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VIENTRE DE LUZ / VENTRE DE LUMIÈRE
VER EL MUNDO EN UN GRANO DE ARENA Y LA VIDA EN UN COLOR
Por Luis Rafael Gálvez*
Howard Hodgkin (1932 - 2017)
'La mirada, y el acopio de los fragmentos de la
mirada, nunca puede completarse' dijo Susan Sontag en su brillantte ensayo On Photography (Sobre la
fotografía) publicado en
1977, que curiosamente no está ilustrado con ninguna fotografía
Trece años después (en 1990), Susan Sontag unió a su
talento intelectual y literario el talento artístico del pintor inglés Howard
Hodgkin. The Way We Live Today.
(La manera en que vivimos hoy) fue el resultado de esa
colaboración. Ella tenía entonces 57 años y él 58.
El lugar de residencia de Hodgkin osciló entre el frío y la
neblina gris de Londres y el colorido y cálido clima de varias ciudades de la
India, sobre todo Bombay -ahora Mumbay, que tanto se reflejan en sus obras.
El suyo, es sin duda un exquisito trabajo de
de-construcción a través del color. Si pudiéramos reducir la riqueza de un
cuarteto de cuerdas al canto (y al silencio) de un Stradivarius, estaríamos
haciendo en el mundo de la música lo que Hodgkin hizo magistralmente en el
mundo de la pintura.
Se han hecho muchos comentarios -agudos y muy admirables-
sobre la obra de este gran pintor; sin embargo, es otro gran artista y
poeta británico (William Blake) quien nos brinda el atisbo más breve y certero
para definir a Hodgkin: "Ver un mundo en un grano de arena"...
palabras a las que añadimos agradecidos: y
la esencia de la vida en un color
*Poeta y traductor
peruano
COLOMBIA EN PAZ
Por Rodolfo Alonso *
Es tal la saña con que el
neoliberalismo aflige sociedades y naciones, que acaso los latinoamericanos no
logramos valorar la victoria de uno de los nuestros. Colombia ha puesto fin a
una guerra fratricida de casi siete décadas. Comenzó enfrentando liberales y
conservadores tras el asesinato de Gaitán, hasta volverse especialmente trágica.
Con inteligencia y firmeza, el gobierno y las FARC lograron un acuerdo. Y ya
comenzó un arreglo similar con el restante ELN.
Por el camino quedó felizmente, como
un mal recuerdo, la traición de otro gobierno diezmando a los reconvertidos
dirigentes de la Unión
Patriótica , que habían aceptado dejar las armas.
Siempre es buena noticia cuando
estalla la paz. Quizá por eso recordé un viejo poema, surgido allá en tiempos
de la Guerra Fría
y que, habiendo circulado primero localmente, no sólo en el país, fue
convertido por la Unesco
en el único bilingüe para la contratapa de su antología La paix, invincible espoir (Bruselas, 1978), destinada a los
alumnos de sus escuelas europeas. Y hoy quiero rescatarlo, como humilde
homenaje, para nuestros hermanos del querido pueblo de Colombia, tan bella como
desgarrada y capaz de renacer, de pura y santa resiliencia.
Por
la desesperada luz, la noche blanca
de
los niños enfermos, por el cantor alquilado,
por
el silencio y los parientes pobres,
por
la lógica del amor y la razón de vida,
por
el sueño, por los sobreentendidos
que
nos unen y a veces nos separan,
por
la muerte legítima,
por
la tenaza, el pincel y la tijera,
por
el vaso y el mar,
por
el hierro pero no por las cadenas,
por
la perra del ciego y los ojos que vendrán,
por
la mano y la memoria,
por
la risa de la lluvia y la tibieza
de
algún sol sobre una espalda miserable,
por
el vuelo y la pesca,
por
todas las palabras que nos faltan,
yo
digo ahora tembloroso
no
sin cierta desconfianza también una palabra pequeña
PAZ
* Poeta, traductor y ensayista argentino
HABLEMOS DE CINE
Por Omar Ardila
MIRAR EL ARCHIVO PARA VOLVER A PENSARNOS
El ensayo documental Cesó la horrible noche (2013) de Ricardo
Restrepo, retoma un discurso que se ha hecho canónico en el cine colombiano,
aquel que asegura que nuestro cine versa sobre la “realidad”, que hay una
marcada tendencia hacia el “cine social”, que se ha utilizado el cine como un
espejo en el que miramos nuestras
problemáticas (nuestra larga noche)
como país. Pero ¿qué tipo de realidad es esa que se cree ver? Si retomamos a Walter
Benjamin cuando dice que lo que el cine posibilita no es una reproducción de la realidad sino una producción de la misma, nos surge
inmediatamente la inquietud de saber si realmente el cine colombiano se ha
preocupado por producir esa nueva percepción de la realidad o simplemente se ha
quedado en la antigua búsqueda estética de la representación. Creo que es prematuro aventurar una respuesta, pero
quizás, al mirar el trabajo de Ricardo Restrepo, podamos encontrarle algunas
fracturas a ese discurso canónico de la representación.
En Cesó la horrible noche, desde los créditos iniciales se escuchan
unos breves fragmentos del himno nacional, los cuales son matizados por el
epígrafe de William Ospina preguntándose sobre cuál sería la horrible noche que
cesó a finales del siglo XIX cuando se escribió dicho himno. Enseguida, ondea
la bandera al fondo de la imagen. Evidentemente, se alude a unos referentes
básicos de nacionalidad, pero no se queda en la lectura ligera sino que intenta
complejizarlos a partir del encuentro con la potencia de los archivos fílmicos.
Luego de ubicar la ciudad de Bogotá como espacio central, se remite a las
filmaciones hechas por el padre del autor (el médico Roberto Restrepo) en abril
de 1948. En el trasfondo continúan los coros agónicos de otros fragmentos del
himno, mientras se intercalan imágenes de interiores que nos dan una idea de
cómo eran las casas de la época, hasta centrarse en un plano cerrado sobre una
de las placas conmemorativas de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán (la que reposa
en el sitio donde fue acribillado el caudillo liberal). En ese momento, la voz
del narrador nos anuncia el punto de partida de la reflexión fílmica: “el
asesinato de un hombre nos grabó una fecha en la memoria del desastre. 9 de
abril de 1948”. – Una bandera raída y ensangrentada forma una cruz sobre el
piso –. “La violencia comenzó hace cinco siglos pero ese día quedó registrado
en la historia colectiva de Colombia”. Y el director se pregunta “¿Cómo
explicar esta barbarie y la injusticia desde un relato familiar?”.
Frente a ese cine social
colombiano tan inmediatista, concentrado en problemas coyunturales, el director
se propone mostrar una visión más amplia que vincule las problemáticas dentro
de un proyecto macro, el cual sí podría entenderse como de “nación oficial”. Es
a partir de los archivos fílmicos y de los textos del abuelo (realizados hace
más de 65 años) que se hace la indagación. El abuelo había venido de Manizales
a Bogotá a fines de la II Guerra Mundial. Su entorno correspondía al de una alta
clase social. Era un intelectual decepcionado de su patria, que descubrió el
poderío de los otros por medio de sus filmaciones. Esos otros que desde los
cánones oficiales no eran “dignos de ser filmados”. Su gran interés era mostrar
las profundas distancias (de los privilegiados y los de a pie) por medio de
panorámicas de las ciudades, de imágenes etnográficas de los lugares visitados
(donde reside el “gran valor” de ese país ignorado), de los campesinos (para
ese momento la mayoría de la población) entre quienes se iniciaría el fuego, la
desolación y la barbarie luego de que tres tiros encendieran a una nación
gracias al fanatismo de los partidos y a la gran crisis socio-política que
pareciera no tener fin. Aquí valdría la pena preguntarnos si es la “violencia
política” lo que nos define como país y si debemos mostrarla casuística y
permanentemente como ha sucedido en gran parte del cine nacional ¿Hasta qué
punto esto es inmovilizante? Porque es cierto que mostramos ¿Y luego qué pasa?
¿Dónde está la potencia del movimiento social que trasciende la mostración? No
es que se esquive la denuncia, pero es hora de ir más allá, tal como nos parece
que lo propone Ricardo Restrepo.
En cierto fragmento, quizás
onírico o utópico, ciertas imágenes ralentizadas nos muestran una manifestación
con banderas rojas corriendo hacia un indeterminado horizonte (¿acaso el
triunfo de la angustia o de la desesperación?) y en off, la voz de una
alocución nos da cuenta sobre el avance del movimiento gaitanista (que no
liberal, aunque fueran éstos segundos los beneficiados con la muerte de quien
muy seguramente les habría quitado el poder): “Apodérense del gobierno… viva el
partido liberal… a las armas…”. Luego, un inteligente cambio de perspectiva nos
deja ver imágenes que ahora abordan a los manifestantes de espaldas, teniendo
ya un horizonte definido: el centro de la ciudad, el corazón del poder. Y de
nuevo se hace un necesario corte para mostrar lo que realmente vio el doctor
Restrepo al otro día: los cuerpos desmembrados, calcinados, las casas
destruidas, y en medio de la calle unos transeúntes que miran la cámara con
distancia, sabiéndose poseedores de su propia mirada, de su terrible
desgarramiento. Como bien hace notar Edgardo Gutiérrez, el cine ha cambiado la
“percepción de lo real”, en adelante, la identificación con la cámara se hizo algo cotidiano, el
estatus de voyeur se arraigó y de ahí el crecimiento del gusto por mirar y ser
mirado (1).
La reflexión de Restrepo
evidencia el triunfo de la muerte, pero más por el desbocamiento de la turba
que condujo a que se mataran entre ellos mismos. Es por eso que hoy seguimos
sin entender ese terrible contraste ¿Dónde quedó el sueño de la revolución, la
posibilidad tan cercana para el cambio? Quizás una de las últimas secuencias nos
brinde una mirada certera cuando, tras retroceder las imágenes, se vuelve sobre
el plano con la bandera raída y tirada en el piso mientras el cuerpo de un militar se exhibe tratando de
protegerla. Al final, el director nos aclara el alcance de su búsqueda, la que
antes que intentar conclusiones se propone generar más interrogantes, pues es
consciente que aunque se vuelva a un hecho real, toda descripción que se haga
de él es incompleta. Por eso prefiere cerrar con una triste dedicatoria que
acompaña el regreso de un soldado en medio de los escombros: “a la zozobra por
la suerte de esta patria futura, con la infinita vergüenza de ver lo que
somos”.
Finalmente, me parece oportuno
entrelazar la búsqueda del filme con la reflexión teórica de Pasolini, quien proponía
pensar el mundo de lo real más allá
de la realidad, es decir, representar
lo irrepresentable, teniendo en cuenta que el filme crea una realidad (su
propia realidad) incluso formal, pero no cuenta, como en la literatura, con una
realidad ya definida (la lengua) sobre la cual trabaja acogiéndose o
subvirtiendo sus códigos. Pasolini también afirmaba que la realidad habla por
sí misma a través de su sistema de signos, lo mismo que el cine. “¡La realidad
es un lenguaje! Lo que hay que hacer es la semiología de la realidad; no la del
cine”. La realidad se habla a sí misma, y el cine se encuentra en medio de esa
conversación para dar cuenta a través de su mecanismo, de cómo el arte tiene
una presencia directa en la conformación y el cambio de la realidad. Por eso es
importante hacer la diferencia entre reflejar
la realidad y escribir la realidad. Ese reflejar
tan acogido como herencia del neorrealismo (en una lectura chata de ese
movimiento) conduce a una ligereza ingenua que no permite evidenciar el artificio
que siempre está detrás de una creación cinematográfica. Por su parte, escribir lo real es saber que no se
cuenta con un código definido, que hay infinitas expresiones de lo real y que
el cine nunca acabará por juntarlas todas, sino que producirá recortes de esa
realidad y esto, aunque arbitrario, es la mejor manera de que lo real logre
mostrarse. La imagen, pues, está vinculada con la realidad, de ninguna manera,
separada de ella. Pero no es una representación de ésta, la imagen es realidad,
está en “su construcción, la configura, le da sentido, percepción y le otorga
valor (significación)”.
Notas
1. Gutiérrez, Eduardo, Cine y percepción de lo real, Buenos Aires, Las cuarenta, 2010.
2.
Pasolini,
Pier Paolo, Empirismo Herético,
Córdoba, Brujas, 2005
* Omar Ardila Murcia. Poeta, ensayista y
analista cinematográfico. Ha publicado: Alas
del viaje en un instante (2005), Palabras
de cine (2006), Corazón de Otoño
(2010), Espejos de niebla (2012), Antología de poesía anarquista –Tomos I y II
(2013), Cartografías cinematográficas
(2013), Esquizoanálisis y pensamiento
libertario (2015), Devenires menores
(2015) Luces sobre las piedras
(2016), y Las cinco letras del Deseo
–Antología latinoamericana de poesía
homoafectiva del siglo XX (2016). Es creador de los blogs: Cine Sentido y Pensar, crear, resistir.
POEMAS DE LA RAZÓN NOCTURNA -ANTOLOGÍA
Enrique Moya *
LA PIEDRA DE HERÁCLITO
Sabemos
que la misma agua
no
pasa dos veces
por
el mismo cauce.
Sabemos
que la misma piedra
no
es pulida dos veces
por
la misma agua.
Sabemos
que cada mañana
un
río nuevo amanece
y
al entrar la noche se hace océano.
Sabemos
entonces
que
de los tantos ríos que han pasado
por
un mismo cauce
queda
como testimonio una isla,
habitando
entre aguas invisibles,
testigo
mudo de que esa piedra
sin
moverse
ya
estuvo en el mar.
MI ALMA ES UNA HOJA
Me
libero de la rama.
Reposo
en la tierra
resucito
luego en la mente de un gusano.
Soy
pensamiento de un gusano
pensamiento
del pájaro que come a ese gusano
pensamiento
de un cuervo come pájaros
pensamiento
del zorro come cuervos
pensamiento
del perro cazador que atrapa al zorro
pensamiento
de una dama con su abrigo de zorro
pensamiento
del marido mordido apasionadamente
por
su dama en gratitud por el abrigo
pensamiento
del árbol en el cementerio
que
alimenta a sus hojas con los restos mortales del marido
luego
de ser mordido apasionadamente por su dama
en
gratitud por el abrigo
Mi
alma es una hoja.
PÁJAROS
¿Es
canto de los pájaros
el
canto de los pájaros?
Y
si es canto,
¿qué
cantan pues estos pájaros?,
si es que cantan.
FRACASOS
Luego
de cierta edad
en
la que hemos acumulado
uno
que otro éxito
del
cual es difícil estar satisfecho,
y
una cantidad considerable
de
fracasos
que
desearíamos modificar,
nos
hacemos más prudentes,
y
preparamos con mayor esmero
los
fracasos por venir.
* Enrique Moya es poeta, narrador, traductor literario, ensayista, editor
austriaco-venezolano, residenciado en Viena. Ha publicado trabajos de diversos
géneros literarios en periódicos y revistas especializadas de América Latina,
Estados Unidos, Asia y Europa. Poemarios: Memoria
ovalada, español-inglés (Eclepsidra, Caracas, 2000) Café Kafka bilingüe español-inglés (Labyrinth, Londres-Viena,
2005); Teorías de la piel-Manual del
desamor bilingüe español-alemán (La Bohemia, Buenos Aires, 2006); Ante la Tumba de Søren Kierkegaard,
español-sueco, (plaquette-Söderberg,
Malmö, Suecia, 2007), Poemas de la razón
nocturna. Antología (Monte Ávila, Caracas 2013). Narrativa: El mundo sin geometría (Eclepsidra,
Caracas 2013) Su
poesía ha sido traducida y publicada a más de diez lenguas. Lecturas de
poesía y conferencias de literatura en diferentes lugares y universidades del
mundo. Es Director del Lateinamerikanisch-Österreichisches
Literaturforum.
METAPHYSICA
Vosotros miráis hacia lo alto
cuando queréis elevaros.
Yo miro hacia abajo
porque estoy en las alturas.
Friedrich Nietzsche
(De: Así habló
Zarathustra)
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