Alegorías del último hombre
Continuando con nuestro propósito de irradiar la obra de Gonzalo
Márquez Cristo, publicamos la nota escrita por el poeta francés Roger Munier,
sobre sus impresiones de este libro, y en esta segunda entrega cinco breves
textos del mismo.
Alegorías del último hombre
Por
Roger Munier
Las fábulas que
componen este libro encuentran su locura vertiginosa y tranquila. Su escritura
transparente se ajusta a la magia del universo que devela.
Debería preguntarle
al autor: ¿Me perdona si reconozco las marcas de una desesperanza magistral y
serena? El Tempestario podría portar el subtítulo: alegorías del último
hombre.
(Le
Lyaumont, Francia, julio 31 de 1998).
Simetrías
Ha
anochecido. Yo Hazra Kidu, salí de pesca y no tuve ayuda de la suerte. Todas
las veces que tendí la red surgió vacía porque la quinta de mis mujeres peinaba
en casa su larga cabellera, a pesar de mi interdicto. Mientras cantaba buscando
los matices de su voz, el viento aquí encarnó su furor alrededor de mi navío.
La tempestad es intensa, mis manos sangran de tanto combatir contra el
temporal.
La
imagino entrando en la alcoba; ahora ella se desnuda: las velas se rompen y
quedo a la deriva. Presiento la fatalidad de su propósito. Si riega su copa de
vino —es sabido— me será difícil sobrevivir.
Si
decide apagar la lámpara, se nublará el cielo, me extraviaré y nunca hallaré el
camino de retorno.
Ignoro
si podré vengarme: es tan larga la noche...
El Tempestario
Ahora preparo mi fin. Los capitanes de
las embarcaciones vinieron con oro a comprarme el viento, y yo, Lemitor, el
chamán, el dueño de la lluvia, el que puede extender una red entre dos montañas
para detener el sol, he fracasado.
Hace
siete días desaté el primer nudo de la soga hechizada para provocar la brisa.
Ayer, el segundo, que usualmente libera una atenuada tempestad: pero el
sortilegio ha sido infructuoso. Ignoro por qué razón esta vez no he podido
conjurar al viento.
Aún
la quietud exaspera a los comerciantes y viajeros que aguardan ansiosos en el
malecón. Ya la convicción en mi nombre se ha desvanecido. Debo acudir a un
artilugio extremo antes que ofrecerme como víctima. Tengo que sobrevivir...
Pronto
la multitud rodea mi casa injuriándome, disponiéndose para mi linchamiento;
entonces procedo a desatar el tercer nudo. Es tarde para ser prudente. Rebaso
los límites, lo arriesgo todo. Desconozco las fatales consecuencias. Sé —y me
hace feliz— que mis gritos y el estrépito de los agresores impiden oír el
nacimiento del rugido devastador del huracán.
Los dioses agónicos
Después de la meseta del roble, se
asciende a la montaña del Ruk-abir que significa: casa de los solitarios, es
decir de los dioses, de los pocos y desolados supervivientes hacedores de la
tempestad.
A
pesar de su tamaño y de mi proximidad a su oculta morada afirmo que nunca los
he visto aunque su presencia es innegable, y sus gemidos quiebran y patetizan
nuestras noches sobresaltadas... Pero condenados a su cercanía sabemos desde niños
que nadie puede huir de la comarca porque nuestro designio es liberar a los
hombres de su terrible existencia, cuando se haga evidente el signo del Sol.
Hemos
aguardado ese acontecimiento durante innumerables generaciones y tenemos la
certidumbre de que es a nosotros a quienes corresponderá el privilegio de
acudir al temerario combate, aprovechando la prolongada agonía lastimera de
ellos. Por eso durante los últimos meses los preparativos se han acentuado.
Siguiendo una convincente profecía dejamos de trabajar la tierra dedicándonos a
la hechura de lanzas, arcos, saetas, y ajustando a los escasos caballos sus
férreas armaduras.
Yo
ignoro el por qué de nuestra cruel misión y de la legendaria costumbre de estar
siempre atentos para aprovechar la infrecuente señal. Desconozco si en épocas
pretéritas nuestro pueblo —o una horda vecina— emprendió algún asalto contra
ellos, o si sus lamentos son prueba de que se han reducido sus fuerzas y ha
llegado el tiempo de vencerlos en dicha contienda.
Preparado
en silencio, usando como todos el disfraz de nuestra emblemática águila,
advierto que la angustiosa espera milenaria ha culminado.
Durante
toda la mañana centenares de guerreros escalamos la rocosa montaña seguros de
que sólo a mediodía el Sol en su esplendor puede abolirle a los frágiles
gigantes su sombra (oscura extensión donde radica su supremacía) para que
logremos ejecutar nuestro designio.
Al
llegar a la cima, el astro en el cenit nos impulsa a cumplir nuestra
estratagema sangrienta. Sin embargo frente a ellos, asombrados al notar que no
ejercen resistencia, los conducimos atados con lianas, vendados, hostigados por
lanzas y gritos, heridos, a la fría laguna, donde hemos construido y reforzado
durante siglos las siete enormes jaulas. Luego —y por su poderosa condición
deben saberlo desde siempre— los iremos sacrificando para satisfacer nuestros
rituales... Y nuestra hambre.
Nadie
Desapareció. No dejó rastros: Aún
esperamos su retorno.
Eso
corroboraba que no había sido reconocido. La transformación interior había
fructificado en su rostro.
Entonces
al reducirse su estupor iría a un sitio oculto para destruir sus últimas señas
de identidad. Se esforzaría en seguir la estratagema soñada: abandonaría su
nombre, su lengua, su cultura, su país, e incluso el amor, pero no renunciaría
a su Yo más vertiginoso, no dejaría de ser el intenso, el extraviado, el gemelo
de la muerte... Sería nadie para ser todos los hombres. Y observándose con
detenimiento en el último espejo, enfáticamente juraría nunca regresar a Ítaca.
El rito
Hoy
es el gran día de Adonis. En todo Pafos las mujeres se ungen con aceites para
entregarse a los extranjeros que las poseerán en el templo. Tal es el ritual.
Yo,
elegida en esta ocasión para cumplir con la más alta ceremonia impuesta desde
tiempos del rey Ciniras, me desnudo ahora sobre la tumba de Adonis situada en
el mismo exuberante lugar donde amó por primera vez, y corto mi lacia cabellera
azul —antes de la imposición de la luna— para ofrecerla estremecida al delicado
amante de Afrodita.
Después
como todos los años, podré llorar su nueva muerte.
I Premio Internacional de Literatura David Mejía Velilla
Ha
comenzado a circular el libro ¿A dónde
van los días transcurridos? con el cual el poeta huilense Winston Morales
Chavarro obtuvo este premio otorgado por la Universidad de La Sabana Publicamos
a continuación dos de sus textos, a cuya lectura nos induce el poeta y
traductor peruano Luis Rafael Gálvez con
el siguiente inquietante epígrafe: ¿De qué está hecho un poema?/ De música, de
abismos.
II
La música es lo único que queda después
de la muerte.
Un viejo murmullo de lo que fuimos
Quedará suspendido sobre las teas del
tiempo.
Acaso alguien camine nuestros pasos
Recorra esas huellas borradas por los
borbotones de un océano acústico.
Al menos seremos eso:
Viejas sandalias calzadas por una
muchacha que secunda
Lo que creíamos era el camino.
XV
En todas partes
Hay réplicas de uno mismo.
Es como si se repitiera la imagen
Sobre el espejo del río.
Entonces uno se reconoce en el agua
Se ve prolongado,
(O a lo mejor reducido)
En la humanidad de quienes caminan con
nuestros pies.
En todas partes
Hay sueños,
Vahos de un antiguo velero
Que desciende sin prisa
Por el recodo que conduce a la muerte.
Huellas hay.
Pasos,
Arenas movedizas,
Caminos ajados de una niñez que aún
llora
Lo que nos sobra por morir.
Homenaje
Elegía a un Poeta
Para
Gonzalo Márquez Cristo
Del
azul al blanco fluyen gotas
de
grises elementos
que nadie comprende.
La
caída
convoca
la acción
al
monumento
merecedor
del rostro que vuela.
Nos
han dado
la
certidumbre del punto final
pero
la idea
es
seguir profanando
los
insultos
que
el silencio a veces
posterga.
Del
azul al blanco
fluyen
ninfas
de luz
que
tus ojos solos, contemplan.
Herbert Protzkar Andrade
De Colombia para el
mundo
Concluyó el XXVI Festival
Internacional de Poesía de Medellín, una fiesta de la palabra liderada por sus
directores los poetas Fernando Rendón y Gabriel Jaime Franco, quienes apoyados
por un místico grupo de colaboradores hicieron una vez más posible este imprescindible
evento, que podríamos decir muestra el generoso rostro de Colombia para el
Mundo.
Más de 80 poetas de todas las
latitudes se dieron cita en los diversos escenarios de la ciudad que los acogió
con su presencia y sus aplausos y que multitudinariamente los despidió en el
emotivo acto de clausura celebrado el 18 de junio pasado en el emblemático
Cerro Nutibara.
Por
Fernando Rendón
Director del 26° Festival Internacional de Poesía de Medellín
Director del 26° Festival Internacional de Poesía de Medellín
Europa
es, en la médula, un vástago de la cultura griega, cuna civilizatoria del arte,
la literatura, la filosofía, la arquitectura, la medicina, la astronomía y la
democracia, de este lado del mundo. Y Grecia procede de la ebullición
espiritual que se vivió en los ritos ceremoniales de Eleusis durante 2.400
años, transformando el bárbaro linaje de los pelasgos, antiguos habitantes
egeos, en el refinado pueblo griego, y una sumatoria de belicosas
ciudades-estados en el país de Homero, Esquilo, Aristóteles, Herodoto, Asclepio
y Fidias. El nombre de Eleusis, hoy Elefsina, no está incluido en el
vocabulario de Windows. Tomar parte en las ceremonias eleusinas era la
culminación de la prolongada búsqueda espiritual de los griegos antiguos a
través de sus vidas (reyes, ciudadanos -hombres y mujeres-, sabios, artistas o
esclavos), desde la edad de piedra o periodo neolítico.
Los Misterios de Eleusis, cuyo secreto nadie podía
revelar bajo pena de muerte, evocaban el dolor de Deméter (su hija Perséfone
había sido raptada por Hades, dios del inframundo); pero también su alegría
liberadora con el retorno de Perséfone en la Primavera anual. Profundas
visiones y estremecedoras percepciones de la muerte y del renacimiento
espiritual sacudieron a miles de adeptos, durante más de dos milenios,
transformando sus convicciones y esperanzas y otorgándoles un vigoroso sentido
del vivir. Homero, cuyo Himno
a Deméter presidía ancestralmente las iniciaciones, escribió
sobre los ritos de Eleusis: “Dichoso
entre los habitantes de la tierra el que ha visto estas cosas”. Y
Sófocles agregó: “Ya no
temerá más a la muerte”.
El 26° Festival Internacional de Poesía de Medellín
(junio 18 al 25, 2016), que recibió el Premio Nobel Alternativo en 2006,
celebrará la radiante Memoria
de Eleusis con cursos, conferencias, paneles, conversatorios
con el público, obras de teatro, conciertos y ceremonias, a través de la
participación del investigador estadounidense Carl Ruck, coautor del
libro Camino a Eleusis (con
Albert Hoffman y Gordon Wasson); la cantante tradicional griega Savina
Yannatou, acompañada del pianista Spyros Manesis; los académicos Mark Hoffman y
Evie Marie Holmberg (Hellenic College); el poeta y filósofo alemán Hatto
Fisher; el investigador griego Ilias Monacholias y el académico colombiano
Tarcisio Valencia. Se presentará por primera vez en Latinoamérica el
documental The Mourning
Rock (La roca triste), del director griego Filippos Koutsaftis,
subtitulado en castellano. Bajo la dirección del dramaturgo y actor Jorge Iván
Grisales, un grupo de estudiantes de dramaturgia de la Universidad de Antioquia
escenificará el Himno a
Deméter, de Homero. Un grupo de chamanes, encabezados por Berito
Kuwaruwa (Nación U'wa), desarrollará paralelamente rituales de armonización,
ceremonias espirituales destinadas a diseminar el espíritu dialogante de
reconciliación en los agitados corazones de cientos de miles de colombianos,
que han padecido más de medio siglo de cruenta guerra.
En el contexto de esta nueva edición del Festival, el
investigador Carl Ruck hará una presentación pública del Proyecto Gaia, que
busca convertir a Eleusis en el núcleo y centro para el restablecimiento del
diálogo de la humanidad con la Tierra. Para este fin considera vital obtener el
reconocimiento mundial para las huellas arqueológicas de Eleusis, que el
santuario sea declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO y acopiar
fondos de donantes internacionales para construir un nuevo complejo de museos
en torno al lugar. “El
simbolismo es simple. No nos proponemos restaurar una religión desaparecida o
invertir el curso del tiempo”, afirma, “aunque sí un nuevo Pacto con la Tierra. Al igual que en
la antigüedad, dependemos de la generosidad de Gaia para la prosperidad”.
Giuseppe Ungaretti: Alejandría, Egipto 1888 - Milán, Italia 1970
(Traducción
del poeta mexicano Marco Antonio Campos)
San Martino del Carso
Valloncello
dell´Albero Isolato il 27 agosto 1916
Di queste case
non è rimasto
che qualche
brandello di muro
Di tanti
che mi corrispondevano
non è rimasto
neppure tanto
Ma nel cuore
nessuna croce manca
È il mio cuore
il paese più straziato
San Martino del Carso
Valloncello
dell´Albero Isolato il 27 agosto 1916
De estas casas
no ha quedado
sino algún
harapo de muro
De tantos
que me correspondían
no me quedó
ni siquiera tanto
Pero en el corazón
ninguna cruz me falta
Mi corazón
es el país más desgarrado
***
CARTAS DE LOS LECTORES
CONFABULADOS: Si intentáramos sintetizar un rasgo fundamental de la poesía de
Gonzalo Márquez, cabría decir que se trata de una poesía afincada en la
búsqueda del significado, del sentido, tarea excepcional en esta época en que
se reivindica la metáfora por la metáfora y lo coloquial y doméstico como
temática primordial. Gonzalo renunció a tales espejismos y se arriesgó a la
reflexión que impuso tratamientos estilísticos ajenos al ya inveterado
facilismo del verso espectacular y determinó la densidad de sus
propuestas. Francisco Sánchez Jiménez
***
CONFABULADOS: Gracias por estos envíos. En ellos he sentido la voz de Gonzalo,
su dinamismo de cuerpo presente, su manera de abordar las palpitaciones del
arte, de la poesía, diciéndonos lo que siempre: mientras haya quien amplifique
nuestras acciones no habrá distancias ante la muerte. Un abrazo. Álvaro Suescún T.
***
CONFABULADOS: He mirado el delicado gesto de Amparo Osorio de modificar la
bandera del periódico dejando el nombre de Gonzalo a pesar de su ya definitiva
ausencia. Esos gestos son los que en verdad revelan el alma de una poeta. No te
dejaremos sola. Gonzalo Soto Prada
R/ Gracias Gonzalo.
El gesto de reconocimiento es tuyo.