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con el
asunto “Retiro”
CARLOS SKLIAR*
Cinco modos del aún vivir
1
El fuego que destruye y que, en su destrucción, ilumina.
Un fuego que quema y que en su combustión desprende
una humareda de ausencias y unas cenizas que esparcirán
todo aquello que creíamos ser y no somos, todo lo que
pensábamos importante y no pasa de ser fútil y superluo,
todo lo que creíamos inútil, pequeño, harapiento, y acaba
por darle sentido y belleza a la vida.
La diferencia entre el fuego frente al mar y el fuego de la
inquisición.
La diferencia entre el fuego abrasador y el fuego arrasador.
La diferencia entre arder con la lectura, y quemar los libros.
La diferencia entre morir sin piedad, y amar sin remedio.
2
Aquí donde vivo, el sitio en el que creo un reino de
naderías, vivió un hombre que coleccionaba ausencias en
páginas levemente humedecidas.
Y antes, antes que el hombre, hubo una niña descalza que
dibujaba sombras
como pinturas del silencio.
Y antes, antes que la niña, había una mujer ciega que
escuchaba radio como si acercara un caracol hasta el
océano y tocase el sol oculto de la niebla y del asfalto.
Y al principio de todo, cuando no había casa sino unas
siluetas subidas y caídas entre polvo y andamios, hubo un
sueño que no pudo ser soñado, serpientes calladas y tierra
fértil que el cemento fue quemando hasta diluir la memoria
de los primeros hombres y mujeres.
Aquí donde vivo siempre hubo soledad y multitud, antes
que nadie, ninguno, nada, naciera.
3
En un segundo ocurre que alguien se va sin decir nada
y quien se queda abre los ojos como si habitara en el
destierro.
Un segundo es un pozo ciego.
Una boca muda.
Dos espaldas que no se voltean.
Un segundo es la unidad mínima del misterio.
4
El deseo más antiguo de lo humano: reír y llorar a la vez,
sin estridencias, al mismo tiempo.
Un gesto hondo en un rostro múltiple.
Y el fuego se enciende, sin cenizas, aunque todavía nos
falten cientos de árboles.
Dicen los olvidadizos que la memoria es incolora, blanca,
retorcida.
Digamos, entonces, que habrá que recordar de otra
manera.
Los desaparecidos son abuelas.
Los desaparecidos son nietos.
Ángeles que suben desde la tierra viva y muerta.
O desde el cielo infecto, desde el que fueron arrojados.
O del hierro aprisionado, en el que parieron.
O de la rebelión de la mirada.
Y devuelven el nombre sustraído, el nombre más amado.
La pronunciación de la vida, del tiempo, las pasiones.
La ilusión más presente de lo humano.
Volver a ser aquello que hubiéramos sido si no nos hubiesen
asesinado antes.
5
Ya no se trata de mirar: hay que romper la fisonomía del
espacio.
No es cuestión de escuchar: hay que disputarle el sentido
al sonido.
Ni siquiera es cuestión de tocar, de acariciar o de rozar: hay
que pulverizarse las manos.
Y es que no tenemos tiempo: tenemos piel.
Por suerte.
- Buenos Aires (Argentina), 1960. Doctor en Fonología, Especialidad en Problemas de la Comunicación Humana con estudios de Pos-doctorado en Educación por la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Brasil y por la Universidad de Barcelona, España. Ha sido profesor adjunto de la Facultad de Educación de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Brasil, y profesor visitante en la Universidad de Barcelona, Universidad de Siegen (Alemania), Universidad Metropolitana de Chile, Universidad Pedagógica de Bogotá y Universidad Pedagógica de Caracas. Es investigador del Área Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) Actualmente se desempeña como Investigador Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Argentina. Entre sus obras más representativas destacan: La Intimidad y la alteridad, La Educación (que es) del otro, Huellas de Derrida, No tienen prisa las palabras, Lo dicho, lo escrito, lo ignorado, Desobedecer el lenguaje…
FELIPE AGUDELO TENORIO*
Novelas
como El vuelo negro del pelícano no son frecuentes. El autor lleva acabo una rigurosa experimentación textual. Parece
que hubiese desollado, de manera descarnada, ese enigma que reposa en los
héroes de Juan Carlos Onetti. Seres que fundan solos una esquina cualquiera de
la ciudad y que merecen ser denominados héroes y no personajes porque asumen en
silencio el riesgo de vivir el desasosiego, la corrosiva desazón que insta a
abandonar las certezas y encontrar preguntas nuevas y resistencias inexploradas
más allá de las íntimas derrotas.
A
lo largo de la narración el lector será sorprendido por bellas, dolorosas o
irónicas metáforas. Agudelo Tenorio incluye líneas de lecturas y complicidades
que, quizás, son como las señales y piedras de quien se aventura en un
territorio de extravío.
Al
final de esta novela, que inquieta e incomoda por su visión despiadada y sin
concesiones, el escritor dispone un archivo de citas y fragmentos narrativos
que, más que piezas de un rompecabezas, integran el clima moral de su historia.
A Fabián Martel se le revela por completo “La estafa de su propio vivir”
Roberto Burgos Cantor
·
(Bogotá,
1955). Poeta, narrador y guionista. Ha publicado los libros de poemas Señales de humo, Oráculos ausentes y La
balanza encantada. El primero de ellos en México en 1986, los dos
siguientes en Colombia, en el año 2003 y 2005, respectivamente. También publicó
la novela Las raíces de los cielos
(1993) y los libros de cuento Las noches
del Búho 1986 y Cosecha de verdugos
1999. Ensayos, poemas y cuentos suyos figuras en diversas antologías.
La Literatura, el Límite
y la Extrañeza
Por:
Gabriel Arturo Castro*
Existe una tendencia de la literatura
que pretende reemplazar la tensión por la erudición, esclavizando de nuevo
al arte a las ataduras del intelecto, a
la estética tecnicista clásica de origen renacentista, cuya dinámica se encauza
a la nostalgia de la mitología grecorromana, el rechazo por otras expresiones
que no sean los clásicos, es decir, lo no amoldado a la simetría, al orden, a
la claridad-transparencia intelectual, teorética y especulativa de la
representación artística. Sus representantes son considerados por la crítica
conservadora como grandes estilistas, “de exquisita y rara expresión”,
forjadores otra vez del intelectualismo, el regreso al culto de la razón, la
imitación, la inflexibilidad de las reglas, el decoro y el deleite como
elementos preponderantes de una antigua estética.
Tal erudición pasa de una cultura vasta y
profunda en el campo del humanismo, al culteranismo, expresión de
extrema artificiosidad que deja de lado lo sensitivo, la espontaneidad, la
sugestión y la ilusión, como elementos generadores del arte vivo.
La erudición malsana -la pedantería de
conocimientos inusuales pero superficiales e inútiles, datos inconexos, pura
nemotecnia, destreza, ejercicio terminológico, sumatoria estéril de
informaciones, en fin, el artificio, el ingenio, lo fingido- tiene como horizonte, según Burke, la
perfecta conclusión formal de la obra que caracteriza la “belleza clásica”.
Buscan el equilibrio de lo totalmente terminado, sin percatarse que toda obra
es abierta, inacabada, incompleta,
indeterminada, de imperfecta realización. En esta línea de “no acabamiento” de
la obra, que ha de ser completada y cargada de significado por el lector, la nouvelle
critique y Barthes en particular, llegan a postular una superioridad del
lector sobre la escritura, una “irresponsabilidad del texto”, frente al cual el
destinatario no es un consumidor pasivo, sino un productor (con permiso para
“maltratar el texto, para quitarle la palabra”).
Desde
este punto de vista la obra ya está abierta desde el origen y no sólo en
la evidente variedad de las interpretaciones, porque no se cree que el mensaje
esté históricamente establecido y consignado en la escritura del texto.
Obertura y fractura que deja una ausencia,
algo por concluir en el acto de la lectura, gracias al vuelo de la imaginación.
Ambigüedad, la llama Umberto Eco, uno de los caracteres generales del
arte y de las poéticas contemporáneas, “una de las finalidades explícitas de
las obras”.
La erudición nombra el objeto, el arte vivo
lo sugiere. La erudición conceptúa, ordena impecablemente, pretende agotar la
riqueza del texto, siempre potencial. El arte vivo hace de su constancia el
hacer, rehacer y deshacer, sosteniendo una utopía de la obra distinta, creadora
y crítica a la vez, una obra sin lugar fijo, sin descanso, siempre en
movimiento.
Lo anterior, por ejemplo, se verifica
en ciertos relatos de pretensión intelectual y erudita, los cuales son
monólogos donde un personaje toma la palabra y pronuncia un discurso, en el que
expone sus pensamientos o sus razonamientos, frente a supuestos interlocutores.
El afán de explayar saberes, teorías o
dar a entender la aprehensión intelectual de los objetos descritos, hace
sobrepeso al lado del contenido en un intento de crear literatura artística,
lugar donde sabemos no se puede separar la forma del contenido. Pero al
privilegiar el contenido, solo la parte intelectual, hay una intención de
alcanzar el saber desde el plano del discurso conceptual. El estilo se impone
sobre el lenguaje e inaugura otra ética.
Los textos al “contarlos”
y además “explicarlos”, se objetivizan a través de una eficiencia retórica,
como si la literatura artística o el arte en sí, tuvieran la misión de ayudarnos a entender problemas
teóricos complicados, y que por lo tanto, los relatos mencionados fueran un
medio de divulgación de tales problemas o un espacio para la exhibición
erudita. Tal ostentación es ya una necesidad extraliteraria que responde a
otras demandas, muy distintas de la creación artística que interioriza
actitudes filosóficas, ideológicas o intelectuales. El arte pasa de ser
expresión, ejercicio, huella espiritual, a convertirse en un elemental soporte
de un discurso racional, positivista y enciclopédico y lo que podría ser
expresado en ensayos, artículos o tratados, se vierte al género de la
narrativa, transformándose ésta en un medio o vehículo exclusivo. Al respecto,
Pablo Fernández Christlies argumentó:
La puerilidad
del racionalismo reside en que siempre quiere parecer muy grave, relevante y
altamente especializado, y por eso sus adeptos siempre quieren hablar de cosas
que ni le suceden a nadie ni nadie sabe de qué están hablando, para que no se
equivoquen y para que se vea que ellos sí estudiaron. Por eso escogen siempre
ejemplos grandotes y sólo para expertos, en los que se adivina una jerarquía
donde manda el poder, el status, la ganancia, el tamaño, las cantidades y otras
formas de gran reputación.
Otro asunto es que la literatura nos
brinde un conocimiento de carácter distintivo. Pero a veces, mediante
conceptos se intenta expresar la
subjetividad, es decir lo indescriptible y lo inexplicable, quedando en el aire
una sensación de individualidad reflexiva que prescinde del yo universal y lo
limita al yo egocéntrico, racional y lógico. Aparece la lucha entre el deseo de
objetividad y el deseo de la subjetividad que brota en el arte. Importa
más dar a conocer el engranaje y el bagaje intelectual que la vida interior de
los personajes, o del autor mismo. ¿Dónde queda el enigma de su yo, su verdad,
su visión del mundo?
Predomina, por lo tanto, la lógica
deductiva (matemática sin inspiración, diría Valéry), el concepto sobre la
metáfora, el decir del pensador frente a la palabra poética, la razón ante la
revelación. Gana su precisión de lenguaje técnico. Basta con revisar dichos
relatos para presenciar las expresiones exigentes, las frases contenidas, la
coherencia lógica de los conceptos que habitan al interior de la narración. La
claridad discursiva se impone a la claridad intuitiva o estética.
Frente al racionalismo como doctrina
que defendió el predominio de la razón sobre cualquier forma de conocimiento,
surgieron corrientes del escepticismo, de la sospecha o la desconfianza, a
partir de la denuncia de las ilusiones,
de la falsa percepción de la realidad y la búsqueda de las utopías. Desde entonces la verdad ya no es absoluta,
ni es la correspondencia de la proposición con la realidad (conexión directa,
unívoca, de la palabra y la cosa), sino un abrir del horizonte del mundo donde
se puede verificar la proposición. El lenguaje ya no es un territorio seguro,
autosuficiente para nombrar el mundo, pues la realidad es algo inestable,
disuelta, inquieta. Nada se da por fuera de la experiencia o antes de ella. La
palabra se rompe, se agrieta la relación entre las palabras y las cosas.
Nietzsche hace hincapié en la necesidad de la crítica a aquél pasado de la
verdad impuesta, a priori, subsidiaria
de un pasado vetusto, anticuado y de una historia anticuaria y monumental.
Allí entra Michel Foucault y su
experiencia de la sinrazón, es decir, de su relación con el límite, de lo
excluido por la razón, es decir, de su relación con el límite, de lo excluido
por la razón: el mal, lo ilícito, la enfermedad, el sueño, la locura. Para
pensar no serán suficientes la lógica y la razón. Desde Nietzsche sabemos que
pensar no es sistematizar sino realizar la experiencia de los límites o de la
alteridad. Foucault en El orden del
discurso examina la significación en la relación intersubjetiva, en cuanto
a los impedimentos al decir. Son los órdenes de la institución que se enfrentan
al deseo. El deseo que se niega someterse al ordenamiento, a los determinismos,
y a las limitantes de las verdades forzadas y la mansedumbre. Las
instituciones, entre ellas la Academia y la Escuela erigidas como torres de
Babel, inexpugnables, exclusivas y excluyentes , prohíben, restringen, niegan lo que se debe
decir, lo que es correcto, lo que es metodológicamente apropiado y a quienes
puedan servir de locutores, con sus aprobados comportamientos.
Es otra instancia ética porque se
entiende la realidad como una experiencia que se organiza en un juego de
identidad y diferencia, de lo mismo y de lo otro. El establecimiento de lo otro
(lo excluido, lo exterior) como parte íntima de lo mismo.
Para Gianni
Vattimo la verdad no es una verdad de la
historia, sino que es una verdad histórica. Esto es, que a la verdad se la
interpreta en el horizonte del tiempo y que no puede quedar fijada en un
tiempo. La verdad no coincidiría con una teleología histórica, ni con la
metafísica que la entienda como verdad del objeto o de la presencia. De acuerdo
con Vattimo ya no hay presencia de la verdad, sino una interpretación histórica
de la verdad. En este sentido, se hace necesario relacionar la hermenéutica con
la modernidad. El nihilismo, la crítica a la modernidad y a la metafísica
clásica, pasando por la concepción de verdad y de la historia, serán los
componentes de una hermenéutica filosófica en sentido Vattimiano). La verdad no
es ya correspondencia de la proposición con la realidad, conexión unívoca y
directa de la palabra con la cosa, sino un abrir del horizonte del mundo donde
se puede verificar o no la proposición.
Y una de las manifestaciones del deseo
es la literatura, suma de la creación subjetiva y la transformación de la
realidad. La literatura subvierte, asume el sinsentido de la existencia dado
que posee un orden artificial exigido por la transformación artística, contrario
al orden lógico temporal. Los acontecimientos sufren distorsiones temporales,
un efecto de extrañamiento. El artista nos ofrece una percepción inédita de la
realidad, desautomizando el lenguaje, deformando los materiales que lo
componen, tornándolos imprevisibles, distintos a la percepción común.
Identificar sin autoidentificarse, poseer una postura crítica, reconocer y
extrañar. El mundo invertido de la literatura se opone al mundo ordenado de la
razón, replegada en sí misma, de tono monocorde, monofónica e insoportablemente
homogénea, gracias a su sentido recto y pleno. El lenguaje del deseo se cuela
sin permiso en el vacío del sentido. Es que la literatura es un espacio de
libertad, una mirada torcida de los mecanismos ocultos del lenguaje, el error,
la desviación, la extrañeza y la
subversión. Manifestación de un lenguaje que es transformación continua, sin
fin, reino de la duda, la pregunta, la alteración, la pérdida, el lugar de lo
imposible, la paradoja, la aventura, lo extraordinario.
·
Escritor, docente y antropólogo colombiano,
nacido en Bogotá, en 1962.
Maestro coordinador de talleres de arte y literatura. Magister en Literatura de
la Universidad Tecnológica de Pereira. Es autor de: Libro de
Alquimia y Soledad (1992) Alquimia
de la media luna (Verdehalago-UNAM, México, 1996) Tras los versos de Job
(Sic Editorial, Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob,
2009) Ceniza
inconclusa, ensayos breves sobre arte y literatura (Universidad del Tolima,
2012) Pequeño
mito del bosque (Cuadernos negros, Calarcá, 2012) Entre el mundo del
lenguaje y la memoria. Siete ensayos literarios alrededor de la poesía de
Héctor Rojas Herazo (Sic Editorial, Bucaramanga, 2013), Extravíos,
comentarios bibliográficos de ida y vuelta (Klepsidra editores, Pereira, 2013), Día
antes del tiempo (Universidad del Tolima, 2013), La caza invisible, antología personal (Colección Los Conjurados,
Bogotá, 2014), La urdimbre, el hilo
oculto (Colección Doble Fondo IX, Biblioteca Libanense de Cultura, 2014).
Varios de sus trabajos poéticos y ensayísticos han aparecido en diversos medios
nacionales e internacionales.
LICHEN
Poeta Luis Bravo*
casa de altura
This gave
me that precarious Gait
Some
call experience
Emily
Dickinson
una
escalera
-por
si el hombre sube
esa
escalera
-por
si algún dios baja
precario
tránsito de la fe
hunter of heights**
This
gave me that precarious Gait
Some
call experience
Emily
Dickinson
a
stairway
-in
case a nan climbs
that
stairway
-in
case some god descends
a
precarious passage of faith
***
polvillo
ese
miedo a mover la borra
donde
escribe insomne
oscuro
aromático, el destno
fine dust**
that
fear of moving the dust
where
a sleepless, obscurely aromatic
destiny
writes
·
Montevideo, 1957. Poeta, narrador y crítico literario,
cofundador en 1980 del Grupo Uno, conjunto vanguardista de la poesía uruguaya.
En su país y en el exterior se ha desempeñado como docente de Literatura
universal e iberoamericana. Es autor entre otros, de los libros: Puesto
encima el corazón en llamas (1984)
Claraboya sos la luna (plaqueta
1985; casete colectivo, 1986), Lluvia (1988),
Gabardina a la sombra del laúd (Buenos
Aires, 1989), Naturaleza Fugitiva (plaqueta,
1994), La sombra es el arco (plaqueta,
Barcelona, 1996), Árbol Veloz (obra
multimedia en cdrom, casete y libro, 1998; en dvd y en CD, 2007), En el
contorno del espejo (plaqueta,
2000) An Anna Blume,
traducción y versión oral del dadaísta Kurt Schwitters (libro + cd colectivo, Alemania, 2000), Liquen (Buenos Aires, 2003), Tarja (2004), 31/13 (13 poemas del manifiesto de Vicente Huidobro de 1931 a las 13 letras de Clemente
Padín), Intemperie (2005),
Algo pasa por la voz (2009).
Y de los títulos de Ensayo: Utópicos, visionarios y otras huellas del
compromiso poético.(Ensayos de literatura hispanoamericana contemporánea) (1999), Nómades y prófugos
/entrevistas literarias (Univ.
Eafit, Colombia, 2002), Escrituras visionarias / ensayos sobre literaturas
iberoamericanas (Fin de Siglo
– Premio Fondos concursables M.E.C., 2006-2007), y Voz y palabra. Historia
transversal de la poesía uruguaya. 1950-1972 (2012).
**Poemas
traducidos por William F. Blair
With
Pablo Rodríguez Bolbontín
CARTAS DE LOS LECTORES
LA OTRA COLOMBIA: No sé
si publiquen esta carta pero comparto con los Con-fabulados y creo que con gran
parte del país, la alegría por la Medalla de Oro lograda en los Olímpicos de
Río por el deportista Oscar Figueroa. Lo más emocionante de su triunfo fue que
le cantó la tabla a los políticos colombianos que prometen y prometen y nunca
cumplen. Los deportistas en nuestro país, así como gran parte de sus poetas,
hacen parte de esa otra Colombia que nos llena de orgullo y que están
completamente desprotegidos! Alberto Aristizábal Arango
***
CONFABULADOS: Muy profunda y muy sentida la Prosa
enlutada del venezolano Benito Mieses. Gracias por compartirla. Javier Rodríguez Espejo.
Estudiante de Filosofía
***
AMIGOS CONFABULADOS: Gracias por la publicación
y buena selección de los poemas de mi paisano Mario Enrique Eraso. Juan Andrés Segura
***