Homenaje
El jueves 7 de julio a las 6,30 en Luvina Librería Galería Café,
(Carrera 5 No. 26C-06, se rendirá un homenaje a Gonzalo Márquez Cristo. Estarán
como oferentes Fabio Jurado, Carlos Fajardo y Amparo Osorio. Ojalá puedan
acompañarnos. Los esperamos,
Temperatura imaginaria
La significativa nota que publicamos a continuación, es el
testimonio de uno de los más importantes poetas franceses, sobre su lectura de
El Tempestario y otros relatos.
TeMPERATURA IMAGINARIA
Por Claude Fell
Los breves e
intensos textos de El Tempestario me producen fascinación, por su
temperatura imaginaria, por su concisión poética, por su provocación de
sorpresas, y me incitan a volver a las actas del Coloquio que organizamos en la
Sorbona en 1996 sobre las formas breves.
(París, Francia, noviembre 2 de 1998)
Mito
Volverás a salir de mi cuerpo hasta
cuando sepas tu nombre verdadero, y sólo entonces podrás partir, enceguecido...
y guiado por Antígona.
De lo inexorable
Soy uno de los genios heréticos que se
rebelaron contra el Gran Soleimán, hijo de David (¡que sobre los dos haya paz!)
Descifrando mis artilugios el
magnífico rey me derrotó y me castigó encerrándome en esta página, atrapándome
en sus líneas, utilizando sus palabras como lianas, obligándome por siempre a
este inútil monólogo exaltado.
Según lo establecido mi desolación
será eterna; y sólo me es concedida una efímera libertad, una interrupción de
mi condena, una huida de esta cárcel terrible de papel, durante el breve tiempo
que algún desprevenido lector ocupe mi lugar...
La decepción
Ardiente he recobrado el único amor
que entiendo y otra vez pertenezco a la noche. Ese extraño hombre a todos nos
engañó con la verdad... —estremecida dijo María de Mágdalo.
La elección del árbol
Él pensó que los traidores eran héroes
en la aldea vecina, que ser cobarde era perseguir otra causa, más humana, y que
la suya siempre fue una soledad incomprensible, imperturbable, que sólo el amor
soñado por ese profeta pudo producir.
Y como ya los había salvado a todos,
acopiaría su coraje y entonces... —pensó Judas.
Las tumbas de Arez
El hechicero dedujo que sólo
durante la agonía le sería factible realizar su obra maestra. Sabiendo que el
rey y su pueblo aguardaban en la distancia su prometido sortilegio, bebió el
lento veneno seguro de que con sus últimas fuerzas animaría las formas de
centenares de guerreros idénticos a él, capaces de avanzar temerariamente hacia
las hordas enemigas.
El tercer día de junio de 1384 en la
meseta de Arez la estratagema fue decisiva, y el rey contemplando la asombrosa
acción ilusoria juró que después del triunfo ordenaría construir un vasto,
extraño cementerio poblado por mil lápidas inscritas con el mismo nombre y
epitafio, para albergar las múltiples imágenes desdobladas del gran mago
heroico y fiel: del ubicuo muerto.
Tláloc
No, no puedo creer en un regreso que
siempre tenga la forma de la lluvia.
El cumplimiento
A bdu-l-Muluk llamó a su emisario y le
encomendó llevar un mensaje para el rey de la ciudad que había sitiado. Este lo
leyó y ordenó la ejecución del portador de la misiva.
Ante el fracaso de su misión envió un
segundo estafeta; quien conociendo el final adverso de su antecesor, rompió el
sello y leyó la peligrosa propuesta que decía: Ejecuta de nuevo al enviado
si deseas acometer la más difícil de tus guerras, o devuélvelo con un signo de
paz. Atemorizado el mensajero eligió desertar.
Abdu-l-Muluk esperó con impaciencia el
retorno de su enviado, y al no verificarse pensando que la respuesta era la
batalla, decidió emprender su ataque, rebasó las murallas de la ciudad sitiada,
asoló al ejército enemigo y usurpó el trono de Bahram.
Ante aquel desarrollo de la historia
el desertor optó por unirse a su ejército vencedor. Abdu-l-Muluk al reconocerlo
le dijo: Sospeché que habías sido ejecutado. No repruebo la traición; sin
embargo te pedí que llevaras un mensaje al rey de la ciudad sitiada. Ahora ese
rey soy yo, y como no has cumplido la orden he decidido para mañana tu último
amanecer.
La Risa del ahorcado
La aventura del viaje por el tiempo
Por
Gabriel Arturo Castro
En la obra poética de Henry Luque
Muñoz (1944-2005), compilada en un libro vital que lleva por título La risa del ahorcado (Editorial
Universidad Javeriana), domina la
expresión de una poesía meditada,
trascendente, llena de vigor, color, tono y calidez. Poesía que es
comunicada desde un movimiento elocuente e intenso, junto a la musicalidad de
la palabra y la luminosidad de las imágenes.
Luque asume la poesía como
provocación, libre de toda atadura retórica; nos invita a recorrer mundos
insospechados mediante la aventura del viaje por el tiempo y la palabra
sostenida, como diría Fredy Yezzed, compilador y prologuista de la antología:
“La herramienta más trabajada por Luque Muñoz, aparte de la imagen, la
metáfora, el símil y la alegoría, se manifiesta en el manejo hábil, sereno y
calculador de los contrastes. Algunos de los contrapuntos más visibles de su
poesía se dan entre el dolor y el placer, el bien y el mal, lo divino y lo
profano, la luz y la sombra, el tirano y el oprimido, el conquistador y el
indígena, lo bello y lo monstruoso, lo moderno y lo clásico”.
Luque Muñoz le infunde a la realidad
la carga de una animosa actitud emocional, los sueños del pasado despiertan
para actualizarlos en una clara vigilia. Allí siempre el símbolo juega parte
importante en la comunicación; el animal es un poderoso medio para expresar
afectos, debilidades, temores o ansiedades; y el drama atraviesa la obra para
definir su profundidad interior.
Advertimos siempre en La risa del ahorcado un decir vehemente,
una intensidad expresiva, sostenida, un espíritu rítmico logrado por la
agrupación de imágenes y la tendencia a recurrir al pasado para hacer una
lectura contemporánea de hechos históricos o episodios sublimados por la lírica
personal. Lírica que podemos definir como una mezcla de universos extraños, de
dureza en los motivos y presencia de lo fantástico, de lo espléndido, lo
maravilloso y lo raro. Lo fantástico hace que las reglas de causalidad propias
del mundo real se rompan en virtud de efectos sobrenaturales. Construcciones
imaginarias que fácilmente se condensan en nuestra realidad diaria.
Siempre esta palabra posee un afán de
interpretación y reconstrucción, donde el florecimiento de los motivos caen en
tierra propicia para la imaginación del espíritu.
La poesía vista desde este enfoque
posee cohesión orgánica, pues cada vocablo tiene una parte precisa, una función
por desempeñar: arquitectura con fervor, alejada de la frialdad, impetuosa
artesanía del lenguaje, fantástico juego de imágenes, atmósferas equilibradas
para que los sueños y pesadillas tomen forma, virtud de una escritura que hace
de un universo algo compacto, semejante a la unidad espiritual que tanto
deseamos, así sus páginas estén llenas de metamorfosis, evoluciones, mutaciones
y secuencias dramáticas.
Es que el lector puede asociar
símbolos e imágenes para darle al texto una continuidad necesaria de significación,
en medio de aquellos aires singulares e infrecuentes, antiguos y radicalmente
distintos, como una melodía litúrgica que intenta conjurar a través de la
ironía y el amor los aspectos terroríficos de la realidad.
Henry Luque Muñoz, en otras palabras,
sugiere y concibe que es posible desde la poesía trazar imágenes imperecederas,
resistentes al tiempo y al espacio. Pero todo parte de la imaginación del
autor, del juego de su palabra escrita, de su tiempo auténtico, mediante el
cual nos podemos remontar a cualquier época, pasada, presente o futura;
recrearla y convertirla en un mundo tangible.
Luego de un recorrido entusiasta por
libros como Sol cuello cortado; Lo que
puede la mirada; Libro de los caminos; Polen de lejanía; Arqueología del
silencio y el volumen inédito Antología
apócrifa, tenemos la sensación de haber
asistido “a un banquete de magia, intensidad y deseo”, según la justa
afirmación de Fredy Yezzed.
La edición de La risa del ahorcado es un
merecido homenaje para un gran poeta, ensayista, crítico literario y
profesor universitario.
Homenaje
Por
Gustavo Tatis Guerra
Algo de nosotros muere con la muerte de Gonzalo Márquez Cristo.
Algo puro estremece el silencio del cielo y se desgarra en nubes blanquísimas y
derrama las lágrimas del paraíso. El bosque lamenta la iluminada soledad de las
raíces y pregunta por el corazón de Gonzalo lleno de augurios y pájaros. El
bosque sacude la sombra errante del viento. El canto de las hojas se sumerge en
las aguas de nuestro llanto, en la mudanza efímera de nuestro cuerpo. Hasta
pronto, Gonzalo. Tu abecedario encantado es eterno.
PARA TI GONZALO
Aquí estoy bajo los frutos dorados de tu errancia.
Bajo la luz de tu alfabeto de tierra navegada.
Bajo la pureza intocada de tus sílabas.
En el corazón visionario de tus preguntas
¿Quién dijo
que morir es viajar?
Aquí estoy al pie de tu silencio
Peregrino iluminado
Al pie de la mudez desgarrada de las nubes
Al pie del llanto de las hojas
Al pie de tus ojos de niño sabio cazador de augurios
Ardiente lector de crepúsculos de agua y auroras de piedra
Al pie de la resurrección de tu alma
Y el Apocalipsis de la rosa
Aquí hermano más solo que mi propia sombra
Viendo al árbol sediento de luz que se sumerge en mis lágrimas
Y no hay sombra, Gonzalo
Algo de mí viaja en el tren de tu partida.
En el reino innombrable donde duermen
los milagros invisibles y eternos
La rosa se deshoja
Para quién se escribe
Por Amilcar Bernal
Calderón
La asociación de ideas resultante de la coincidencia entre un
libro de la biblioteca rayado por un vándalo lector y el recuerdo de la
imposible lectura de la novela Ulises, de don James
Joyce, posibilitó que en esta madrugada de sábado insomne, tratando de leer a
don Julio Cortázar, me haya dado por escribir este exabrupto, que seguramente
no será publicado por nadie que respete los monumentos y se incline ante los
mitos que la inercia erige. Me refiero a la inercia, porque estoy acostumbrado
a que en el ámbito literario se convierte en norma lo que cualquier crítico
proclama, aunque el pobre se haya equivocado o esté loquito o le hayan pagado
(alguna editorial necesitada de vender un ladrillo disfrazado de novela) para
que afirme lo que afirma. Agradezco recordar que al pobre gerundio le cayó la
roya desde cuando un crítico dijo que estaba mal usarlo en literatura, o el
caso del cuento chino de que en los cuentos es más valioso lo que se oculta que
lo que se dice, la teoría del iceberg, que sirvió para vender muchas veces los
tontos cuentos de don Ernest Heminway. Ojalá se despierten los polemistas y la
emprendan contra mí, lo que me hará sentir vivo a pesar de lo mortuorio de mi
edad.
Ya la semana pasada había abandonado la lectura de la novela El
examen, también de don Julio, y me había quedado en la boca el
regusto amargo del recuerdo de mis vanos intentos de leer Ulises,
del irlandés de marras, amén de mis lecturas de Rayuela y Sesenta y dos, modelo para armar,
del recordado Cronopio, que en su momento, cuando era joven y soberbio, me
habían gustado. Nótese que ya anteriormente me había disgustado, en los cuentos
de Cortázar, esa fastidiosa y persistente utilización de la coma donde debiera
ir punto y coma o punto seguido, lo cual agradezco me sea explicado, o
sustentado literaria y sabiamente, por alguno de los que se vayan lanza en
ristre contra mis exabruptos. Pero también aclaro que encuentro muy poética la
prosa cortazariana, a pesar de los problemas arriba citados, para mí, tanto que
gozo mucho abriendo sus citadas novelas en cualquier página y dejándome llevar
por sus figuras, sus imágenes, sin necesidad de enterarme del argumento de
ellas. Recomiendo la lectura del poemario Algunos pameos y otros prosemas,
de don Julio Cortázar (¡sí, también era poeta, sí, oh, sí!), que publicó Plaza
& Janés Editores, S.A. en el año 2000. Yo puedo prestar el ejemplar que
tengo, siempre y cuando quien me lo pida no sea político, cura o militar.
Hoy estoy abandonando la lectura de la novela Divertimento,
también de don Julio, a quien parece que se la monté, in
memoriam, porque la encuentro, igual que todas las anteriormente
citadas, plagada de palabras abstrusas, de citas en inglés y francés, crípticas
alusiones a pintores, literatos y músicos, amén de las incoherencias de sus
personajes que, a mí que tengo experiencia en esos viajes, me parece que “se la
fumaron verde”.
Cito, para comenzar, el prólogo escrito por don José María
Valverde para la 8.a edición de Ulises, editorial Bruguera, 1983, que dice así:
“La mejor manera de leer Ulises sería zambullirse directamente en
sus páginas, dejándose llevar por el poderío musical y ambiental de su palabra, y encomendando confiadamente sus
oscuridades a la esperanza de una gradual familiarización con la obra. Sólo para la relectura -esencial
como en toda gran cima de la literatura universal- sería ya plenamente lícito
utilizar informaciones y referencias externas. De hecho, lo relatado en Ulises
es sencillísimo, y aun vulgar: la dificultad del libro radica en que su autor, como gran poeta que es, aunque
en prosa, tiene una viva memoria verbal –incluso auditiva- y no sólo incorpora
las innumerables asociaciones lingüísticas que hay en su mente –citas
literarias, trozos de óperas, canciones, vocablos extranjeros, chistes y juegos
de palabras, términos teológicos y científicos, etcétera- sino que supone que
el lector debe tener el mismo don de buena memoria –aparte de que, lo que ya es
demasiado pedir, ha de poseer su mismo archivo de recuerdos sonoros…”
Les informo que este prólogo tiene una extensión de sesentaicinco
páginas, porque seguramente el prologuista se extendió tratando de convencer al
lector de que leyera la novela, a pesar de lo descorazonador (para los lectores
como yo, que ven la literatura como una fuente de diversión, no de sabiduría)
del comienzo del prólogo.
Ahora bien, antier, cuando llegué al mostrador de la biblioteca
donde tramitan el préstamo de los libros, ojeé el ejemplar de Divertimento y
encontré que el anterior lector –que ojalá se pudra en el infierno de los
libros quemados por los inquisidores de todas las pelambres- había subrayado
con lápiz las palabras que no entendía, montones, lo que fue, seguramente, la
primera piedra de este castillo que está sacando de sus casillas a los
literatos prepotentes que leen y escriben para descrestar calentanos, sin
interesarse por la claridad y sencillez –no ajenas al buen arte- que debe
acompañar a una obra destinada a divertir por la vía del asombro. Nótese que
leyendo a Gabo, por ejemplo, varias veces en una misma página me he quedado sin
aliento, tomado por esa alegría visceral y paralizante que contagia el ingenio,
la genialidad, mientras en una misma página de las arriba citadas novelas,
varias veces he sentido la necesidad de acudir al diccionario, a un buscador de
internet, lo cual es un factor de distracción que hace perder el hilo de la
narración y es la causa del abandono de la lectura.
Es bien probable que don Julio haya tratado de emular a don James,
y a fe mía que lo consiguió en estas novelas y algunos de sus relatos (escritas
para sabios, académicos, críticos, melómanos, lingüistas, estudiosos, ñoños,
etc.), pero eso únicamente los iguala en el panteón de lo críptico, lo
ilegible, lo desechable, que no es el cielo al que diariamente me lleva la
buena literatura, y me obliga a formular la pregunta que da título a este
disparate que seguramente se ha de comer el cajón de la basura.
Casimiro de Brito. Del
libro: El amor, la muerte y otros vicios
Colección Los Conjurados de Común Presencia
Editores.
(Traducción
de Montserrat Gibert)
432
Escribo poesía
escribo
una lengua de muertos
que nunca morirá.
Tal como estuve en la barriga de madres
tal como estoy en el seno de mi amada,
escribo poesía, un idioma
que no domino. El amor
no se domina. Una
loncha de tierra fresca
comida en la lengua y en tu boca,
donde bebo incansable pues seno
es todo. Bajo el peso del paraíso
recorro la vida y la muerte
en el mismo instante.
Escribo poesía escribo
como quien se baña en el agua
más antigua y siempre
inaugural. La boca en un oído
que no se revela.
Todo es seno, y duele. Escribo
con el cuerpo y el cuerpo,
aunque es de noche,
va con las nubes
y no mira
hacia atrás.
Rilke. San Juan
de la Cruz
380
Antes de la sílaba
hay una voz antigua
escondida
en mi corazón
CARTAS DE LOS LECTORES
CONFABULADOS:
Es vergonzoso que el gobierno central apruebe un alza
desmesurada para senadores y congresitas que ahora ganarán la nada despreciable
suma de veintisiete millones novecientos veintinueve mil pesos mensuales
(27.929.064). Un acto humillante para el
resto del país trabajador, que en muchas ocasiones, casi un 78%, apenas si
tiene que sobrevivir con un salario mínimo de $689.454.oo. ¿Quién se pronuncia?
¿Quién dice o hace algo? Esta carta la envié a diversos medios y fue a parar al cesto de la basura. ¿Será que
llegó a ese 22% restante que permanece callado por pertenecer al otro país de
salarios medios que fluctúa entre los 3.5 y los 10.5 millones de pesos al mes? Javier Monsalve Arenas, Economista
***
CONFABULADOS: Me emociona profundamente la sucesión de
homenajes que se han hecho a Gonzalo por su
fallecimiento. Un acto noble de justo merecimiento para un hombre que dejó una
vasta obra dentro de la literatura colombiana. Sin embargo manifiesto mi enorme
extrañeza en el sentido de no haber escuchado ni visto pronunciamiento alguno
por parte de las instituciones que manejan la cultura tales como el Ministerio
del ramo, Idartes, etc., lo que demuestra a todas luces que a dichas entidades
solo las conmueve la oficialidad. Efren López Díaz, Asiduo lector