No. 431, Al alba cesará la horrible noche



OLGA OROZCO, LOS OJOS DE LA NOCHE




Por César Seco*

1 | Cuánto de noche se le escurría en el sueño. Cuánto de sueño fue convirtiendo su alrededor en sombra. La realidad se le escurría por esos enormes ojos que le abrió la noche. Como lo refiere Jacobo Sefami en una entrevista que la poeta le concediera durante una estadía en Nueva York, la poesía de Olga Orozco fue una “persistencia en la búsqueda de la revelación, de ese otro lado desde el cual se explica la propia realidad mutante y escurridiza”. Esto que bien precisamos leyéndola.

Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo
para sustituir los jardines del edén sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.

(En el final era el verbo)


Pudo incidir en esa su particular percepción, el trato que de niña tuvo con su abuela, quien tenía una visión animista del mundo, heredada de sus antepasados celtas. Ella transmitía oralmente a la niña toda esa visión mágica que la acompañaba desde la sangre. Le refería que todo lo que nombramos mundo, era movimiento perpetuo, en que las cosas, los objetos, están siempre al acecho de nosotros, para bien o para mal, para revelarnos algo o para perturbarnos, para salvarnos o para arrojarnos al insondable abismo. A diario la abuela le relataba cuentos fantásticos, que de seguro su memoria ya fatigada por los años modificaba constantemente. No faltaban en esos cuentos toda esa progenie de maravillas y sortilegios: duendes, demonios, hadas, extraños y asombrosos animales, que fueron poblando la imaginación de la niña. En principio, estos cuentos le infundían miedo, pero pronto esto fue desapareciendo, porque a fin de cuentas “la abuela se las arreglaba para que hubiera salvaciones milagrosas”, dijo.

Lo otro que sin duda hizo más febril su imaginación fue el paisaje de su natal Toy, ubicada en la árida pampa argentina, poblada de dunas, lo cual ella refirió de esta manera: “de chica he visto los médanos cambiar de lugar de un día para otro, porque el viento sopla con fuerza. Se supone que allí hubo un mar en alguna época; la arena es como arena marina. Es bastante extraño asomarse a una ventana y no ver el médano que estaba antes de ayer… como hay grandes zonas desérticas, sin vegetación, cada pequeño objeto –un hueso, una piedra- toma un relieve importantísimo, desmesurado, como podría ocurrir dentro de un cuadro surrealista”. Intuimos, como habitantes también de zona árida, que cualquier presencia aislada adquiere en este medio las características de una revelación, de una aparición súbita. Ella lo expresó mejor así: “El horizonte es inmenso por todos lados; los atardeceres son interminables, melancólicos. Entonces, entre eso y la ascendencia siciliana, que todo lo hace excesivo, que todo lo convierte en más: los perfumes, los colores, la luz… naturalmente sale una naturaleza desmesurada, como la que tengo”.

Inferimos que a ella el surrealismo le venía por naturaleza, claro todo esto que vino a constituir su particular visión poética fue matizada por la relación que tempranamente estableció con otros poetas, aquellos que fueron sus compañeros de ruta, la llamada generación del 40, especialmente con Enrique Molina y con Aldo Pellegrini, autor éste de la Antología del Surrealismo en América que fuera elogiada por André Bretón. Por afinidades estéticas, más que conceptuales, a Olga Orozco también se le relaciona con otros poetas de los cuarenta y cincuenta, posteriores todos a ese primer momento de la vanguardia hispanoamericana que tuvo a Neruda y a Vallejo como influyentes: los chilenos Humberto Díaz Casanueva y Gonzalo Rojas, los venezolanos Juan Lizcano y Juan Sánchez Peláez, los peruanos César Moro y Emilio Adolfo Westphalen, el mexicano Octavio Paz y el colombiano Álvaro Mutis, entre otros. Claro, en todo esto cabe la propia aclaratoria de la poeta, lo cual permite reconocer el cauce y curso que siguió su creación: “… yo nunca pertenecí al surrealismo, por más que me embanderen también en él. Hay una actitud semejante ante la vida, tal vez. Porque hay una gran valoración de lo onírico, de los diversos planos de la realidad (no precisamente del inmediato y visible, 24), de las sensaciones, del mundo mágico, y sobre todo una exaltación del amor, de la libertad, de la justicia. Es decir, sólo actitud ante la vida, pero yo nunca hice escritura automática; y si intento hacerla, me desvío a la plegaria”.

Cuando falleció, Ana Becciu quien fue una de esas amistades entrañables con las que Olga Orozco compartió los últimos treinta años de su vida, escribió para Letras Libres un sutil y hondo retrato, del cual entresacamos este párrafo que nos precisa mucho más la posible genealogía de la autora de Los juegos peligrosos y de otros libros capitales de las letras hispanoamericanas. Becciu afirma allí que “tan decisivo como el surrealismo para su poesía fue su temprana lectura del poeta lituano Lubicz Milosz y del español Luis Cernuda. Siempre leyó a Milosz, siempre hablaba de él, sabía muchos de sus poemas de memoria y los recitaba a menudo. Hasta el último día de su vida en la mesa del comedor de su casa tuvo al alcance de la mano la antología de poemas de Milosz traducidos por Augusto D'Halmar en 1922… El verso largo del lituano Olga lo transformó y lo moldeó hasta convertirlo en el instrumento característico de su poesía: su verso libre adquiere proporciones de versículo portador de imágenes subconscientes u oníricas muy coherentes, que dan por resultado poemas perfectamente estructurados. "Nunca he pasado de una línea a la siguiente si la anterior no estaba perfectamente admitida por mi conciencia", dijo en una ocasión. No tiene equivalente en la poesía argentina. Es un arte del que sólo ella tuvo el secreto. Tan imposible es de imitar que supongo que puede ser una razón para que no haya tenido seguidores”.

Entre sus confesiones, siempre profundas, resulta interesante saber que de niña y de adolescente la poeta leyó mucho la Biblia y que tal vez sea de allí que le vino ese ritmo salmódico que caracteriza sus poemas, cercanos a la plegaria. Desde luego, no basta con indagar el posible génesis de su obra, sino comprendiéramos que tras esta concepción de la sacralidad del verbo poético, está toda la tradición del Romanticismo alemán, el cual le fue decisivo en el sentido de revelarle el carácter sagrado de la palabra y a la vez advertirla sobre los riesgos que entraña el trato con ésta; es decir, la locura, ese castigo que los dioses infligen a quienes sobrepasan los límites de lo estrictamente humano. En vida a Olga Orozco no cesaron de perseguirla eso que ella llama angustias extremas, por ejemplo eso que señaló a Sefami, eso de haber sentido muchas veces una especie de extrañamiento de su propio cuerpo, experiencia llevada al extremo en Museo salvaje, pero que está presente en toda su poesía:

Me moldeó muchas caras esta sumisa piel,
adherida en secreto a la palpitación de lo invisible
lo mismo que una gasa que de pronto revela figuras
emboscadas en la vaga sustancia de los sueños.
Caras como resúmenes de nubes para expresar la intraducible travesía;
mapas insuficientes y confusos donde se hunden los cielos y emergen los abismos.
Unas fueron tan leves que se desgarraron entre los dientes de una sola noche.
Otras se abrieron paso a través de la escarcha, como proas de fuego.
Algunas perduraron talladas por el heroico amor en la memoria del espejo;
algunas se disolvieron entre rotos cristales con las primeras nieves.
Mis caras sucesivas en los escaparates veloces de una historia sin paz y sin costumbres:
un muestrario de nieblas, de terror, de intemperies.
Mis caras más inmóviles surgiendo entre las aguas de un ágata sin fondo que presagia la muerte, solamente la muerte, apenas el reverso de una sombra estampada en el hueco de la separación.
Ningún signo especial en estas caras que tapizan la ausencia.
Pero a través de todas, como la mancha de ácido que traspasa
en el álbum los ambiguos retratos,
se inscribió la señal de una misma condena:
mi vana tentativa por reflejar la cara que se sustrae y que me excede.
El obstinado error frente al modelo.

(Los reflejos infieles)

2 | ¿Desde cuándo leemos a Olga Orozco? Me pregunto y me respondo en el momento de cruzar una esquina y divisar una puerta a lo lejos. Desde hace mucho, me digo en mis adentros, algo, no tanto quizá en cantidad de tiempo; 25 años hará que conversábamos de poesía con nuestro amigo Ernesto Zaléz, en ese recorrido que de jóvenes hacíamos por la ciudad solar para matar el tedio, para resistir el peso de su silencio aplastante, cual Olga pudo sentirlo frente a la dunas de la pampa; nos tomábamos unos cafés o si había llovido en nuestros bolsillos algo de vil metal, una cervezas frías que apaciguaban el inclemente sol. Recuerdo que Ernesto soltó el nombre de Olga Orozco y en un instante se hizo noche, recuerdo también que dijo algunos versos que estaban prendidos de su memoria de lector adolescente, esos versos no los recuerdo ahora, pero han podido ser estos:

No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me tiña las encías de color azul,
aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.
Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.
Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos hablado demasiado del silencio,
lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
el triunfo del vocablo con la lengua cortada.
¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo perdido,
trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como el trueno
unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?


“Quería descubrir a Dios por transparencia”, este verso que precisa uno de los motivos esenciales de su búsqueda, que entraña lo que sus estudiosos han denominado “la dimensión religiosa y la indagación metafísica de su obra, es entendible a partir de una clave afirmación suya, donde dice “de que con Dios lo que nos ha ocurrido es un desmembramiento”, no su muerte como entendió Nietzsche, sino una separación. Y es en uno de sus poemas donde nos lo clarifica mejor: “Es víspera de Dios. Está uniendo en nosotros sus pedazos”. Nos sugiere que “mientras todos no encontremos a Dios, él estará disperso”. Es el exilio mayor que se vive, es la unidad perdida y que a su ver es el difícil camino que el poeta ha de desandar en su aventura interior, tan llena de peligros y de pocas o casi ninguna satisfacción. Es la conciencia de que el ser humano se haya escindido de Dios lo que la impulsa a buscar permanentemente, al menos en la palabra, la reintegración con el absoluto originario.

Aunque su vida fue de constantes pérdidas de los seres amados, Olga Orozco estuvo convencida que esta reintegración sólo era posible a través del amor y una y otra vez emprendió su ruta por medio de lo que llamó “los juegos peligrosos”, es decir ese constante atravesar los nunca seguros intersticios de la magia, la astrología, la cartomancia y las posibilidades reveladoras de los sueños:

Aquí está lo que es, lo que fue, lo que vendrá, lo que puede venir.
Siete respuestas tienes para siete preguntas.
Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo:
a tu derecha el Ángel,
a tu izquierda el Demonio.
¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu
nacimiento hasta tu muerte con una llave rota, con un anillo
que hace años fue enterrado?
¿Quiénes planean sobre sus propios pasos como
una bandada de aves?
Las Estrellas alumbran el cielo del enigma.
Mas lo que quieres ver no puede ser mirado cara a cara
porque su luz es de otro reino.
Y aún no es su hora. Y habrá tiempo.
Vale más descifrar el nombre de quien entra.
Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar
mariposas.
Es el huésped de siempre.
Es el alucinado Emperador del mundo que te habita.
No preguntes quién es. Tú lo conoces
porque tú lo has buscado bajo todas las piedras y
en todos los abismos
y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro:
un poema en que todo fuera ese todo y tú
-algo más que ese todo-.
Pero nada ha llegado.
Nada que fuera más que estos mismos estériles
vocablos.
Y acaso sea tarde.


No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló la serpiente.
No trates de encontrar tu talismán de huesos de pescado,
porque es mucha la noche y muchos tus verdugos.
Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer
y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos
con espadas, con oros y con bastos.
Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad.
Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de
párpados de escamas.
La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago
azul en tu garganta.
Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas.
He aquí que los Reyes han llegado.
Vienen para cumplir la profecía.
Vienen para habitar las tres sombras de muerte
que escoltarán tu muerte
hasta que cese de girar la Rueda del Destino.

(La cartomancia)

3 | La muerte constante más allá de la vida, en vida y desde el corazón será el otro gran tema de su poesía. La muerte tratada siempre como presencia viva acechante siempre en el recuerdo presente, reconstrucción del tiempo de dicha y el tiempo de dolor. La muerte concebida como tránsito hacia una claridad más diáfana, como sugiere Manuel Ruano, menos efímera. La muerte como sucesión de espectros, familiares, literarios, íntimos, “espectros que regresan desde lejos por detrás de los sueños y por delante del porvenir”. Sí, la muerte que sólo existe porque existimos, temiéndola y aguardándola, como esa casa a la que hemos de volver:

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
Unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
La humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
Y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
Aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí
igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.
Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como un rayo,
no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la sentencia:
"Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".
(Las muertes)




César Seco (Venezuela, 1959). Poeta y ensayista. Bibliotecario y promotor cultural. Fundador de la Casa de la Poesía Rafael José Álvarez y de la Bienal de Literatura Elías David Curiel, en Coro su ciudad natal. Ha publicado: El laurel y la piedra (1991,24), Árbol sorprendido (1995,24), Oscuro Ilumina (1999,24), Mantis (2004,24), El Viaje de los Argonautas y otros poemas (2006,24), todos reunidos en Lámpara y silencio, antología poética (2007,24), publicada por Monte Ávila Editores en la Colección Altazor. En 2009 su libro de ensayos Transpoética fue editado por El perro y la rana en la colección Heterodoxia.  En 2014 la editorial Imaginaria ha publicado La playa de los ciegos, y Ediciones Madriguera,  El poeta de hoy día, ambos libros de poesía.  Miembro de los consejos de redacción de la las revista IMAGEN (Centro de Estudios Literarios Latinoamericanos Rómulo Gallegos) y POESIA (Departamento de Cultura de la Universidad de Carabobo). Colabora con distintas revistas nacionales y extranjeras, tanto impresas como digitales. Contacto: poesia_58@yahoo.com.



AL ALBA CESARÁ LA HORRIBLE NOCHE




Por Jorge Torres Medina*


Todo comenzó cuando los vientos del oriente encallaron tres carabelas en tierras donde los “NATURALES” adoraban el sol y todas sus deidades cósmicas. Cuenta la imaginación que estos hombres vivían en armonía con la madre tierra. De estas raras embarcaciones vieron descender unos extraños seres que parecían gigantes de cuatro patas con dos cabezas, vestidos de metal, y en sus manos portaban unos instrumentos que brillaban a la salida del dios sol. Desde entonces todo fue una pesadilla.
Poco a poco se adentraron en tierra firme, sometieron a todos los habitantes que encontraron en sus exploraciones y a los más aguerridos como el muisca Tundama los exterminaron apropiándose  de sus tesoros y de sus tierras. Otros huyeron por las montañas escarpadas o por las selvas impenetrables para salvarse  de la barbarie, y hoy son el testimonio de las culturas que existían, y que  no se dejaron borrar con el transcurrir de los siglos.
Estos hombres que venían de un reino lejano, estos barbudos de cascos, armaduras y espadas con la cruz inquisidora cargada a sus espaldas, traían en su ser la avaricia, el poder del odio y de la guerra, la venganza, el homicidio, la envidia, la mentira y en sus ojos, en su lengua, en sus manos, la ambición del todo poderoso. Por eso cuando instauraron la mita y exterminaron en los socavones a los naturales trajeron esclavos del África para seguir enriqueciéndose repartiéndose con el monarca y su corte los beneficios del “gran descubrimiento”.
Así fundaron, y fundaron ciudades y reinos para pasearse de la conquista a la colonia, y quedarse definitivamente puesto que  nunca se fueron.
Mientras tanto fue aumentando la población del reino llamado de “Granada” y otros feudos: blancos, indios, negros, zambos mestizos y mulatos bajo el poder de España, y entonces las primeras rebeliones como la de José Antonio Galán y su estirpe negociando con virreyes; pero hay ¡hay! qué dolor; el engaño como artificio de la palabra y el papel, se vuelve a repetir igual como sucedió al ingenuo de Atahualpa, convencido por Pizarro allá en tierras incas. Cabezas colgadas como escarmiento, y por supuesto el terror y el miedo transpirando en Santander.

Los años se desgranan pasando al otro siglo, es el 20 de julio del Siglo XIX; ve entonces el primer grito de independencia y luego la gran guerra contra el absurdo, contra el terror de la madre patria y entonces Bolívar, Santander, Sucre y todos los Próceres que nuestra historia conoce juntos para cortar el cordón umbilical e instaurar la independencia y crear La República; nuestra República: los Estados Unidos de Colombia, y porque no La Gran Colombia, sueño de Bolívar; pero finalmente La República De Colombia.
Ese Estado Nacional nacido en el siglo XIX, el que engendró una élite de notables que ya venía enferma desde sus antepasados españoles y que heredó el poder hasta hacer la Constitución de Rionegro de 1863, (federalista); luego la constitución de 1886, (centralista) para  seguir de familia en familia hasta llegar a la patria boba y por supuesto,  a otra confrontación entre partidos: La Guerra de los mil Díaz. Y otra vez el olor de la muerte rondando en los campos (cien mil muertos), la desolación, el dolor, la impotencia y además la perdida de Panamá.
Los partidos que heredamos de Bolívar y de Santander, doblaron la esquina del siglo XX, y siguieron arraigados en el poder hasta el cansancio, no sin antes pasar por permanentes pugnas entre los grandes jefes de la política que pausadamente sembraron la “Patria”,   de Camposantos en todos los lugares de las grandes batallas para consolidar la avidez del dominio total de la contienda. Con ejércitos nacionales o regionales conformados por mestizos, zambos y mulatos bajo la dirección de blancas estirpes, nuestros campos y ciudades se nutrieron de sangre y abonaron el olvido.
Aunque nuestros sometidos hijos de la pobreza en algunas ocasiones se sublevaran siempre fueron castigados con rudeza y sin contemplación alguna; así se tejió la “Masacre de las Bananeras” en 1928, que casi fue borrada de la memoria histórica del pueblo colombiano, solo para proteger las compañías americanas que explotaban las tierras productivas de la “Nación”.
En esa confrontación entre Liberales y Conservadores por fin surgió un “Caudillo”, Jorge Eliécer Gaitán, liberal que no pertenecía a las élites del partido: él quiso cambiar el rumbo de la historia pero fue eliminado del camino. Vino el levantamiento, el llamado “Bogotazo”, y desde entonces la violencia permanente se  extendió por los campos en un acto de rebeldía contra las instituciones y del otro lado la violencia de la oficialidad de la llamada “Patria”; acallando con las armas y la mentira todo grito de rebeldía.
“La Violencia”. Una continuidad increchendo de la guerra arcaica que se engendró desde el siglo XIX. Guerrillas liberales resistiendo la ofensiva conservadora y por supuesto el lenguaje se salpicó de palabras que identificaban personajes que desde su ser profundo practicaban La Sevicia: Chusma, Bandoleros, Chulavitas, Pájaros, que por dinero protegían a sus gamonales regionales y  extorsionaban a la población practicando al mismo tiempo masacres, y “cortes de franela”, en una descomposición ética sin límites ni escrúpulos.
Y como siempre La Silla Del Poder arreglando el acontecer de la Historia Rota. Pacificación de las guerrillas del llano, indulto, amnistías, prometiendo  terruños y para eso “Chivos expiatorios”. Vino el General Rojas y con el arte de la demagogia calmó los ánimos y todos salieron a las plazas públicas para firmar el fin del exterminio.
Poco a poco todos los líderes guerrilleros fueron asesinados “Guadalupe Salcedo” entre otros, y por el otro lado, todos los llamados chusmeros y bandoleros también fueron traicionados, y ejecutados por el ejército nacional. (Sangre Negra, Desquite etc. etc.); sucumbió El General, el Dictador.
El arte de reglamentar las normas para « Gobernar » no se hizo esperar; los genios de la Patria enferma engendraron El Frente Nacional. Eran los tres quintos del siglo XX que rodaban oxidados mientras los poderosos del universo instauraban la guerra fría y en el lomo del caribe, Cuba se liberaba del detestable Batista. Eran los años de la Primera Revolución que cambio el ritmo de la historia.

Mientras tanto Guillermo León Valencia Presidente de la honorable República de Colombia, preparaba la primera gran ofensiva contra las llamadas Repúblicas independientes de guayabero y el pato; eran los reductos de las guerrillas liberales que nunca se sometieron y que mutaron a guerrillas revolucionarias bajo la influencia de las ideas comunistas. Allí el legendario Tirofijo y otros con sus valerosos muchachos fundaban las FARC y rompían el cerco. El Estado y sus Fuerzas Armadas con nuevas tecnologías de la guerra y apoyados por los EEUU aplicaban la doctrina de La Alianza Para El Progreso, para frenar las insurrecciones en América Latina y ahogar con el bloqueo la Revolución Cubana. La palabra Democracia como un OGM mutó a demagogia y aun hoy persiste su cultivo.

La revolución Cubana engendró al ELN y allí revitalizó Camilo Torres Restrepo la imposibilidad de la práctica de la Democracia diciendo: “Las vías legales para la participación política están agotadas” y se unió a la guerra de guerrillas. Más tarde aparecería el EPL influenciado por el Maoísmo que con el mismo propósito y desde los campos, abrazaba la Guerra Popular Prolongada.

Lúcidos Padres de la patria se alternaron el acto de gobernar, se modernizo el ejército y la guerra contra la insurgencia continuó con más ahínco. De la guerra arcaica se pasó a la guerra de las nuevas tecnologías, la informática tuvo su aplicación , la tortura , la desaparición  forzada, el delirio de ganar la batalla final se volvió obsesión, las cárceles se poblaron de perseguidos, el narcotráfico y el paramilitarismo se incorporaron a la contienda, con la complicidad del estado, la corrupción se institucionalizó; la podredumbre creció como una legión de ratas, se asesinaron candidatos de todas las corrientes: Pizarro del M 19; Galán del Nuevo Liberalismo; Pardo Leal de la Unión Patriótica; entre otros. En la trashumancia  de millones y millones de desplazados, se exterminaron militantes políticos de oposición, se incrementaron las masacres campesinas. Las ciudades se poblaron de miseria y viendo transitar la catástrofe  en silencio  la sociedad cerró los ojos.
Sin embargo, en los últimos diez años del  siglo XX  nuevos acontecimientos se fueron sucediendo: el M-19 y el EPL se incorporaron a la vida civil y política, creyendo en la PAZ. El narcotráfico como fuerza económica se infiltró en la política y comenzó a bordear los senderos del poder, el estado acepto cambiar la constitución y surgió la del 91, (condición de la negociación entre insurgencia  y clase política). La fatalidad nos sorprendió un día cualquiera con la aparición del Paramilitarismo y el afianzamiento de la extrema derecha. Allí estaban los ganaderos, los gamonales, los industriales, y poco a poco en la medida de sus necesidades económicas el narcotráfico; pues una legión de mercenarios privados exige mucho dinero para carburar, y una parapolítica perfecta es la maquina aceitada para justificar todos los actos que laceran la justicia y la dignidad humana.
Como un soplo el siglo se evaporó y en el nacimiento de un nuevo milenio la complejidad de nuestra autodestrucción se fue transformando en una horrible noche interminable.
Colombia se enfermó de paranoía, de desamparo, de miedo, de impotencia, la vida perdió su esencia y los sicarios pulularon como el anofeles. La devastación del territorio se volvió una pústula, y en el campo ríos y ríos de fluido vital se esfumaron en los  laberintos de la amnesia. La palabra terrorismo se volvió el cáncer a combatir en todos los rincones de La Patria, y los habitantes respirando impotencia fuimos cercados por la avaricia de unos pocos que aún se sienten poderosos.
No hemos podido ser un pueblo soberano donde la multiculturalidad, la riqueza de nuestras razas, la alegría de nuestra música; el ingenio para resolver la dificultad, el humanismo y el acto del trabajo, la solidaridad y la generosidad, y con ello la “Palabra” y “el Acto” prime sobre el odio y la venganza, fuimos sometidos por el miedo y la muerte que creció como la peste y se arraigó de generación en generación en nuestros seres. ¿Quién podría decir lo contrario para coronarlo como el rey de la mentira?

Cuando los enemigos cansados se sentaron y dieron su palabra para parar la guerra
vinieron a preguntarnos a todos que si queríamos la paz “todos dijeron que Sí”
Acompañado de un retumbe de tambores… Sí…Sí…Sí

Quién podrá entonces dejarse engañar
cuando podemos hoy cambiar la historia
Cuando hemos logrado parar la batalla
que fue siempre una pesadilla
Cuando ha llegado la hora de escucharnos
Cuando perdonar es el acto del agua para la sed
Cuando pedir perdón es sentir el dolor del otro
Al Alba cesará la horrible noche
Para que la infancia retocé y sueñe siempre
Para que todos aprendamos a hablarle al viento
Que lleva siempre cinco siglos sin olvido

Voto Sí para extirpar la guerra y la masacre

Volver a nacer…, Catarsis, Catarsis!

París 12 DE SEPTIEMBRE DE 2016


*Poeta y narrador colombiano residenciado en París. Cofundador  en 1990 de la Revista Literaria Vericuetos-Chemins scabreux. Autor de los libros: Instantes y profanaciones, Memoria del ocio, Versos líquidos y otros textos.


NOTAS SOBRE LA ESTETIZACION DE LA CULTURA



CARLOS FAJARDO FAJARDO*

El capitalismo artístico
Cambio de civilización, ruptura generacional, transformación de los imaginarios y de las sensibilidades culturales. Cambio de la concepción del arte y de la creatividad. Con temor u optimismo estas premisas inundan casi todas las esferas del mundo contemporáneo. ¿Desde dónde y cómo se están procesando estos cambios de percepciones y de imaginarios globales? ¿Cómo entender la grandiosa máquina que fabrica sueños, ilusiones de entretenimiento en la cultura masificada? De esto último tratan estas notas; unas cuantas reflexiones sobre la estética y su fusión con la vida cotidiana.
Algunos teóricos le han llamado Estetización del mundo (Lipovetsky y Serroy, 2015) a la integración de lo estético con la cultura de masas, o bien cultura Mainstream, cultura para todos, cultura barata, promocionada a través de las denominadas por Fréderic Martel “industrias creativas”, que “formatean” masivamente pasiones, sensaciones, ideas, para el consumo.
Tanto en Bombay, Taiwán, Buenos Aires, Bogotá, París, Tokio, Sao Pablo, México D.F., Hong-Kong, Dubái, Nueva York, Miami y otros puntos del mundo, la estetización se expande dominada por Estados Unidos con un 50 por ciento de las exportaciones de bienes y productos culturales, seguido por la Unión Europea con cerca del 27 por ciento (cf. Martel, 2014, p.415-416). Es una globalización de contenidos que homogeniza y a la vez heterogeniza la cultura, produciéndose una dinámica de globalización y localización permanente, una dialéctica regional y global donde todo se mezcla, se fusiona, se excluye e incluye nacional y trasnacionalmente.
Impulsada y promovida por las “industrias de contenidos” esta “diversidad estandarizada”, se proyecta como un Leviatán que repercute en las sensibilidades. Por estas razones “los medios e Internet ahora están mezclados, ya no cabe hablar de industrias culturales; verdadero oxímoron, si no de industrias de contenidos o industrias creativas […]. Asistimos pues a una transformación radical de la geopolítica, de los intercambios de contenidos culturales y mediáticos” (Martel, 2014, págs. 419 y 423). Una nueva dimensión del pensamiento, un nuevo colonialismo de simulada democratización mercantil y mediática se está produciendo desde y por los oligopolios en el siglo XXI.
Desde esta cartografía de los procesos globales, la desventaja de la llamada “alta cultura” ante la cultura Mainstream es notable. Es evidente que se encuentra a contracorriente de las nuevas cartografías sensibles. La cultura ya no es un paradigma humanista, ni es la más alta conquista del espíritu; sus propuestas ya no significan casi nada para el mundo de las rentabilidades, salvo en el caso de las obras pictóricas y visuales de artistas consagrados o mitificados por el mercado y la historia del arte. Cambio de escenarios, nuevos decorados.
¿Debe adaptarse a esta era de Internet y de mercados globales la esfera de las artes clásicas y tradicionales para no hundirse en el olvido? Lo cierto es que el arte ha entrado en los procesos de expansión y de mezclas entre la esfera de lo cotidiano, la economía del mercado y los medios. Más que un asunto paranoico, esta situación es una oportunidad para ingeniar estrategias diversas que deben emprenderse desde adentro y desde afuera de todos los procesos de globalización económica, mediática y digital. Entre proteger y mantener la memoria de la cultura humanística, junto a las posibilidades que brinda la era digital; entre la gravedad de la historia y la levedad de las individualidades; entre las obras trascendentales modernas y los flujos efímeros, procesuales de programación globalizados; entre la heterogeneidad cultural y una diversidad estandarizada se debate el arte y la estética de nuestra época.
De lo kitsch a lo chic
Fluye pues este mundo global de una manera inasible e incontrolable; fluye a través de las redes simbólicas, digitales, mercantiles; se filtra en todos los ámbitos del mundo de la vida, masificando el llamado “capitalismo artístico” a través del espectáculo, la emocionalidad, la seducción, el placer, la belleza, lo estridente, lo grotesco. Esta gigantesca ola crea fusiones, hibridaciones de todas las esferas culturales, uniendo lo altamente de calidad con lo inmensamente mediocre; al arte tradicional con el arte del publicista mercantil. La época del art business triunfa y las obras ya no se juzgan por su valor estético, sino por sus aspectos financieros y apuestas comerciales. Adiós a su espiritualidad transformadora. Paso del artista trascendental, que proponía ideas revolucionarias y existenciales, al artista showman vedette. Todo se estetiza para seducir sensorialmente. Cualquier bien de consumo se diseña estéticamente con una finalidad con fin: seducir al cliente con un valor de cambio estético.
Entonces, entramos a un consumo voraz, eufórico de los objetos, generando una cultura de lo agradable, una cierta forma de ser. Así, la estetización no es solo objetual, sino existencial, vivencial. Estética expandida a todo y a toda hora; funcionalismo mezclado con formalismo artístico que encontramos en el diseño industrial, los accesorios, los suvenires, las baratijas, ornamentos, la decoración del hogar, en diseños deportivos, la publicidad, las redes sociales, el vídeo, la fashion, en coreografías, el diseño de interiores, en el ornato callejero, en murales, conciertos masivos, centros comerciales, la fotografía casera, las vitrinas…
Embuídos en esta cultura estetizada, es el kitsch lo que más ha proliferado en la era de las rentabilidades. Exaltado, admirado, deseado y consumido de forma rapaz, el kitsch genera un sentimentalismo orquestado acorde al gusto impulsado por los patrones del mercado. Vemos entonces aparecer una estética centrada en la imagen y la relajación. Permeada en toda la sociedad, esta estética terminó como asunto de distinción, de aceptación, admiración, “algo chic” y carta de presentación.
Fin de la ontología trascendental estética, secularización total del “mundo sagrado” del arte y del artista. De modo que, al decir de Lipovestsky, “la época del artista maldito ha
caducado: ahora estamos en el momento transestético en que lo importante no es tanto la creación como la fama, en que los artistas de renombre tienen una categoría de estrellas reconocida en la prensa mayoritaria, en que los precios de las obras parece el signo de su valor artístico, en que la notoriedad de los artistas se construye como una marca. En la hora del capitalismo artístico, los medios se imponen como las nuevas plataformas de consagración de talentos, la notoriedad pasa cada vez más por los caminos de lo espectacular, la comunicación, la mediatización: los mismos que los de la moda” (2015, p.74)

Bajo el imperio de los mercados financieros y de la estetización superficial, el intelectual y el artista pierden importancia ya que van desapareciendo sus lectores y escuchas. La figura del intelectual creador que engendra dudas, preguntas y estremecimientos, aparece como algo estrambótico, difícil, pesado, aburrido1. Los intelectuales y creadores críticos quedan entonces en la campana del vacío, sin auditorio, con una escasa, se diría inexistente, audiencia, en medio de una globalización ecónoma funcional, agresiva, que lo silencia simbólicamente y a veces hasta de forma real. Destierro simbólico y real; trivialización y desaparición casi total de su importancia histórica.
Por tanto, la trascendencia es impuesta por las lógicas de la oferta y la demanda y por las ganancias que pueda alcanzar un artista en la euforia espectacularizada de su imagen y no tanto de sus propuestas creativas. “Egotecas” virtualizadas, pantallizadas, promocionadas al mayor y al detal, algo que no es nuevo en la historia del arte moderno, pero que hoy por hoy es una finalidad suprema por su exhibicionismo artístico2.
El arte es asumido entonces como simple accesorio, acompañamiento y entretenimiento que en cualquier momento se deshecha y que no impacta sacudiendo una norma, ni afectando una vida. Es el turismo zapping en los museos, donde se expresa la caída y el abandono de un arte liberador del espíritu. Cierto, hoy tenemos mayores posibilidades de observar y admirar más arte que antes, pero éste ha dejado de ser la magna aisthesis, una de las más grandes conquistas humanas. “Democratizar la creación artística, como pedía Beuys, democratizó la mediocridad y la convirtió en el signo de identidad del arte contemporáneo. Ni todo el mundo es artista, ni estudiar en una escuela nos convierte en artistas” (Lésper, 2016, p.35).
Los reality show y la representación de la vergüenza
Es un hecho: los reality show gestionan e impulsan la competencia, las habilidades y destrezas de unos sobre otros, el proceso selectivo excluyente, la noción empresarial de las ganancias como premio. De igual modo, sintetizan una estrategia tradicional donde los jueces ponen en funcionamiento las formas de humillar, infantilizar, rebajar y burlarse del otro que ha realizado mal la tarea. Así, la burla y el humor hostil, caricaturesco, prima sobre el concursante humillado. Lo increíble de esto es que es aceptado como una lógica normativa natural, con un aterrador “así debe ser”, lo que hace pensar que se justifica el temor como parte integral del aprendizaje. Entonces, el plató televisivo se convierte en un espacio que espectaculariza el miedo, el llanto ante la alegría o el fracaso, la exposición de la vergüenza y la humillación, lo degradante, lo terrorífico deliciosamente aceptado. Este show y shock del dolor y de los miedos es mostrado, insistimos, sin pudor ni dignidad ante los mismos participantes, la gran audiencia y los jueces. Éstos se muestran como observadores insensibles ante el sufrimiento, expectantes e implacables en sus calificaciones. Las cámaras registran los rostros en primer plano: he aquí el masoquismo visual de una sociedad plena de golpes y estremecimientos, mientras los televidentes miramos ansiosos los premios y castigos. Entretenimientos a costa del dolor y el goce del otro. En estos escenarios competitivos las lógicas de la urgencia, de lo efímero, de lo inmediato, lo fugaz se hacen palpables en la voracidad entre todos. Una pulsión antropofágica prospera de tal modo que muchas veces es lo depredador y violento lo que prima con un individualismo incivil mordaz.
Un ejemplo de esto lo tenemos en el reality Master chef, una competencia de cocina creada por Franc Roddam en el Reino Unido en julio de 1990, actualizado en febrero de 2005 por la BBC, desarrollado en el 2009 en Australia con el formato actual y estrenado en Estados Unidos el 27 de julio de 2010, con una segunda temporada el 6 de junio de 2011. Desde entonces la productora Shine Group ha vendido este reality como franquicia a varios países del mundo. En Colombia su primera edición fue transmitida por Rcn en el 2015.
Es el espectáculo del más audaz, del mejor, la carrera de los afanados, exitosos, fuertes, vivarachos, síntesis de las trampas deliciosas individualistas. Sus estrategias son patéticas: desconocer la autonomía crítica de los participantes, su derecho a disentir, a “abrir la boca”; promover el miedo al tirano que juzga, castiga y excluye; proyectar un imaginario sumiso, obediente, felizmente respetuoso de lo establecido. Es un ir hacia atrás de lo tímidamente conquistado por la modernidad en las esferas políticas y culturales; un destrozar la ética de la alteridad, del diferente, del respeto, lo solidario, del diálogo y la dignidad. De modo que, muchos de estos realitys son una apología a la corrupción entre promotores, jueces y participantes; al juego sucio, a la conducta desleal; es la competencia del “vivo” contra el “bobo”, lo que activa y legaliza las lógicas de la trampa, de la mentira, la estafa, el aniquilamiento, como estrategias aceptadas para lograr los objetivos en este espectáculo que oferta lo ridículo. El mercado las oferta, los medios la publicitan.
Tales son los propósitos de estas industrias del show y de efectos publicitarios: ofrecen diversión trivial, felicidad a cambio de silencios, miedos y aceptación. Se promueve una mentalidad conciliadora y de sumisión entre los destinados a la obediencia. Los grandes grupos mediáticos empresariales eligen en los reality show lo que “debe” y “puede” ser visto, escuchado, transmitido. Organizan los gustos según sus preferencias, construyen un perfecto matrimonio entre los medios y los poderes políticos, económicos, proyectan sentidos, sensibilidades, imaginarios, ejerciendo influencias muy poderosas en la vida cotidiana. La estrategia es legitimar el orden jerárquico, distribuir, difundir y hacer circular el miedo, el servilismo, la humillación, el temor y el castigo aceptado.
Referencias
Cruz, Kronfly, Fernando. (2010). Introducción: La barca pedida en el océano de nuestro tiempo. En: Fajardo Fajardo Carlos. Rostros del autoritarismo. Mecanismos de control en la sociedad global. (P. 9). Bogotá: Le Monde Diplomatique. Edición Colombia.
Lésper, Avelina. (2016). El fraude del arte contemporáneo. Cuatro ensayos críticos. Bogotá: Libros Malpensante.
Lipovetsky, Gilles (2015). La estetización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artístico. Barcelona: Anagrama.
Martel, Frédéric. (2014). Cultura Mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas. Buenos Aires: Taurus.




CARTAS DE LOS LECTORES


AMIGOS CONFABULADOS: Asistí a la exposición del maestro Eduardo Esparza y me pareció excepcional. Una nueva forma de color, una profunda visibilidad de sus espacios interiores. Hermosa toda su obra y el catálogo que repartieron. Juan Felipe Hernández.

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CONFABULADOS: La magnífica exposición de Eduardo Esparza y el nutrido público presente, son la comprobación, una vez más de que hay un gran movimiento pictórico que se está tomando la ciudad. Bien por todos los artistas colombianos. Sofía Arbeláez Ponce.  

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CONFABULADOS QUERIDOS: Muy significativos los poemas del poeta Janacs. Lástima que en Colombia no se consigan sus obras. Gracias por publicarlo y hacernos partícipes de esas voces que sólo a través de ustedes podemos conocer.  Lariza Arias Martínez

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 CONFABULADOS: Maravillosos poemas los que publicaron de Juan Sebastián Gaviria. Un poeta muy joven que desde ya nos alegra con la hondura de su poesía. Andrés Restrepo Jaramillo. Estudiante de Literatura. (Antioquia)






* Poeta y ensayista colombiano.



1 En palabras de Fernando Cruz Kronfly “el artista crítico, el intelectual que denuncia lo indebido no han desaparecido todavía de la sociedad y de la cultura por el simple hecho de haber dejado de existir, sino porque no tienen a nadie a quien decirle nada. Lo que ha desaparecido de la sociedad y la cultura contemporáneas es el interlocutor interesado en la crítica, lo que se ha esfumado es la audiencia del intelectual pensante e ilustrado que la modernidad produjo, y de los cuales quedamos por allí algunos fósiles”. (2010, p.9).
2 Para Avelina Lésper “nunca antes en la historia del arte habían existido tantos artistas. Con la invención del ready-made surgieron los artistas ready-made. Esta idea que demerita la individualidad en favor de la uniformidad está destruyendo la figura del artista. Con la figura del genio el artista era indispensable, y su obra insustituible. Hoy, con la sobrepoblación de artistas, todos son prescindibles y una obra se sustituye con otra, pues carecen de singularidad(…) Ya no hay creación; por lo tanto, no necesitamos artistas” (2016, p.36)