No. 508, Tres escritoras colombianas


¡100.000 lectores semanales!

Descripción: ConfabulaCabezoteActual

FUNDADORES: Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio. DIRECTORA: Amparo Osorio. COMITÉ EDITORIAL: Iván Beltrán Castillo, Fabio Jurado Valencia, Marco Antonio Garzón, Jairo Alberto López, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio, Fabio Martínez, Javier Osuna, Sergio Gama, Mauricio Díaz. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica). Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Luis Rafael Gálvez, Martha Cecilia Rivera (Estados Unidos); Jorge Torres, Jorge Nájar, Efer Arocha (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Renato Sandoval (Perú); Luis Bravo (Uruguay); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela);
Si desea cancelar esta suscripción gratuita por favor responda este mensaje a Con–Fabulación
con el asunto “Retiro”

TRES ESCRITORAS COLOMBIANAS
MUJERES QUE HAN CONSOLIDADO SU OBRA EN EL UMBRAL QUE QUEDA
ENTRE LA OSCURIDAD Y LA LUZ

Descripción: f.martinez
Por Fabio Martínez

En el siglo XIX, las escritoras europeas debían mimetizarse bajo nombres de hombre para poder publicar sus libros. Es el caso de Mary Ann Evans, quien tuvo que adoptar el nombre de George Eliot; las hermanas Charlotte, Emily y Anne Brontë, que optaron por llamarse respectivamente, Currer, Ellis y Acton Bell, y George Sand, que en su fe de bautismo figuraba bajo el nombre de Amantine-Aurore-Lucile Dupin. Para poder entrar a los cocteles literarios, la escritora francesa de­bía vestirse como hombre.

Este proceso de androginia literaria no fue voluntario. Fue el resultado de una sociedad patriarcal que también tuvo su expresión en el mundo de los artistas y escritores.

En el ámbito de nuestras escritoras, aquí no prosperó una mímesis literaria; pero nuestras autoras, que vienen desde Soledad Acosta de Samper pasando por Maruja Vieira y Fanny Buitrago hasta llegar a Cristina Valcke y Clara Schoenborn, han sido marginadas de los espacios literarios.

Valga la pena mencionar estos penosos antecedentes propios del ‘ninguneo’ literario para destacar a tres escritoras colombianas, que han consolidado su obra en el umbral que queda entre la luz y la oscuridad. Ellas son Eugenia Sánchez Nieto, Amparo Osorio y Sonia Nadhezda Truque.

En los años setenta, Sánchez Nieto fue actriz del Teatro Experimental La Mama de Bogotá, que di­rigía Eddy Armando; luego se vincula a la actividad poética de la capital a través de la revista Ulrika, que dirigían en aquel entonces el poeta Rafael del Castillo y Nubia Stella Cubillos.En 2017 la Casa de Poesía Silva y Uniediciones publica su libro Lo inasible. Poesía reunida, que abarcan seis poemarios escritos entre 1977 a 2017. La poesía de Eugenia Sánchez Nieto se levan­ta como un testigo del tiempo de tinieblas que nos ha tocado vivir.
“Paseaba su desnudez por corredores silenciosos/ con la mirada perdida en lugares imaginarios/ así la recuerdo/ imperturbable bebía escuchando a Chopin (…)”.Dice en su poema Luciana.

En los años ochenta, Amparo Osorio junto con el poeta Gonzalo Márquez crearon la Fundación Co­mún Presencia en Bogotá, un proyecto constituido por la editorial, la revista y el portal virtual Con­fabulaciones. La editorial Común Presencia fue pionera en el país de las editoriales independientes.Desde los años ochenta, la poeta bogotana Amparo Osorio fue creando una obra poética sólida, profunda, caracterizada por el desgarramiento interior.En 2017 publicó su libro La caída interior con prólogo de Iván Beltrán e ilustrado con obras de Jim Amaral.
“Mi memoria/ contaminada de espinas y de árboles lejanos./ La casa que nunca fue/ La redondez de la fruta más triste/ iluminada por el misterioso/ corazón de la luna”.
Dice en su poema Cálice

La narradora Sonia Nadhezda Truque, nacida en Buenaventura, es hija del gran cuentista del Pací­fico Carlos Arturo Truque. Sonia vivió durante varios años en Barcelona, donde realizó estudios de filología catalana y se codeó con los escritores del Boom literario latinoamericano. Sus relatos se caracterizan por describir atmósferas intimistas de mujeres solas que, como Godot, siempre están a la espera de algo. Sus principales libros, son La otra ventana, Los perros prefieren el sol y Bordes, este último un libro de poemas publicado por la Universidad Nacional. “Hace tiempo, Jorge Luis Borges, aquel viejo ciego que todo lo vio por los ojos de su hermana, dijo que la biblioteca es el Aleph, que leer es una pasión más civil, más intelectual, más reposada”. Afirma en su poema Lecciones de Borges.

*Tomado de El Tiempo.com


Descripción: e.esparza

ENCUENTROS CON ENRIQUE MOLINA


Descripción: armando romero
Por: Armando Romero

            Nada hay más comparable a la naturaleza que la poesía de Enrique Molina. Este adjetivo, que al parecer de algunos iría mejor con la obra de Pablo Neruda, define bien la fuerza con que Molina enfrenta el poema, la imagen. La naturaleza en Neruda está domesticada, puesta en función del poeta como centro. En Molina es un golpe de viento que levanta olas, las cuales forman la metáfora, el verso, el poema, que se afirma en lo inusitado, en la pasión de un amante que se consagra en el otro, ya sea la mujer amada y deseada, o el lector que la ve estallar contra sus mismos ojos, abriendo puertas a nuevos abismos de belleza.
            Es así como llegó la palabra de Enrique Molina a mis barrios polvorientos de Cali, en la vieja Colombia de siempre, violenta e impredecible. Era la Antología de la Poesía Viva Latinoamericana (1966) de Aldo Pellegrini que la traía, junto a una pléyade de excelentes poetas, que el ojo visionario de Pellegrini enseñaba a América Latina. Pero no fue sino hacia el otoño de 1973 cuando la suerte, esa vieja amiga de lo fortuito, me puso frente a la puerta del poeta en su casa de la calle Florida, creo no equivocarme, en Buenos Aires. Era un edificio viejo, elegante. Edgar Bayley, mi gran amigo de siempre, había llamado por teléfono al poeta para concertar mi cita. Eran cerca de las 8 de la noche. Yo pensaba lo que le iba a decir al poeta apenas abriera la puerta. Pero no, lo hizo su esposa y me dijo que esperara un  momento. El poeta estaba en su estudio y debía decirle que yo acababa de llegar. Luego de un breve intervalo reapareció la señora y me dijo que podía pasar. Por un pasillo llegué a una puerta. Ella la abrió y entré. No puedo decir que fue sorpresa, más bien fue un golpe de lo inesperado. El poeta estaba sentado en un escritorio de caoba oscura, con la mirada fija en mí, su pelo blanco contrastaba con lo oscuro de su traje. Pero, a mi vista, era un hombre inmensamente pequeño, diminuto, ya que detrás de él estaba con su rostro alargado, su gran sombrero de copa que tocaba el techo, su levita de inmensos botones, sus guantes blancos, gigantesco, “el espantapájaros” de Oliverio Girondo. Yo sabía de oídas que este inmenso ser de la poesía y sus delirios, años antes se había paseado por el centro de Buenos Aires anunciando la salida del libro así titulado de Girondo. Por supuesto que no pude unirlo a esa realidad. Fue sólo cuando Enrique Molina, con gran sonrisa, me lo presentó con una venia. Extraña paradoja que preparó el poeta para recibirme, quiero pensar. Él, cuya figura vigorosa, marcada por el sol de los mares, tenía siempre tendencia a imponerse, quedaba ahora reducida a ser la del poeta niño frente a la imaginación de Girondo.
            Fue una noche hermosa, un paseo por los poemas de amigos conocidos y admirados. Su fervor por la poesía de Juan Sánchez Peláez, su cariño entrañable por Eugenio Montejo, Jorge Gaitán Durán, Fernando Charry Lara. Por un momento se detuvo y me preguntó por Álvaro Mutis. “No conozco su poesía”, me dijo. Esto me sorprendió y le dije que su libro “Los elementos del desastre” había sido publicado en Buenos Aires, Losada, 1953. “No, siguió, sólo supe de él por las notas de Octavio Paz y ahora por la relación que establece Guillermo Sucre entre él y yo en su libro “La máscara y la transparencia”. Al despedirme, cuando me estaba firmando algunos de sus libros para regalármelos, le pedí por favor que me diera algunos para enviárselos a Mutis y que yo le traería luego una copia del libro de Mutis en Buenos Aires, que yo había comprado en las calles de esta ciudad hacía unos días.
            De regreso a Caracas, donde yo vivía en aquel entonces, le envié los libros a Mutis, con la dirección de Molina y el pedido de que él quería leer otros de sus libros. Una amistad creció en ese momento, y pocos años después Molina visitó México y se encontró por primera vez con Mutis. El mismo Mutis me contó algo singular que pasó en ese encuentro: “Estábamos sentados en la sala de mi apartamento, bebiendo un buen escocés, cuando Enrique, al poner sus manos entre los cojines del sofá, encuentra algo y sorprendido me lo muestra. Es un pájaro de múltiples colores, esplendentes, muerto. Yo no podía saber de dónde venía este pájaro, ya que Carmen y yo nunca tuvimos pájaros en casa. Era un misterio que se quedó sin resolver. Sólo la poesía.” Poco tiempo después Molina publica su poema “Crónica de un encuentro con Maqroll el Gaviero”. Cito un pequeño fragmento:
            La sagrada savia de México subía por las piedras
         
hacia el corazón de los dioses,
            y de pronto
            un loro fulminado cayó sobre el sofá, junto a Maqroll,
            una joya de las constelaciones,
            un indescifrable mensaje, una ofrenda en el viento
            inmenso.
            Este poema, publicado en la revista bonaerense Crisis, en 1976, cayó en mis manos y para cerrar el círculo se lo envié de inmediato a Mutis, quien no lo había visto todavía.
            Volví a ver a Enrique varias veces en Buenos Aires en esa ocasión de 1973 pero los tumultos que se levantaron con la muerte de Allende ese año, la llegada de Perón a Buenos Aires, y los vientos de violencia política que se sentían por toda la ciudad, hicieron estos encuentros fugaces, de ocasión. Fue en Guadalajara, a comienzos de la década del 90, cuando coincidí con él invitados a la Feria del Libro en esa ciudad. También estaban presentes Ludwig Zeller, Eliseo Diego, Álvaro Mutis y Ernesto Cardenal, entre otros poetas importantes. Era una reunión donde Cardenal recibía grandes elogios de los poetas mexicanos, entre ellos Jaime Labastida. Recuerdo la indignación de Mutis al ver que poca atención le prestaban a Molina. “Aquí está uno de los más grandes poetas de siempre en América Latina y esta gente ni siquiera se da cuenta”, me decía disgustado.
            En 1994 visité Buenos Aires y quise ver a algunos de los poetas amigos sobrevivientes para aquel entonces. Francisco Madariaga y Enrique Molina eran los únicos. Ambos estaban convaleciendo de múltiples dolencias, graves. Molina me recibió en su apartamento y su esposa Genoveva, a quien yo ya conocía de México, fue muy atenta pero le advirtió a Enrique que ella me iba a brindar un escocés, pero él no podía tomar. Nos bebimos toda la botella, fue lo que fue.
            Le pregunté por el “espantapájaros”, dónde estaba. Me dijo que en un depósito, comido por los insectos, abandonado. Él nada podía hacer. Ya no le pertenecía. Así como su novela sobre Camila O´Gorman, robada, plagiada. Por un rato se quedó en silencio. Y de pronto fue todo un chispear de viva luz sus ojos y se bajó un buen trago de escocés. La tormenta había pasado.
            Entonces me habló, con su voz fuerte, tronante. Me habló de Buenaventura, esa tierra de nuestro Pacífico colombiano poblada en su mayoría por negros. “Soy racista al revés, me dijo, odio a los blancos”. Esa tierra de “Alta marea” donde los amantes antípodas se encuentran y el mar los separa. Me habló de los pájaros, de esas gaviotas que siempre cruzaron su cielo. De esa arena oscura que toca el Pacífico en las regiones del trópico, del calor en las noches y el baile en los prostíbulos. Del cuerpo de las mujeres. Del mar y sus transformaciones. Y “esa es mi ciudad, Buenaventura. Yo no soy de Buenos Aires, esto es un accidente. Soy de Buenaventura”, me repetía. Y así como el hielo se iba diluyendo en nuestros vasos, el poeta Enrique Molina, frente a mis ojos, se iba diluyendo en poesía. Su voz era cada vez más fuerte, era un canto, un brotar de imágenes enredadas en las lianas, en los manglares de mi infancia, cuando yo había visto con mis propios ojos de dónde surgía este manantial. Como pude le hablé de Cajambre, de los ríos y la selva. Y todo era ahora un ritual acuático, un correr de savia marina. “Todo fulgura como un guijarro de Dios sobre la playa”, había escrito.
            Ya en la puerta del ascensor (Genoveva había conseguido terminar este encuentro) el poeta me tomó del brazo y me dijo: “Es la poesía, es el amor, lo sabemos bien. Está escrito.”
  A POÉTICA DE
LA POÉTICA DE ANNA CZACHOROWSKA*

Descripción: anna
CUAL CRISTAL (Jak kryształ)

Me confesaré
del estado de mis sentimientos
en silencio
porque nadie
escuche
Antes de que el corazón
de arrepentimiento
logre punzar
seré pura
cual cristal


DIEZ PLEGARIAS DE UN PECADOR (Dziesięć próśb grzesznika)

Dios respeta el libre albedrío del hombre hasta los límites del pecado.
Stefan Wyszyński

Señor mío
enciende la luz
en el tránsito viajero
de los sucesos
Derrama la bilis
fuera de los límites
de mi ser
de los restos corrompidos
de sueños
Sácame
de la insania
de los girasoles inmaduros
Quema la mala hierba
en el matorral de senderos
del pervivir terrenal

Entre los vientos
que rozan los campos de trigo
tómame
como una miga
pulverízame en miles de partículas
sobre las planicies azules
de Patria Tuya
y...
Despiértame
Señor mío
Amarillo
Señor mío
Verdoso
Déjame acariciar
el pecado lentamente
como el cordero Tuyo
Blanco


ÁNGEL MÍO

       A un ángel lo reconocemos una vez haya pasado al lado de nosotros.
                                                                                                 Martin Buber

Ángel mío
De la guarda
no te vayas
demasiado lejos

Quiero tener
protección
bajo Tu Ala
abrazarme
a Ella


***

     ¿Acaso no son afines el dolor y la vida?
                                            Zenon de Citio

Por qué
la vida duele así
otra vez tristeza
incertidumbre

En la fila

Pensamientos desnudos
en sábanas frías

Y sueños encerrados

En una botella


***

      La esperanza es un riesgo que hay que correr.
                                                    Georges Benanos

Es esperanza
la que brilló
en mis ojos

No una llama
ni fuego
ni lágrima

Vagará por noches
insomnes

Volverá después de un par de
días
grises

*Varsovia, Jul. 17 de 1953. Se graduó de la Universidad de Varsovia (Facultad de Historia). Cursó los estudios de posgrado en Administración Cultural en la Universidad Cardenal Stefan Wyszyński. Reside en Legionów, ciudad en la que dirige la Biblioteca Pública Municipal Pr. Jan Twardowski de Jabłonna.Es miembro de la Asociación de Literatos Polacos (Związek Literatów Polskich), la organización de escritores más prestigiosa de Polonia. Asimismo, es miembro de la Junta Directiva de la Asociación de la Promoción de la Creación Polaca (Zarząd Stowarzyszenia Promocji Polskiej Twórczości) y miembro del Movimiento Poetas del Mundo (Chile).

Es autora de los libros: Byłam różą Twojej zimy (Fui la rosa de tu invierno), Anagram, Varsovia 1993 (debut literario); Dotykanie szczęścia (Tocar la felicidad), Miejski Ośrodek Kultury w Legionowie 1995; To Miłość do drzwi zapukała (Fue el Amor el que tocó la puerta)Fundacja Sztuki na rzecz „Integracji”, Warszawa 2001; Zanim słońce zejdzie zboczem (Antes de que el sol baje por la cuesta), Anagram 2004; 17 Ljóð: libro en la lengua islandesa, Reykjavik 2010; W poczekalni snów (En la sala de espera de los sueños) con un CD incluido (poemas leídos por la actriz Anna Dymna), Anagram 2011; W poczekalni snów (En la sala de espera de los sueños), edición polaca-inglesa, Wydawnictwo IBIS, Warszawa 2017.Llevó a cabo la selección de poemas para dos libros de poemas de uno de los poetas polacos contemporáneos más significativos pr. Jan Twardowski: Poeta wiary, nadziei i miłości (Poeta de fe, esperanza y amor); Anagram, Warszawa 2002; y 33 wiersze (33 poemas), con la introducción de Anna Czachorowska, Wydawnictwo SPPT i Gminna Biblioteka Publiczna w Jabłonnie 2005.

Poemas traducidos por: Barbara Curzytek.

METAPHYSICA


Lo que nos acaricia el alma
nos recuerda
que todo afuera es solamente un adentro
y viceversa.


Luis Rafael Gálvez

***
CARTAS DE LOS LECTORES

CONFABULADOS: Excelentes los poemas de Carlos Miguel Gómez. Gracias por ese periódico en el que siempre encontramos gratos textos Andrés Milán Rodríguez

***

AMIGOS CONFABULADOS: Me encantó el ensayo del profesor Bruno D´Amore. Javier Paredes Luna

***

QUERIDOS CONFABULADOS: Aunque no vivo en Bucaramanga, me imagino que la exposición de Eduardo Esparza fue todo un éxito, pues es uno de los grandes artistas contemporáneos. Felicitaciones Adelle Leigtman 
***