aquella célebre estación del Forum de Halles, donde un remolino de gente nos apartó por más de una hora y yo quedé perdida entre la multitud, al fin vi una mano levantada –era la tuya- estabas desencajado, sobre todo porque yo no llevaba ni siquiera un mapa y lo único que sabía era que nos alojaba en buen Efer Arocha y que para llegar a su casa en dehors de París debíamos tomar tres enlaces. ¡Ah La Ciudad Luz, la de los idiomas del amor, y el Sena fluyendo. El mismo Sena donde Paul Celan decidiera poner fin a sus días. La patria de Víctor Hugo, la exquisita hasta en su más insospechado rincón y nosotros perdidos por más de cuatro días entre El Louvre y Orsay deslumbrados por la maravilla del arte universal. La París de Edith Piaf e Ives Montand, entre tantos otros célebres artistas y cuyas canciones a veces entonabas con tu vocecita de pájaro perdido. La cuna de las vanguardias del cubismo  el dadaísmo y el surrealismo. La ciudad de André Breton y Tristan Tzara, de Albert Camus y Lawrence Durrell, cuyos Cuarteto de Alejandría y Quinteto de Avignon se convirtieron en unas de nuestras lecturas predilectas. París la infinitamente incontable y la alegría de nuestra próxima cita para conocer al delicado poeta Roger Munier en su refugio de Les Erables. No cabe tanta emoción en ti, ni en mí ni en el mundo. El Sena escucha los secretos…

Luego Bruselas, nuestro encuentro con la poeta Renata Durán, con
Clude Fell, con Fernand Verhesen  y su maravillo  Museo de la palabra y sus sobrias y profundas ediciones Le Curmie. Nuestra alegría de abrazar a dos compatriotas colombianas refugiadas políticas Liliana P., y Adriana… Después un alto en el camino para pasar 15 días en casa de la dulce Maria Eugenia Torres,  la mejor amiga de mi madre.
Esta es otra de las formas de la poesía dijste una noche cuando  nuestros anfitriones nos invitaron a cenar a la calle de los pescados y mariscos crudos, exquisitamente expuestos en sus fantásticas fuentes de hielo. Fue una pequeña temporada de relax.  Dinnat, Brujas, Lovaina, Waterloo.

Vino Holanda, la soñada por su libertad y por el hecho fantástico de contemplar por primera vez en sus museos un Van Gogh, un Rembrandt, un Bosco… se abrieron a nuestros ojos sus molinos rurales y sus extensos campos de hermosos tulipanes. No podías creerlo y yo tampoco. Estamos ahora en el Barrio Rojo y en un bar cercano donde tomamos unas cervezas se escucha la voz de Juan Luis Guerra. Intentando un poco de inglés y francés, preguntas al dueño por qué esa música tan latina en esas latitudes. Te veo hacer esfuerzos con la palabra para que él comprenda. Tras una larga sonrisa te responde: No te preocupes, hablo un perfecto español porque es un idioma que amo! Soltamos la risa. Luego de varias cervezas y de casi tres horas de tertulia fraternal, yo halo la cuerda de una campana que pende del techo y está casi sobre mí y el hombre alarmado se toma la cabeza con las dos manos y dice: ¡Ah, no! Es el santo y seña para que mis amigos vengan a una hora de licor gratis. En minutos el establecimiento comenzó a llenarse de gente, nos fuimos haciendo todos amigos de todos, mientras nuestro anfitrión traducía. Esa fue la Holanda que amaste y de la que no dejaste nunca de hablar.

España se abre en una madrugada de otoño. Estás feliz y celebras cada rebaño de ovejitas negras que vemos por los campos de La Mancha, en nuestro trayecto hacia Madrid. Nos alojan en Colmenarejo mi amiga Amparo Bonilla y su compañero José Luis. Recorremos la Madre Patria con la fascinación de nuevos descubrimientos. El Reina Sofía, la Casona del Buen Retiro con su total exposición de los bocetos iniciales de Picasso y al final en un salón majestuoso El Guernica sacudiendo nuestros corazones. Madrid con el parque Colón y la Puerta de Alcalá, con Cibeles y la Plaza Descubrimiento, con su emblemático Café Gijón y -haciendo honor a su nombre- el delicioso café que tomamos en compañía de la colombiana Consuelo Triviño horas antes de nuestra entrevista a Antonio Morales. En la noche estamos invitados a la presentación del No.1 de la Revista Atlanta de poesía. Vamos con el escritor Carlos Jiménez, nos abrazan con su señorío madrileño los oferentes Caballero Bonald y José Ramón Ripoll. Al finalizar el acto, y para grata sorpresa nuestra, nos encontramos con el ilustre colombiano Alvaro Mutis, a quien proponemos una entrevista para Común Presencia y de inmediato acepta. Hablamos un poco de las grandes obsesiones del hombre y de su emblemático Maqroll el viajero. Ya más tarde haciendo apuntes y evocando este encuentro, concluiremos que definitivamente somos unos trotamundos.

 Al tercer día nos embarcamos en un bus rumbo a la Granada de García Lorca. Un olor a azahares nos alcanza y a veces por sus ventanas parecen entrar las ramas cargadas de pequeñitas naranjas. De inmediato recuerdo ese preciosísimo tango de los hermanos Dicépolo, y canto: Primero hay que saber amar/ después partir/ y al fin andar sin sentimiento/ perfume de Naranjo en flor/ promesas vanas de un amor/ que se marcharon con el viento/ Sueltas la risa y evocas algunas de las célebres palabras de Cioran: El tango es la perfecta metafísica entre burdel y poesía. Granada se avista a lo lejos! Vamos recitando Poeta en Nueva York y hablamos de las preciosas musicalizaciones que han hecho Leonard Cohen y Enrique Morente. En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte/ y un bosque de palomas disecadas/ hay un fragmento de la mañana/en el museo de la escarcha/ hay un salón con mil ventanas/ Ay ay  ay ay/ toma este vals/ este vals/ este vals con la boca cerrada/

Nos instalamos en un hostal céntrico donde somos los únicos huéspedes. Son las 9,30 pm y la dueña nos advierte que si vamos a cenar no nos retiremos mucho. El entorno no es muy seguro. Salimos y de inmediato preguntamos por la ruta hacia el Albaicín. Lo escalamos con la emoción de quien reencuentra viejos dictados de la vida. Desde allí, desde su cima, La Alhambra nos da la bienvenida y volvemos sobre la historia de España, sus poetas y sus guerras.

Al día siguiente veo cómo te asalta una de las más grandes emociones de toda tu vida. La innegable y magnífica influencia Andalusí camina por tus poros. ¡Estamos en la Alhambra! En esta joya universal de insuperable belleza,  y atendiendo los llamados de la sangre afirmas que este es un reencuentro con tus antepasados. Hablas de Fez y de Líbano, de tu abuela Safa, de los Kebbes y los fallafes, de los tahines de garbanzo y berenjena, de la ensalada tabbule que Olguita –tu mami- prepara mensualmente en medio de cualquier día que se convierte en celebración familiar. Dices que a nuestro regreso es preciso que copiemos las recetas paso a paso para que esa magia no se pierda.  No paras de hablar mientras recorremos sus palacios nazaríes, la alcazaba y el generalife, la poesía de sus jardines y sus fuentes. Ingresamos al Torreón de Comares cuyas cuatro diagonales del techo representan los cuatro ríos del paraíso. Diez mil poemas inscritos en sus mosaicos me hacen recordar la máxima sentencia de Luis Cardoza y Aragón: Poesía, prueba concreta de la existencia del hombre. Te la digo y concluimos que al margen de Común Presencia como fundamental revista cultural, tenemos que inaugurar una editorial donde la poesía sea la reina. Barajamos nombres, acariciamos este sueño…  Antes de nuestra salida de este templo del espíritu universal, dices un verso de Rumi:

Deja tus preocupaciones
y ten un  corazón completamente limpio,
como la superficie de un espejo
que no contempla imágenes.

Ahora vamos rumbo a Sevilla, a la contemplación de nuevas maravillas. La Giralda con su fantástica historia de amor entre Al-Mutamid y Rumayquiya. La subida a la Colina del Suspiro, donde según la leyenda en ocasiones se escucha el llanto de Axataf el último rey moro ante las palabras sentenciosas de la sultana Caixa “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Vamos a nuestro encuentro con Antonio José Trigo y el descubrimiento en su vieja biblioteca de nuevos poetas como Adonis y Casimiro de Brito, que luego conoceremos con los años y publicaremos cuando se inaugure nuestra Colección de poesía.

El tiempo comienza a agotarse. Luego de tres días en Sevilla, y con el Guadalquivir y la Torre de Oro despidiéndonos, regresamos a Colmenarejo para reportarnos con nuestros anfitriones y seguir rumbo a Barcelona. La ciudad está en total remodelación porque se avecinan los juegos olímpicos. No obstante gozamos el ambiente de las ramblas y el misterioso encanto de La Sagrada Familia, la incomparable obra de Gaudí. Nos dirigimos a Palo Alto el sitio donde vive Joan Manuel Serrat con la ilusión de entrevistarlo. Ya en Bogotá durante su último concierto en el Teatro Colón a donde le llevé como regalo una orquídea, me había anotado su dirección en una servilleta. Logramos ubicar su casa pero para nuestro pesar se encontraba de gira artística en América Latina.

Retornamos a Madrid para preparar nuestro regreso. Nos despedimos de la vieja Europa con emoción y nostalgia. El equipaje viene lleno de sueños y de planes, de maravillosos apuntes y de innumerables libros obsequiados o comprados durante nuestra travesía. Ya en el aeropuerto de Barajas dices que ha sido un viaje fantástico, pero que muy a nuestro pesar nos quedaron faltando Grecia y Portugal. Sin embargo recién has logrado cumplir tu sueño junto a Pilar Duarte, el gran amor de tus últimos años, con quien también estuviste en Rusia.

Ay Chali, esto no puede ser… esto no está pasando.

Vuelvo a esta crónica de viaje, a esta crónica de vida que contiene parte de tu legado.

Regresar a Colombia se convirtió en toda una fiesta. Los amigos y nuestras familias, querían hasta el último detalle. Fueron seis meses de celebración y memoria.

Avanzábamos en la preparación del próximo número de la revista. Se estrechaban los lazos con grandes pintores latinoamericanos, que recibían en nuestras páginas el homenaje a sus obras. Ángel Loochkartt, Jim Amaral, Armando Villegas, Eduardito Esparza, Fernando Maldonado, Omar Rayo, Carlos Granada, Germán Londoño, Gastón Betelli, Rosenell Baud, Jacobo Borges, Osvaldo Guayazamin, Manolo Colmenares, Luis Cabrera, Clemencia Tavera, Fabiana Peña, Nicolás de la Hoz, Sergio Trujillo, Octavio Mendoza… muchos de ellos, amigos que luego apoyaron nuestra Colección Internacional de Literatura Los Conjurados, cuando logramos concretar en el 2000 este sueño, con la aparición del primer título de poesía como ofrenda de amistad al poeta argentino Roberto Juarroz, y que luego, con el transcurrir de los años, quisieron rendirte un homenaje interpretando con sus pátinas tu novela Ritual de títeres.

Los viajes continuaron, New York, con nuestros anfitriones la entrañable María Cortina y Carlos Rodríguez y Quesada, quienes años atrás habían posibilitado nuestra primera entrevista a Carlos Fuentes, México con la fraternidad de los poetas Marco Antonio Campos y José Ángel Leyva y país en el que logramos parte de nuestras magistrales entrevistas a Octavio Paz, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Fernando del Paso…  algunas ciudades de Estados Unidos, Centroamérica, América del Sur. Común Presencia se había convertido en una publicación emblemática, apreciada y conocida en muchos países

Recuerdo tu tristeza cuando una tarde concluimos que el No. 20 sería el final de la Revista, pues conseguir la pauta era cada vez más difícil a pesar de todos nuestros esfuerzos y los costos de los correos para enviarla fuera de Colombia se nos salían de las manos. Fue una semana de nostalgia y letargo, hasta que decidimos que parte de su espíritu se salvaría fundando un periódico virtual. Así nacimos al ciber espacio creando Confabulación que hoy cuenta con más de cien mil lectores  y que llega gratuitamente a diversas latitudes.

Me alcanza la madrugada y avanza el frio y de nuevo aflora el llanto.

Recuerdo una de nuestras infinitas conversaciones, cuando hace menos de cuatro meses comenzaste a hablar de tu admiración y cariño por los poetas y gestores culturales más cercanos. Recordaste el Festival Internacional de Poesía de Prometeo y contaste gratas anécdotas de Gabriel Jaime Franco y Fernando Rendón. Si te hablas con Tallulah Flores y Miguelito Iriarte diles de mi alegría por el crecimiento de Poema Río. A Javier Osuna, Mauricio Díaz y Sergio Gama, que no desmayen en sacar adelante su revista Farenheit-451 y el Festival de Literatura de Bogotá. Celebraste que hubiéramos logrado que trajeran desde Brasil a nuestro querido poeta uruguayo Alfredo Fressia. Hablaste de  Federico Díaz Granados y del justo reconocimiento que cada vez lograba con su Agenda Cultural del Gimnasio Moderno. De Jorge Consuegra y su generoso portal de Libros y Letras.
.
Tus palabras iban cayendo en mí como un epitafio. Como una sombría señal. 

Enfatizaste tu cariño y admiración por los más cercanos poetas que habíamos publicado: Hernando Socarrás, (Soquita) otra vez Soquita,  Jorge Cadavid y Patricia Valenzuela, Jairito López, Luis Felipe González, Gustavo Quesada, Juan Sebastián Gaviria, Gabriel Arturo Castro, Pío Fernando Gaona, Hernando Guerra, Argemiro Menco, Yuichi Mashimo, Carlos Fajardo, Hernando Guerra, Yirama Castaño… Uno a uno desfilaban por tu memoria los 114 títulos publicados en nuestra Colección Los Conjurados. La colección tiene que continuar, así como Confabulación –afirmaste. Llamaste a mi hija Esperanza Vallejo y le dijiste que asumiera desde ya la Gerencia de la Fundación. Ella dijo que no con su voz quebrada. Te abrazó animándote y diciendo que ibas a estar bien. Que eras un batallador. Pero en tus ojos habitaba ya una honda tristeza.  

Evocaste el memorable poema de Antonio Gamoneda:

Va a entrar el día en la habitación calcinada.
Ha sido inútil la sutura negra
Queda un placer: ardemos
En palabras incomprensibles

Y una vez más me hablaste de tu encuentro con este maravilloso poeta español que te envío solidarios y generosos mensajes recién habías tenido el diagnóstico de tu enfermedad.

Este es apenas el esbozo Chali de toda una vida dedicada a la poesía, y a través de ella al amor que sembraste entre cuantos te conocimos.

No sé qué más decir. Amanece… esto no está pasando. Abrazo a Pilar el gran amor de tus últimos años. La abrazo porque sé lo que fuiste para ella, porque sé lo que ha sido para ti y trato inútilmente de contener el llanto mientras recuerdo aquella canción que tarareábamos en las lejanas noches cuando éramos anónimos y felices.


Un barco frágil de papel
Parece a veces la amistad
Pero jamás puede con él
La más violenta tempestad,
Porque ese barco de papel
Tiene aferrado a su timón
De capitán y timonel
Un corazón…