No. 476, Cuatro poetas colombianas- Casa de Poesía Silva

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Descripción: ConfabulaCabezoteActual

FUNDADORES: Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio. DIRECTORA: Amparo Osorio. COMITÉ EDITORIAL: Iván Beltrán Castillo, Fabio Jurado Valencia, Marco Antonio Garzón, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio, Fabio Martínez, Javier Osuna, Sergio Gama, Mauricio Díaz. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica). Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Luis Rafael Gálvez, Martha Cecilia Rivera (Estados Unidos); Jorge Torres, Jorge Nájar, Efer Arocha (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Renato Sandoval (Perú); Luis Bravo (Uruguay); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela);
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con el asunto “Retiro”


CUATRO POETAS COLOMBIANAS 

CASA DE POESÍA SILVA


Descripción: Tarjeta Lectura de poemas Por sí mismas (1)


SHOTGUN ZEN

Descripción: Inti-foto amparoDescripción: INTI-catátula

Tal como lo anunciamos a nuestros lectores, ofrecemos el segundo capítulo de Shotgun Zen, última publicación del escritor colombiano Juan Sebastián Gaviria, 

2.
Royce Maddox contempló la casa, con su fachada de viejas tablas escarapeladas, el porche que se había convertido en un depósito improvisado para todo tipo de basuras y herramientas inservibles y la lengua cuarteada de cemento que iba del andén a la entrada. Las ventanas estaban tapadas con láminas de madera, y parte del techo había colapsado hacia el interior. Junto a la casa se encontraba un tráiler que también parecía abandonado, con sus llantas desinfladas y la carrocería deteriorada. En el andén había cubos metálicos rebosantes de bolsas negras de basura, al igual que frente a todas las viviendas de la zona. Exceptuando a Royce, quien podría haber sido tomado por un vendedor de enciclopedias o cualquiera de esas otras existencias impertinentes que las amas de casa despachan con un bufido a través del anjeo de sus puertas, la calle estaba desolada.
             Caminó con el ritmo cadencioso de una cojera apenas perceptible y se detuvo en medio de la calle. Estaba vestido con traje y corbata, zapatos lustrados y camisa blanca. Llevaba el pelo perfectamente peinado, y sus labios delgados parecían esbozar una mueca de asco. Contempló las hileras de árboles que arrojaban sombras insuficientes sobre viejos autos aparcados en el borde de la calle, algunos de los cuales ya no tenían ruedas y estaban suspendidos sobre ladrillos. Luego miró los cubos de basura deformados por incontables abolladuras, y volvió a observar detenidamente el carro-casa.
            Cerró la puerta a su espalda y paseó la mirada por el interior del tráiler. Lo primero que vio fue a un hombre acostado boca abajo en un sofá, con el rostro aplastado contra el cojín. A juzgar por la ciudadela de botellas que se erguía sobre la mesa, el tipo estaba fulminado de la borrachera. El lugar hedía. En la pared encima del sofá había un estante con veinte o treinta discos de acetato y dos retratos enmarcados. A su izquierda, Royce vio un televisor viejo sobre un pequeño mueble. Estaba encendido, pero sin volumen. Detrás del televisor se hallaba una exigua cocina con un lavaplatos y una estufa de dos puestos. En un mesón junto a la estufa había una cafetera conectada a la pared, bajo unos gabinetes que tenían las puertas desencajadas. A la derecha de la sala quedaban la habitación y el baño. En la pared sobre el cabezal de la cama había un afiche enmarcado de Mohamed Ali en posición de guardia. Royce tomó asiento frente al hombre que dormía en el sofá y lo contempló sobre los picos de las botellas que atiborraban la mesa. Sacó una fotografía del bolsillo interior de su traje y la contempló. Eran un puñado de tipos sonrientes que levantaban en el aire sus jarras de cerveza. Detrás de ellos se veía un blanco de dardos y un letrero de neón que señalaba la ubicación de los baños. El rostro de uno de los hombres estaba encerrado dentro de un grueso círculo de marcador rojo. Era una cara rechoncha con el cráneo afeitado, mejillas rojas y barba en forma de candado. Levantó la mirada y volvió a observar al hombre que yacía en el sofá. Se había afeitado el candado, pero era el sujeto de la foto. Tomó un encendedor de la mesa y le prendió fuego a la fotografía por una de las puntas. La dejó arder en un cenicero que hacía equilibrio en el borde de la mesa junto a las botellas. Se puso de pie y, mirando al hombre desde arriba, deshizo el nudo de su corbata y la sacó lentamente del cuello almidonado de su camisa.
            Leer huellas en el lodo. Llevarse pedazos de mierda a la nariz y desmenuzarlos con los dedos para estimar el tiempo que llevan secándose al aire libre. Detectar ramas quebradas en medio de los arbustos, acercar la mano a hogueras agonizantes, ser uno con la peste a desesperación que reina en los pasillos de los moteles, observar de cerca las colillas de cigarrillo como si fueran exóticos insectos catalogables. Llevar en el bolsillo una vieja libreta tachonada de nombres, direcciones y números de matrícula, junto a una placa de policía comprada en un almacén de disfraces. Ser la sombra del perseguido, almorzando en los mismos restaurantes que él, alimentándose de la misma basura, parqueando el pene en las vaginas de las mismas putas desdentadas. Eso es seguir un rastro.
            Intentando controlar su respiración jadeante, Royce corrió las cortinas con la mano y constató que la calle siguiera sumida en su característico silencio indiferente. Luego caminó hasta el baño, se paró ante el espejo y se limpió el sudor de la frente con un pañuelo. Observó sus manos, que temblaban imperceptiblemente. Antes de abandonar la habitación alineó el cuadro de Ali, que se había torcido. Luego se adentró en la sala y caminó hacia la cocina intentando no pisar los discos de acetato que estaban esparcidos por el suelo. En una de las portadas vio el rostro de Johnny Cash, y las palabras God’s Gonna Cut You Downresonaron en su mente. Algunos vidrios de las botellas rotas crujieron bajo las suelas de sus zapatos. El televisor seguía en pie sobre el pequeño mueble, todavía encendido. Royce miró la pantalla, donde una mujer hacía ejercicio sobre una bicicleta estática y sonreía mirando a la cámara. Caminó hasta el lugar donde la jarra de café se había hecho trizas contra el suelo y se inclinó hacia abajo para recuperar su corbata, que se encontraba ceñida con fuerza alrededor del cuello del tipo de la fotografía.  
            Tomó asiento en el sofá, frente a la mesa volcada. Un dolor agudo comenzó a iluminar su muslo. Las persianas de madera quebraban los rayos del sol moribundo, proyectando franjas perfectas en el papel de colgadura manchado de humedad. Las franjas se deslizaron lentamente hacia arriba, alcanzando a tocar el vértice del techo antes de extinguirse del todo. El zumbido de las moscas comenzó a escucharse.


EL ÁRBOL DE SODOMA: GENEALOGÍA DE MSYUSHIN
(LA CIUDAD COLORADA)

Descripción: jorge Najar foto-ultimaDescripción: EL ARBOL DE SODOMA LIBRO (1)
Jorge Nájar

Hace algunos meses me embriagué con EL ÁRBOL DE SODOMA (Editorial Summa, Lima, 2015), novela escrita por el poeta Jorge Nájar y que él mismo me regaló en un encuentro a orillas del canal de laVILLETTE (París). En su dedicatoria decía y bien lo recuerdo: “Para Jorge este árbol donde está el género humano y nuestras vidas.” 

Un día deslizándome por algunos de sus párrafos leí:

“¿Cómo es eso don Juan? se sobresaltó Pedro Sifuentes. Mira, aquí, en esta ciudad hemos venido a vivir gentes de todas partes. Yo soy de por ahí, de la selva alta, de Rioja. Mis padres hablaban todavía quechua. Los otros viejos como yo, muchos, son nietos de cocama o de huitoto. Y si no es así, el que más o el que menos tiene antepasados campa, aguaruna, cashibo, o qué se yo. Pero pregunten a cualquiera de los tantísimos tinterillos y picapleitos egresados de las universidades si alguno de ellos se reconoce  en ese pasado. No hallarán ni uno. Todos se creen blancos… Más divertidos que todos ellos son los vendedores de sebo de culebras… se instalan en las cercanías del mercado. Y allí, en el suelo, ponen enormes pieles de boas, lagartos o tigres y sobre ellas la infinita variedad de las hierbas medicinales existentes en el bosque; todos los aceites esenciales de frutos extraños, todos los ungüentos inimaginables hechos de manteca de tigre, de víboras, de pájaros; todos los colores de arcillas extraídas del fondo de los ríos; y todo el saber de mentiras y verdades para recetar composición y dosis de los menjunjes con los que prometen curar incluso la lepra y los delirios.”

Entonces comencé a sentir el olor de la selva en una ciudad imaginada y construida en las palabras: MAYUSHIN que me hizo pensar en LA COMALA de Juan Rulfo o en  MACONDO  en el imaginario deGABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Por las fisuras de la memoria se viaja entre el pasado y sus mitos y el presente de una modernidad cuya savia va tomando el olor putrefacto de la descomposición social, en un aparente progreso matizado de caos,  al ritmo del vivir de todos los actores posibles.

Leyendas como la de “LA RUNAMULA” que según las creencias locales es el alma de una mujer viva y pecadora convertida en briosa mula que deambula en la noche diabólica mientras su cuerpo duerme, en la novela de Nájar toma la forma del personaje: La Toña Sáenz llamada la Reina de Saba, que en los laberintos de la noche profunda en MAYUSHIN sale para limpiar su pasado recordando el amor de Pedro Sifuentes y los burdeles de Lima donde brilló su danza y desbocó su incesto con su tío Narco siendo ella estudiante de medicina; o la de Úrsula, LA MUJER FANTASÍA trabajando en Lima como streptisera para ganar su vida y estudiar derecho. O también la leyenda de los PISHTACOS esos extranjeros blancos que asaltan mujeres u hombres solitarios que serán degollados para sacar su grasa y venderla y comer su carne. Todos ellos van ambientando la novela cuando poco a poco se va descubriendo su entramado. O el ritual del AYAHUASCA con el Yobe Shipibo que nos lleva a una ceremonia contada por la voz que narra la aventura del pintor Sifuentes, de regreso a esta SODOMA, su tierra natal.

“El curandero se balanceaba en su hamaca fumando a la espera del momento para la ceremonia. Después de descansar un rato oyendo las imploraciones a los espíritus de las plantas, hacia la media noche, le llevaron a  orillas del río y le dieron de beber una mezcla de esencia de toé y ayahuasca. Cuando llegaron las alucinaciones se identificó con una enorme tortuga. Tuvo la impresión de viajar de un extremo al otro del lago como si ese espacio fuera todo el planeta. Sintió que su cuerpo se llenaba de luces, de hilos de infinitos colores. En su cerebro cantaban unas aves de oro. Y sus ojos tenían la capacidad de ver todo lo que al parecer estaba oculto. Vio el diluvio. La exterminación del mundo. El renacimiento de la vida en la aldea sagrada, allí donde crecía el árbol madre a la orilla de un mundo acuático hecho de oro líquido. En la cumbre del árbol, entre las hojas, flores y frutos reconoció a sus padres en el afán de volver a poner los pies sobre la tierra… Mientras la gente tomaba masato sintió que esa noche el pueblo comenzaba a inclinarse. Su padre le decía: al amanecer nos dimos cuenta que flotábamos y ascendíamos con nuestros cultivos, animales y casas lentamente hacia el cielo. Cuando el pintor salió del sueño no recordaba en qué momento lo llevaron a su mosquitero, pero sí que más tarde había estado con un viejo amor de su adolescencia… Seguía mareado cuando lo embarcaron de regreso.”

Esta Mayushin incrustada en la selva amazónica, que de ser una aldea de cabañas de madera a la orilla del río fue mutando a una gran urbe descomunal e ingobernable, es el espacio ficcional donde se recrea un universo por donde rondan todos los matices de la contemporaneidad, de la globalización que se expande impetuosa en esa naturaleza invadida y colonizada por todo tipo de inmigrantes que se incrustaron en ella para succionar su linfa. Comerciantes de madera, caucheros, mafiosos de la cocaína, politiqueros corruptos, prostitutas, ladrones, los sicarios, los militares, estudiantes rebeldes  o terroristas, el alcalde, los jueces, los constructores de leyes, y en fin los  pordioseros y nativos. Aquí se vive en el bullicio de una gran urbe que se acciona de día y de noche en el desboque del goce y la rumba en todos los imaginados bares para emborrachar la enfermedad.

He vivido la infancia con LOS TIGRES de MAYUSHIN y LA COMPAÑIA DEL ALTO PUTUMAYO (disuelta por miedo a la persecución) que crecieron en las barriadas y que son los activadores de este ÁRBOL DE SODOMA: la de Pedro Sifuentes el pintor aventurero que partió primero a Lima huyendo de las autoridades y luego a España donde vivió la aventura del inmigrante, con todas sus dificultades; la de Úrsula, la mujer fantasía, y la Toña Saez (la Reina de Saba) que fueron descubriendo Lima como la gran metrópoli enredada en la vida difícil para el inmigrante provinciano. Todos regresaron a Sodoma como buscando aliviar la nostalgia.

En el entramado he asistido al velorio de un periodista y sentido la ironía frente al asesinado del que fue víctima:

“Ahí estaban todas las autoridades civiles y militares. Ahí estaban los principales dirigentes de las grandes empresas. Ahí estaban todas las gruesas mandíbulas, animales carniceros, bestias que no dudaban en eliminar a sus contrincantes; todos estaban allí con sus rostros compungidos, pero seguro riendo en sus adentros ante el adversario que no volvería a agredirles. Todos estaban allí más que por compasión sobre todo para borrar las huellas del asesinato…”

El mundo amazónico pintado por Nájar me ha hecho estremecerme como cuando leí LA PESTE de Albert Camus ya no en las orillas del Mediterráneo sino en la ciudad selvática, en la ciudad que habla el idioma de la naturaleza invadida por malandros. Nos cuenta esos fenómenos extraños que sucedían en el mes de noviembre y diciembre cada siete u ocho años:

“…Los árboles temblaron sacudidos por el viento. Los grillos cantaron por todas partes en desafinado concierto, anunciando algo que sus programas genéticos no consiguieron descifrar… Como copos de algodón sucio y borrascoso, había aparecido en el horizonte una tempestad de langostas que calentaron las orejas de la gente con sus aleteos invisibles. Las personas más sensibles tuvieron ataques nerviosos, desmayos y sofocos durante las horas que persistió el ruido de sierras de incalculables insectos. Pero después, poco antes del anochecer, había llegado la verdadera catástrofe. Millares de pájaros pasaron chillando alto en el cielo. Su vuelo acrobático y desesperado simulaba gigantescas olas, tirabuzones, que se entrecruzaban, reventaban y se desvanecían rasantes sobre los árboles y techos. Luego se volvían a elevar hasta las nubes para caer en picada, como rayos y truenos en medio de la tempestad… amasijos de plumas aleteando en la hierba moribunda… El pánico cundió… En la otra orilla del río NETE VITA, el yobe shipibo, sentado ante una fogata, había implorado los poderes de RONIN, la gran serpiente cósmica, los protegiera, a él y a los suyos, del inminente asedio de los malos espíritus… Eglinton (el médico Inglés) le mostró los resultados obtenidos. Y permaneció en pensativo silencio mientras Vásquez pasmado, devoraba la información. En los ojos del recién llegado el asombro desorbitaba sus pupilas y párpados…”

Por estos parajes verdes he descubierto la botánica exótica, el siete raíces, el sangre de grado, sacha ajos, icoja, el levántate lázaro, renaquilla y uvos, la uncaria tormentosa, la uña de gato, el clavo huasca, o huitochacho, y  entonces me he curado de todos los males y he comido de todas las frutas y olido todas las flores de esta biodiversidad inagotable. Vi crecer ese puerto  al ritmo de las frases:

“…No había en el mundo un sitio comparable a ese barrio, pensó. Un panorama lúgubre y colorido. Ese puerto, desde su fundación se fue convirtiendo en el centro de acopio de los diversos productos que llegaban de los diferentes ríos y quebradas… muchos ribereños se quedaron, se instalaron y se volvieron comerciantes sedentarios. Se abrieron bares, tiendas; puestos de ventas de productos de primera necesidad ante la vista, desgana e inoperancia de las diferentes autoridades de la ciudad.
Ahora se había convertido en una ciudad dentro de otra. Con sus leyes propias, con sus costumbres ribereñas y con los vicios típicos provocados por el caos social y la delincuencia. Y en medio de eso, los olores de todas las frutas de la región confundidos con el de los pescados y los orines en sus calles abarrotadas, con sus cientos de miles de toneladas de desperdicio plástico y podredumbre debajo de cada casa. La boca, el vientre y el culo de la ciudad…”

Recorriendo sus páginas escuché hablar de LOS DESTRUCTORES DE ENGAÑOS y del único sobreviviente: el periodista URQUIETA quien se dedicaba a denunciar el gran negocio de LA EMPRESA TRANSFORMADORA LA SELVA y a la EMPRESA DE AGUA Y SALUBRIDAD y no daba tregua al TERRORISMO porque corría el riesgo de ser acusado de cómplice. Por eso puse atención a mi lectura y escuché este comentario:

“En esa atmósfera hemos vivido los últimos veinte años, durante el gobierno de los democráticos protectores de los contrabandistas, de las perversidades financieras, de la identidad étnica como principio. Ellos y sus infinitos cómplices se apoderaron de todo el aparato público. Los profesionales que no conseguían trabajo en Lima o en cualquier otra ciudad de la costa vinieron a aterrizar por aquí, y expertos como eran en la llamada viveza criolla, se apoderaron de todo. Con ellos la delincuencia pasada por un baño universitario se desplazó de los sectores marginales al centro del poder. Ellos se enquistaron en el Gobierno Regional, en el aparato judicial y en la universidad; y tú sabes perfectamente que en democracia o en lo que sea, si la justicia y la educación van mal la sociedad se convierte en un nido de víboras, eso que ahora estamos viendo por aquí…”
En fin, hasta el sexo y la pasión, el amor y la locura, la prostitución y el goce, el eros y la obsesión, la fornicación  y la irreverencia sexual se huelen en la medida que paseas la ciudad y descubres la noche.

He viajado por EL ÁRBOL DE SODOMA desde LA COMPAÑÍA DEL ALTO PUTUMAYO  pasando por UN BUICK NEGRO DE ALERONES CROMADOS para llegar a NADIE ESCUCHA EL CANTO, tres lados parecidos al triángulo equilátero que en tercera dimensión con Ayahuasca se constituyen en LA VERDE PIRÁMIDE; y a la que se puede mirar hacia dentro por cualquiera de sus ángulos. En algunos momentos hasta me hace recordar LA RAYUELA DE CORTÁZAR y su consejo de leer por donde quisieras jugar. En las calles de MAYUSHIN (la ciudad colorada) he observado a algunos OLIVEIROS y varias MAGAS y visto ya no una ciudad sino a los habitantes del mundo.


Jorge Torres Medina
PARIS, 21 DE NOVIEMBRE A LAS DIECIOCHO Y TREINTA Y TRES


METAPHYSICA


La resistencia es la imagen perfecta del conflicto
entre el presente y el pasado.
.

Salvatore Quasimodo

Del “Discurso ante la Academia Sueca”
en el recibimiento del Premio Nobel de Literatura 1959

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CARTAS DE LOS LECTORES


QUERIDOS CONFABULADOS: Cada día me gusta más su espacio “Metaphysica”. Gracias por traer versos y pensamientos de grandes escritores universales. Jorge Mario Agudelo



CONFABULADOS: El texto de Carlos Fajardo me encantó. Inés Aristizábal Puerta

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AMIGOS DE CONFABULACION: Excelente el relato de Juan Sebastián Gaviria. Quedo pendiente de la segunda entrega. Javier Arango

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QUERIDOS CONFABULADOS: Siento fuera de contexto el escándalo que hicieron algunas escritoras por no ser incluidas en la programación de Francia. No es acaso una obligación del verdadero escritor elaborar su obra sin esperar nada de nada?  Andrés Montenegro Arrubla