No. 419 Alegorías del último hombre


Alegorías del último hombre


Continuando con nuestro propósito de irradiar la obra de Gonzalo Márquez Cristo, publicamos la nota escrita por el poeta francés Roger Munier, sobre sus impresiones de este libro, y en esta segunda entrega cinco breves textos del mismo.


Alegorías del último hombre
Por Roger Munier

Las fábulas que componen este libro encuentran su locura vertiginosa y tranquila. Su escritura transparente se ajusta a la magia del universo que devela.
Debería preguntarle al autor: ¿Me perdona si reconozco las marcas de una desesperanza magistral y serena? El Tempestario podría portar el subtítulo: alegorías del último hombre.

(Le Lyaumont, Francia, julio 31 de 1998).


 

Simetrías

Ha anochecido. Yo Hazra Kidu, salí de pesca y no tuve ayuda de la suerte. Todas las veces que tendí la red surgió vacía porque la quinta de mis mujeres peinaba en casa su larga cabellera, a pesar de mi interdicto. Mientras cantaba buscando los matices de su voz, el viento aquí encarnó su furor alrededor de mi navío. La tempestad es intensa, mis manos sangran de tanto combatir contra el temporal.
La imagino entrando en la alcoba; ahora ella se desnuda: las velas se rompen y quedo a la deriva. Presiento la fatalidad de su propósito. Si riega su copa de vino —es sabido— me será difícil sobrevivir.
Si decide apagar la lámpara, se nublará el cielo, me extraviaré y nunca hallaré el camino de retorno.
Ignoro si podré vengarme: es tan larga la noche...

El Tempestario

Ahora preparo mi fin. Los capitanes de las embarcaciones vinieron con oro a comprarme el viento, y yo, Lemitor, el chamán, el dueño de la lluvia, el que puede extender una red entre dos montañas para detener el sol, he fracasado.
Hace siete días desaté el primer nudo de la soga hechizada para provocar la brisa. Ayer, el segundo, que usualmente libera una atenuada tempestad: pero el sortilegio ha sido infructuoso. Ignoro por qué razón esta vez no he podido conjurar al viento.
Aún la quietud exaspera a los comerciantes y viajeros que aguardan ansiosos en el malecón. Ya la convicción en mi nombre se ha desvanecido. Debo acudir a un artilugio extremo antes que ofrecerme como víctima. Tengo que sobrevivir...
Pronto la multitud rodea mi casa injuriándome, disponiéndose para mi linchamiento; entonces procedo a desatar el tercer nudo. Es tarde para ser prudente. Rebaso los límites, lo arriesgo todo. Desconozco las fatales consecuencias. Sé —y me hace feliz— que mis gritos y el estrépito de los agresores impiden oír el nacimiento del rugido devastador del huracán.

Los dioses agónicos

Después de la meseta del roble, se asciende a la montaña del Ruk-abir que significa: casa de los solitarios, es decir de los dioses, de los pocos y desolados supervivientes hacedores de la tempestad.
A pesar de su tamaño y de mi proximidad a su oculta morada afirmo que nunca los he visto aunque su presencia es innegable, y sus gemidos quiebran y patetizan nuestras noches sobresaltadas... Pero condenados a su cercanía sabemos desde niños que nadie puede huir de la comarca porque nuestro designio es liberar a los hombres de su terrible existencia, cuando se haga evidente el signo del Sol.
Hemos aguardado ese acontecimiento durante innumerables generaciones y tenemos la certidumbre de que es a nosotros a quienes corresponderá el privilegio de acudir al temerario combate, aprovechando la prolongada agonía lastimera de ellos. Por eso durante los últimos meses los preparativos se han acentuado. Siguiendo una convincente profecía dejamos de trabajar la tierra dedicándonos a la hechura de lanzas, arcos, saetas, y ajustando a los escasos caballos sus férreas armaduras.
Yo ignoro el por qué de nuestra cruel misión y de la legendaria costumbre de estar siempre atentos para aprovechar la infrecuente señal. Desconozco si en épocas pretéritas nuestro pueblo —o una horda vecina— emprendió algún asalto contra ellos, o si sus lamentos son prueba de que se han reducido sus fuerzas y ha llegado el tiempo de vencerlos en dicha contienda.
Preparado en silencio, usando como todos el disfraz de nuestra emblemática águila, advierto que la angustiosa espera milenaria ha culminado.
Durante toda la mañana centenares de guerreros escalamos la rocosa montaña seguros de que sólo a mediodía el Sol en su esplendor puede abolirle a los frágiles gigantes su sombra (oscura extensión donde radica su supremacía) para que logremos ejecutar nuestro designio.
Al llegar a la cima, el astro en el cenit nos impulsa a cumplir nuestra estratagema sangrienta. Sin embargo frente a ellos, asombrados al notar que no ejercen resistencia, los conducimos atados con lianas, vendados, hostigados por lanzas y gritos, heridos, a la fría laguna, donde hemos construido y reforzado durante siglos las siete enormes jaulas. Luego —y por su poderosa condición deben saberlo desde siempre— los iremos sacrificando para satisfacer nuestros rituales... Y nuestra hambre.

Nadie

Desapareció. No dejó rastros: Aún esperamos su retorno.
Eso corroboraba que no había sido reconocido. La transformación interior había fructificado en su rostro.
Entonces al reducirse su estupor iría a un sitio oculto para destruir sus últimas señas de identidad. Se esforzaría en seguir la estratagema soñada: abandonaría su nombre, su lengua, su cultura, su país, e incluso el amor, pero no renunciaría a su Yo más vertiginoso, no dejaría de ser el intenso, el extraviado, el gemelo de la muerte... Sería nadie para ser todos los hombres. Y observándose con detenimiento en el último espejo, enfáticamente juraría nunca regresar a Ítaca.

 El rito

Hoy es el gran día de Adonis. En todo Pafos las mujeres se ungen con aceites para entregarse a los extranjeros que las poseerán en el templo. Tal es el ritual.
Yo, elegida en esta ocasión para cumplir con la más alta ceremonia impuesta desde tiempos del rey Ciniras, me desnudo ahora sobre la tumba de Adonis situada en el mismo exuberante lugar donde amó por primera vez, y corto mi lacia cabellera azul —antes de la imposición de la luna— para ofrecerla estremecida al delicado amante de Afrodita.
Después como todos los años, podré llorar su nueva muerte.

I Premio Internacional de Literatura David Mejía Velilla

Ha comenzado a circular el libro ¿A dónde van los días transcurridos? con el cual el poeta huilense Winston Morales Chavarro obtuvo este premio otorgado por la Universidad de La Sabana Publicamos a continuación dos de sus textos, a cuya lectura nos induce el poeta y traductor peruano Luis Rafael Gálvez  con el siguiente inquietante epígrafe: ¿De qué está hecho un poema?/ De música, de abismos.



II

La música es lo único que queda después de la muerte.
Un viejo murmullo de lo que fuimos
Quedará suspendido sobre las teas del tiempo.
Acaso alguien camine nuestros pasos
Recorra esas huellas borradas por los borbotones de un océano acústico.
Al menos seremos eso:
Viejas sandalias calzadas por una muchacha que secunda
Lo que creíamos era el camino.

XV

En todas partes
Hay réplicas de uno mismo.
Es como si se repitiera la imagen
Sobre el espejo del río.
Entonces uno se reconoce en el agua
Se ve prolongado,
(O a lo mejor reducido)
En la humanidad de quienes caminan con nuestros pies.
En todas partes
Hay sueños,
Vahos de un antiguo velero
Que desciende sin prisa
Por el recodo que conduce a la muerte.
Huellas hay.
Pasos,
Arenas movedizas,
Caminos ajados de una niñez que aún llora
Lo que nos sobra por morir.

Homenaje

Elegía a un Poeta


                      Para Gonzalo Márquez Cristo

Del azul al blanco fluyen gotas
de grises elementos
                que nadie comprende.

La caída
convoca la acción
al monumento
merecedor del rostro que vuela.

Nos han dado
la certidumbre del punto final
pero la idea
es seguir profanando
los insultos
que el silencio a veces
posterga.

Del azul al blanco
fluyen
ninfas de luz
que tus ojos solos, contemplan.

Herbert Protzkar Andrade

De Colombia para el mundo
Concluyó el XXVI Festival Internacional de Poesía de Medellín, una fiesta de la palabra liderada por sus directores los poetas Fernando Rendón y Gabriel Jaime Franco, quienes apoyados por un místico grupo de colaboradores hicieron una vez más posible este imprescindible evento, que podríamos decir muestra el generoso rostro de Colombia para el Mundo.
Más de 80 poetas de todas las latitudes se dieron cita en los diversos escenarios de la ciudad que los acogió con su presencia y sus aplausos y que multitudinariamente los despidió en el emotivo acto de clausura celebrado el 18 de junio pasado en el emblemático Cerro Nutibara. 



Por Fernando Rendón
Director del 26° Festival Internacional de Poesía de Medellín


Europa es, en la médula, un vástago de la cultura griega, cuna civilizatoria del arte, la literatura, la filosofía, la arquitectura, la medicina, la astronomía y la democracia, de este lado del mundo. Y Grecia procede de la ebullición espiritual que se vivió en los ritos ceremoniales de Eleusis durante 2.400 años, transformando el bárbaro linaje de los pelasgos, antiguos habitantes egeos, en el refinado pueblo griego, y una sumatoria de belicosas ciudades-estados en el país de Homero, Esquilo, Aristóteles, Herodoto, Asclepio y Fidias.  El nombre de Eleusis, hoy Elefsina, no está incluido en el vocabulario de Windows. Tomar parte en las ceremonias eleusinas era la culminación de la prolongada búsqueda espiritual de los griegos antiguos a través de sus vidas (reyes, ciudadanos -hombres y mujeres-, sabios, artistas o esclavos), desde la edad de piedra o periodo neolítico.
Los Misterios de Eleusis,  cuyo secreto nadie podía revelar bajo pena de muerte, evocaban el dolor de Deméter (su hija Perséfone había sido raptada por Hades, dios del inframundo); pero también su alegría liberadora con el retorno de Perséfone en la Primavera anual. Profundas visiones y estremecedoras percepciones de la muerte y del renacimiento espiritual sacudieron a miles de adeptos, durante más de dos milenios, transformando sus convicciones y esperanzas y otorgándoles un vigoroso sentido del vivir. Homero, cuyo Himno a Deméter presidía ancestralmente las iniciaciones, escribió sobre los ritos de Eleusis: “Dichoso entre los habitantes de la tierra el que ha visto estas cosas”. Y Sófocles agregó: “Ya no temerá más a la muerte”.
El 26° Festival Internacional de Poesía de Medellín (junio 18 al 25, 2016), que recibió el Premio Nobel Alternativo en 2006, celebrará la radiante Memoria de Eleusis con cursos, conferencias, paneles, conversatorios con el público, obras de teatro, conciertos y ceremonias, a través de la participación del investigador estadounidense Carl Ruck, coautor del libro Camino a Eleusis (con Albert Hoffman y Gordon Wasson); la cantante tradicional griega Savina Yannatou, acompañada del pianista Spyros Manesis; los académicos Mark Hoffman y Evie Marie Holmberg (Hellenic College); el poeta y filósofo alemán Hatto Fisher; el investigador griego Ilias Monacholias y el académico colombiano Tarcisio Valencia. Se presentará por primera vez en Latinoamérica el documental The Mourning Rock (La roca triste), del director griego Filippos Koutsaftis, subtitulado en castellano. Bajo la dirección del dramaturgo y actor Jorge Iván Grisales, un grupo de estudiantes de dramaturgia de la Universidad de Antioquia escenificará el Himno a Deméter, de Homero. Un grupo de chamanes, encabezados por Berito Kuwaruwa (Nación U'wa), desarrollará paralelamente rituales de armonización, ceremonias espirituales destinadas a diseminar el espíritu dialogante de reconciliación en los agitados corazones de cientos de miles de colombianos, que han padecido más de medio siglo de cruenta guerra.
En el contexto de esta nueva edición del Festival, el investigador Carl Ruck hará una presentación pública del Proyecto Gaia, que busca convertir a Eleusis en el núcleo y centro para el restablecimiento del diálogo de la humanidad con la Tierra. Para este fin considera vital obtener el reconocimiento mundial para las huellas arqueológicas de Eleusis, que el santuario sea declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO y acopiar fondos de donantes internacionales para construir un nuevo complejo de museos en torno al lugar. “El simbolismo es simple. No nos proponemos restaurar una religión desaparecida o invertir el curso del tiempo”, afirma, “aunque sí un nuevo Pacto con la Tierra. Al igual que en la antigüedad, dependemos de la generosidad de Gaia para la prosperidad”.

Giuseppe Ungaretti:  Alejandría, Egipto 1888 - Milán, Italia 1970
(Traducción del poeta mexicano Marco Antonio Campos)

San Martino del Carso

            Valloncello dell´Albero Isolato il 27 agosto 1916

Di queste case
non è rimasto
che qualche
brandello di muro

Di tanti
che mi corrispondevano
non è rimasto
neppure tanto

Ma nel cuore
nessuna croce manca

È il mio cuore
il paese più straziato


San Martino del Carso

            Valloncello dell´Albero Isolato il 27 agosto 1916

De estas casas
no ha quedado
sino algún
harapo de muro

De tantos
que me correspondían
no me quedó
ni siquiera tanto

Pero en el corazón
ninguna cruz me falta

Mi corazón
es el país más desgarrado

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CARTAS DE LOS LECTORES

CONFABULADOS: Si intentáramos sintetizar un rasgo fundamental de la poesía de Gonzalo Márquez, cabría decir que se trata de una poesía afincada en la búsqueda del significado, del sentido, tarea excepcional en esta época en que se reivindica la metáfora por la metáfora y lo coloquial y doméstico como temática primordial. Gonzalo renunció a tales espejismos y se arriesgó a la reflexión que impuso tratamientos estilísticos ajenos al ya inveterado facilismo del verso espectacular y determinó la densidad de sus propuestas. Francisco Sánchez Jiménez    

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CONFABULADOS: Gracias por estos envíos. En ellos he sentido la voz de Gonzalo, su dinamismo de cuerpo presente, su manera de abordar las palpitaciones del arte, de la poesía, diciéndonos lo que siempre: mientras haya quien amplifique nuestras acciones no habrá distancias ante la muerte. Un abrazo. Álvaro Suescún T.

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CONFABULADOS: He mirado el delicado gesto de Amparo Osorio de modificar la bandera del periódico dejando el nombre de Gonzalo a pesar de su ya definitiva ausencia. Esos gestos son los que en verdad revelan el alma de una poeta. No te dejaremos sola. Gonzalo Soto Prada  
            R/ Gracias Gonzalo. El gesto de reconocimiento es tuyo.