No. 517. Presencia colombiana en Uruguay

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FUNDADORES: Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio. DIRECTORA: Amparo Osorio. COMITÉ EDITORIAL: Iván Beltrán Castillo, Fabio Jurado Valencia, Marco Antonio Garzón, Jairo Alberto López, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio, Fabio Martínez, Javier Osuna, Sergio Gama, Mauricio Díaz. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica). Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Luis Rafael Gálvez, Martha Cecilia Rivera (Estados Unidos); Jorge Torres, Jorge Nájar, Efer Arocha (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Renato Sandoval (Perú); Luis Bravo (Uruguay); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela);
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PRESENCIA COLOMBIANA EN URUGUAY

Descripción: winston-uruguay

Poeta, novelista y periodista colombiano nacido en Neiva, en 1969. Magister en Literatura hispanoamericana de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito. Profesor de tiempo completo en la Universidad de Cartagena.
Sus textos han sido traducidos al francés, inglés, polaco, alemán, rumano, chino e italiano e incluidos en diferentes antologías nacionales y del exterior. Entre sus libros publicados destacan: Aniquirona: poemas, Bogotá, 1998; De regreso a Schuaima, Ediciones Dauro, Granada (España), 2001; Antología, Bogotá, Colección Viernes de poesía, Universidad Nacional, 2009; Camino a Rogitama, Neiva, 2010; ¿A dónde van los días transcurridos? Bogotá, Universidad de La Sabana, 2016; Summa poética: antología personal, Bogotá, 2005; La dulce Aniquirona, Cartagena, Comunicadores Udec, 2015

LA FORMA


Descripción: gabriel arturo
Gabriel Arturo Castro

No es el material de que está hecha la flecha aquello que la hace volar –que importa la madera o el acero--, sino su forma, la manera en que fue tallada y equilibrada lo que hace que alcance el blanco y lo penetre, sin que por ello dejen de contar también, claro está, la fuerza y la habilidad del arquero.
   Pierre Reverdy

La expresión intuitiva humana nace del caos primigenio, del desorden del génesis, del lado oscuro, ilógico, es decir, deforme e irregular. Tal pensamiento amorfo o sustancia del contenido, recibe una forma, una constitución física de adentro hacia afuera que se torna imagen, luz en medio de la penumbra inicial y su complexión depende del lenguaje del individuo creador (su capacidad de fabricar mundos auténticos o singulares) y del estilo (la utilización personal de los recursos que le provee la lengua o el arte particular). La forma es la fábula de la luz que se enfrenta a la oscuridad, la desinfla y le apuesta a una verdad propia, coherencia y orden interior; porque la forma inicia su camino intrincado, del caos a la lucidez. Los antiguos aseguraban que el alma era la encargada de concebir la imagen, captarla, intuirla, vislumbrarla. Luego al espíritu se le otorgaba la confianza de darle coherencia mediante el valor del trabajo, de su fuerza y energía. El trabajo implica alguna técnica que redescubre el esfuerzo humano, abarcando la emocional. Incluye el conjunto de habilidades o destrezas para ejecutar los instrumentos, los materiales propios de la expresión artística. Esta solvencia técnica es individual y se llama dominio del oficio, un conocimiento instrumental, práctico y riguroso que tiene la posibilidad de reflexionar sobre esas metodologías y aplicaciones.
Sin embargo para algunos la técnica es solo una actividad pragmática, útil, eficaz, norma de acción, una serie de reglas para lograr un objetivo, un rendimiento. Pero es el impulso creador, o gesto, como lo llama Lukács, el que logra la expresión a través de la articulación de lo interior y lo exterior.
Pensemos en protagonistas de esta conexión y relación íntima: Borges, Lezama Lima, Eliot, García Márquez, René Char, Octavio Paz, Virginia Woolf, Margarite Youcernar, Artaud, Beckett, y tantos otros escritores que conservan la unidad descrita entre contenido y forma. 
Cuando dicha coyuntura o enlace se rompe, alguno de los dos elementos de la obra de arte, forma o contenido, se privilegia, dando lugar a un desequilibrio y la imposibilidad de la síntesis entre el mundo físico y el universo afectivo- emocional - espiritual, coherencia y entereza del escritor.
 “El particular espíritu que nos anima es el redescubrimiento de la fuerza (incluida la emocional, no solo la histórica) de las propiedades formales del arte, afirma Susan Sontang. Según la crítica norteamericana lo historicista privilegia el contenido sobre la forma, tratando la obra como documento sociológico, cultural, moral o político. Algo así sucede con la literatura que exige a la vez, de acuerdo con Luis Alfonso Ramírez Peña, una “habilidad que hace del estudioso del discurso un individuo activo del proceso  discursivo,  en tanto el agente activo participa, se esfuerza, por no dejarse repetir, ni entrar en el mismo círculo de los demás”. Ramírez Peña afirma que debemos concebir el lenguaje “en su integración con los procesos de comunicación y de producción del discurso. Por lo tanto no se pueden separar el lenguaje (el mundo interior del individuo), el acto comunicativo (lo exterior) en que se desenvuelve y el discurso que se genera de estos”. (El subrayado es mío).
El contenido es el tema (la idea específica que trata la obra) y de ella se preocupaban exclusivamente los estudios literarios. Para las metodologías del contenido bastaba descubrir y describir aquél núcleo genético fundamental. Lo demás era accesorio, es decir, los procedimientos artísticos utilizados (…) aspectos que hacían parte del ámbito más profundo de la obra. El tema se determina de un modo impresionista e idealista, como parte de una tarea morfológica que incluía el estudio de la gramática tradicional (formación de palabras, descripción de las reglas combinatorias, flexión y determinación de las categorías gramaticales). (A propósito, quizás el análisis estructural más divulgado sea el realizado por Jackobson y Lévi-Strauss, acerca del soneto de Baudelaire titulado “Los gatos”).  La ciencia, en este caso el estructuralismo, afirma Sontang, borra todas las huellas de la experiencia personal y desdibuja los rasgos humanos de sus ideas fundamentales. El concepto, por ejemplo, generaliza en su condición unívoca. Por el contrario, la forma singulariza “bajo los rasgos de una individualidad viva”, donde primero fue mera abstracción para desembocar  luego en una forma sensible, múltiple, mutable, cierta,  auténtica. Aquí la vivencia y el afecto reciben  una forma, y lo externo y lo interno se unifican, gracias a la síntesis de lo material y lo espiritual. Tal síntesis vital fue perseguida por el racionalismo, contraria ésta a la incertidumbre y al gesto anímico de la vida en movimiento,
Dice Ángelo Marchese que “la nueva crítica temática vincula y no opone ---sus investigaciones a las genealógicas y morfológicas. El tema será un universal en que se articulan activa  y pasivamente la   idea oscura de la cual arranca el oficio literario y el correlato en que se expresa, modelándose mutuamente, constituyendo así una unidad irreductible de cada una de las obras literarias”.   
¿Y la forma? Bien gracias, olvidada entre categorías y simulaciones. El plano del contenido se impone sobre el plano de la expresión y el analista se cree lejos de tal divorcio, resguardado de la arbitrariedad. Según Hjelmslev, la sustancia del contenido (o el pensamiento amorfo para Sausurre), recibe una forma. Sin embargo, todavía en el pensamiento artístico se valora como un documento sociológico o antropológico que testimonia una época y es de suma utilidad para la comprensión de los acontecimientos referidos. Apela a un conocimiento objetivo, cuya principal misión es extraer la teoría expuesta por autoridades. De este modo la teoría se sobredimensiona, llegando a ser el centro de una fe ciega. Por ejemplo, alguien pretende estudiar el cosmopolitismo, busca las compilaciones al respecto, reúne el material necesario y enseguida le aplica los conceptos hallados a cualquier obra, sin importar su pertinencia. ¿A José Asunción Silva? Sí, de acuerdo. ¿A Rubén Darío? ¿Mario Vargas Llosa? No importa, la teoría se porta como un laboratorio donde los conceptos a priori y definiciones se vuelcan sobre un objeto indistinto. Lo esencial es comprobar la teoría aplicada en una obra cualquiera.
La crítica literaria presta atención a cómo está hecha una obra, compuesta y construida. 
Otro ejemplo: “La teoría de la historia de la escritura como memoria monumental”. ¿A qué obra le aplicamos semejante lío verbal encerrado en el título?  ¿Podría ser a Dante, Lautrémont, Sade, Tolstoi o Sartre?
Así, cualquier modalidad artística o género literario, es un compartimento estanco o recipiente para llenar con preocupaciones intelectuales o espirituales (la tiranía de la racionalidad que se deshace de las formas a favor del adoctrinamiento) y no el ejercicio, la técnica y los procedimientos expresivos a través de los cuales lo estético se manifiesta. Entendemos por estética la valoración del mundo por medio de los sentidos, la imaginación, la emoción y aspectos sensibles. Porque el artista debe concebir  la forma y el contenido, sin que ninguno de los dos se imponga al otro, perdiendo el equilibrio entre el mundo interior (la  (forma) y el exterior (el contenido). La forma  singulariza “bajo los rasgos de una individualidad viva”, sensible, real, íntima y determinada. La sentencia de Goethe dice que “la captación y la expresión de lo particular constituye la propia vida del arte”, en un universo donde existir significa ser diferente y la realidad es mutable, siempre en transición, en eterno cambio de forma. Tal existencia propia es una lucha entre la posibilidad (potens) y la imposibilidad (Utopía), lugar en el que  las vivencias y los afectos reciben una forma; lo interno y lo externo se unifican, síntesis de la forma física y la forma espiritual que permanecen juntas en tensión, “abriendo heridas en su cuerpo”, señal de peligro, de resistencia, intensidad, vehemencia y fuerza.
Veamos un ejemplo distinto a cargo del ensayo de William Rowe: “César Vallejo: el dolor como forma de expresión”. El dolor ocupa un lugar muy importante dentro de la obra poética de Vallejo. Aparentemente la finalidad es expresar el dolor como contenido, aunque incida más en la forma de expresión. Rowe toma un poema de los “Poemas en prosa” que inicia así:
Las ventanas se han estremecido, elaborando una metafísica del universo. Vidrios han caído. Un enfermo lanza su queja: la mitad por su boca lenguada y sobrante, y toda entera, por el ano de su espalda. Es el huracán. Un castaño del jardín de las Tullerías habráse abatido, al soplo del viento, que mide ochenta metros por segundo.

Este fragmento trasciende cualquier realismo o mímesis directa de la realidad. Un enfermo arroja, precipita su queja, la mitad por medio de una boca de marcado carácter animal (pez) y la otra mitad por un orificio de la espalda. Comienza como contenido pero salta al nivel de la forma. La queja del enfermo penetra en el cuerpo del otro, un movimiento que recuerda al del huracán, dado que el dolor abre un abismo que carece de límite, máxima penetración de los sonidos, de las palabras como sonidos y de los sonidos de las palabras a una región preconceptual donde los significados son inestables, fenómeno propio del lenguaje y la zona más indefensa del ser. Nótese como la presencia de imágenes y metáforas vallejianas hacen que el contenido y la forma se hallen en fraternal alianza, la una dependiendo de la otra. Si el texto referido fuera solo contenido no tendría los valores de ambigüedad, multisignificación, tensión, drama, pulsión y síntesis primordial. La forma no solo es suma de procedimientos, estructura externa, superficie, cáscara, léxico, sintaxis, comunicación, composición, disposición tipográfica, propio de las múltiples operaciones sobre los niveles de la lengua. De manera enfática y exclusiva se diría que tal creación de Vallejo es un poema en prosa, donde se emplea el verso libre. No basta con esa liviana apreciación. Es menester reconocer al lenguaje, la imaginación, el espacio afectivo, intelectual y la emoción como actores de la forma constituida.
Al interior del arte actúa una sutil dialéctica, los valores temáticos se formalizan y los valores formales significan. De esta contradicción e interacción nace el sentido total de la obra, “el valor de la forma, que crea vida y la exalta”, según Lukács, quien concibe la forma como puente, camino, certeza, lo nuevo en coherencia, muy lejos a su vez de la incertidumbre, de la comedia vacía. Toda vivencia desgarra las conexiones y las continuidades del pasado desde el contenido profundo, porque la forma subsiste tras la aparición de un nuevo mundo, “percepción religiosa que conecta todo con todo, las relaciones- construcción de una vida anímica en movimiento, entretejido, construcción y articulación, concepción del mundo, toma de posición”.
De acuerdo, la forma puede ser una construcción  que se manifiesta. Unas, tras largos años  de considerar  cada movimiento y palabra, hasta logar una articulación orgánica. Otras, poseen  una rigurosa disposición musical; unas más despiertan una sensación de simultaneidad, de espacio supratemporal de unas obras cada vez más complejas y dinámicas que se esfuerzan por dominar tal complejidad y donde se advierte la vibración de la experiencia.
Para Kandinsky la forma es la expresión del contenido interno. Supone una delimitación de un objeto material, o sea, externo, que se vuelve  objeto abstracto interiorizado, producto de su imaginación, de su lectura, de su construcción ficcional y simbólica. Esta unión rehúye el peligro de los extremos: el realismo plano y absoluto del espacio fisico, y/o el  puro reino abstracto de las improvisaciones, el paraíso de la idealización y la estilización. Los extremos olvidan que es en la región potencial donde se crea el objeto artístico, mediante la actividad lúdica transformadora del mundo (reiteramos: potens, semilla de la eterna posibilidad).
La esencia del arte literario, señala Erich Kahler, “consiste en una relación entre dos niveles de existencia: entre lo específico, sea excepcional o no excepcional, y lo universal, es decir, la identidad lograda entre lo particular y lo general”.
Kahler llama a lo específico la forma cerrada y menciona a Flaubert como ejemplo donde sus narraciones contienen perfectas y precisas interacciones de las partes. De manera opuesta nombra a Balzac, “el cual describe sucesos, caracteres e historias excepcionales, siempre de manera suelta y pródiga”.
Veamos otros dos ejemplos de forma cerrada y forma abierta. El primero con la concisión de las líneas de Baudelaire:
Remordimiento póstumo
Cuando duermas por siempre, mi amada Tenebrosa,
tendida bajo el mármol de negro monumento
y por tibia morada y por solo aposento
tengas, no más, el antro húmedo de la fosa;
Cuando oprima la piedra tu carne temblorosa,
y le robe a tus flancos su dulce rendimiento,
acallará por siempre tu corazón violento,
detendrá para siempre tu andanza vagarosa.
La tumba, confidente de mi anhelo infinito
(compasivo refugio del poeta maldito)
a tu insomnio sin alba dirá con gritos vanos:
«Cortesana imperfecta -¿de qué puede valerte
denegarle a la Vida lo que hoy llora la muerte»?
Mientras -¡pesar tardío!- te roen los gusanos.

A diferencia del anterior, la forma abierta la ejemplifica un fragmento de un poema de  Dylan Thomas con sus versos libres e impetuosos;

Donde una vez las aguas de tu rostro
Donde una vez las aguas de tu rostro
giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu áspero fantasma,
los muertos alzan la mirada;
donde un día asomaron el pelo los tritones
a través de tu hielo, el viento áspero navega
por la sal, la raíz, las huevas de los peces.
Donde una vez tus verdes nudos hundieron su atadura
en el cordón de la marea, allí camina ahora
el vegetal destejedor,
con tijeras filosas, empuñando el cuchillo
para cortar los canales en su origen
y derribar los frutos empapados.
Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo
irrumpen en las camas galantes de las algas;
el alga del amor se vuelve mustia;
allí en torno a tus piedras
sombras de niños van, que desde su vacío
lloran ante el mar colmado de delfines.

Antes de la obra existe una lucha entre realidad e imposibilidad de otra realidad mutable, múltiple, siempre en transición, en eterno cambio de apariencia, pero que en la obra expresada ya es una certeza de la forma, primera madurez, no una sospecha del iniciado y sus bosquejos del extravío, sus balbuceos de la temprana edad.
Dice Lukács que el surgimiento de la forma es otra vivencia: “la ética, las vivencias y los afectos reciben una forma sólida, debido a que lo externo y lo interno se unifican”. Por lo tanto la forma no es apariencia sino una cualidad profunda, íntegra, constante, tensa e intensa, teniendo en cuenta que escapa del ordenamiento racionalista, lógico, estructuralista y positivista del pasado, cuando el texto dominaba como paradigma, pura morfología, reglas combinatorias, adorno gratuito, ética  del precioso estilo.
Un texto, expresión también de la lengua, constituye un sistema revelador, en el que todas las partes están unidas por una relación de solidaridad y de dependencia. La obra literaria era considerada solo un producto lingüístico. Procuraban descifrar el texto en su sentido global y las complejas relaciones que se establecen entre los signos.
Un asunto es la razón positivista y la otra la razón poética, esta última un aporte de la filósofa María Zambrano, quien se aparta de la razón analítica basada en definiciones y formalismos propios de un saber limitado. Reconoce la imposibilidad del lenguaje para acceder a la verdad última. Por ello traspasa la frontera entre aquello que es posible comunicar a través de la palabra y lo indecible, partiendo de recursos como el silencio; el universo onírico o la fe para hallar el sentido de la vida, envuelto en un ropaje místico, de acuerdo con Arantxa Serantes.
Dentro de esta razón poética, la forma se sostiene al interior, nace de las entrañas  y se afirma, persevera, porque adentro hay unas fuerzas siempre en tensión, en disputa auténtica y conflicto, energías, impulsos, habitantes todos de un objeto singular, hecho a su medida, sin ninguna frivolidad, adheridos para siempre. Toda forma incluye su contenido y todo contenido comprende su forma, juegos del lenguaje no verbalizables, producto de una existencia llena de altibajos y dramas continuos que se tornan experiencia legítima. Allí empieza la  otra aventura del arte.

BIBLIOGRAFÍA

Lukács, György (1990) Hacia una teoría de la novela, Ediciones Godot, Buenos Aires
Ballart, Pedre (2005) El contorno del poema, Acantilado, Barcelona.
Kahler, Erich (1975) La desintegración de la forma en las artes, Siglo XXI, México
Kandinsky, Wassily (1970) De lo espiritual en el arte, Labor, Buenos Aires.
Ramírez Peña, Luis Alfonso (2008) Comunicación y discurso, Magisterio, Bogotá.              
Rowe, Willliam (1996) Hacia una poética radical, Mosca Azul editores, Buenos Aires.
Serantes, Arantxa (1994) Estudios avanzados en Historia, Gallego, ediciones; La Coruña.
Zambrano, María (1987) Filosofía y poesía, F.C.E, México

PAUSADA PERCUSIÓN
Descripción: Foto1Jenny Sella-goyes Descripción: Portada-GOYES

De la imagen a la imaginación acústica:
Pausada percusión y otras memorias de Julio César Goyes Narváez

Carlos Rojas Ramírez[1]

Yo soy el sin reposo, el exiliado, en mí cantan
los hijos abandonados.
Julio César Goyes
“Abluciones de Olavide”

En Youth, de Paolo Sorrentino, Michael Caine interpreta a un compositor y director de orquesta que es capaz de hacer hablar a la naturaleza con sus propias manos. Su mirada, en la mayoría de las escenas, refleja un tempo abisal, mientras persiste un cierto equilibrio entre sonido y silencio que anega cada de uno de los cuadros de la película, como si fuese una mancha tipográfica que derramase palabras entre blancos y negros.
En el pórtico que encabeza Pausada percusión y otras memorias, poemario de Julio César Goyes editado por Galáctica en 2019, Felipe García Quintero reconoce a la memoria y a la música como “dos maneras de la sensibilidad” que recorren las páginas de esta obra. Pensando en la cinematografía de Sorrentino, podría añadirse la construcción de la imagen como una encarnación más que entrelaza recuerdo y melodía con las pulsiones vitales evocadas por el poeta.
Versos unificados o poemas de aliento sostenido, Pausada percusión y otras memorias se divide en cuatro expresiones diversas sobre la figura del viaje. El primero de ellos, “Pausada percusión”, es una evocación épica de la infancia que recrea sus ritmos inmortales; son versos que corporalizan experiencias pasadas para hacerlas vibrar, para acometer el oficio de recuperar su vitalidad primigenia: la percusión olvidada que remonta con la escritura. Escribe Goyes Narváez:
La sangre yace contenida en los días estivales,
de repente llueve como una bendición
sobre la tierra (efímeras son las sensaciones,
inmortales los relatos).

El corazón resiste porque el porvenir redobla
sin saber dónde
                                   ni la hora en que llama,
ni quién con tanta maestría
lo ejecuta.

Percusionista del silencio; eso, no otra cosa,
quiero ser.

Latido, vitalidad y composición se alternan bajo una forma de misticismo que convoca el sentido más ritual de la escritura: el de crear con la palabra. A este viaje hacia las raíces, le sigue “Caballo migratorio”, el cual, por su parte, pareciera moverse entre un testimonio literario y cinematográfico, urdido de imágenes y referencias, que desemboca en la conformación de un imaginario poético. La imagen del caballo se convierte en alegoría del camino andado que no admite reposo: el viaje del paso cotidiano del tiempo.
            Frente a estas estampas que se demoran en viajes a la semilla, el poemario cierra con dos poemas de ocaso, de viaje a la deriva y de exilio. Son versos que comienzan alojados en La Habana y que mantienen el calor de la fraternidad y la parsimonia ominosa del que ha sido confinado al silencio:

Yo soy el malecón azotado por las olas,

el extranjero que te extrañará ciudad,
que clamará en los senos que en el sur esperan
y orientará los ojos de nuevo hacia los tuyos,
porque el viajero no tiene otra patria
que su viaje.

Así, del exilio en paraísos feroces, el poemario cierra con el motivo del viaje como encuentro, afincado en la imagen paternal. Una serie de versos narran el anhelo de un encuentro y la creación de un espacio en sepia que es la suma de todos los espacios posibles. El encuentro culmina como una metáfora especular que sostiene la extrañeza de percibirse en el antepasado: “Yo soy tu imagen en la piel como un enigma”.
Atravesados por la memoria, los poemas de Julio César Goyes son una forma de hacer hablar al tiempo y de devolverle la voz a las patrias que cada lector suele recordar en claroscuros: la infancia, la amistad y la familia. Los poemas, así, ofrecen paneos sobre paisajes y geografías internas, se mueven con sigilo entre el enfoque de una escena y el recuero de su particular percusión.
¿Obra de cultura libre? ¿Un libro de viaje? ¿Álbum de sonidos evocados? La compilación de estas imágenes acústicas es un llamado a reconquistar los terrenos de la memoria, esa ficción en donde reposa la simiente del relato.


Vienen desde lejos los caballos de la noche:
relámpagos en el espejo de sus ojos,
crines goteando en las vasijas del silencio.

Inmemorial la ciudad corta la percusión
en múltiples galopes.

Soy el caballo manchado de sueño que ansía
el chasquido de la playa, el aliento sincopado
que canta clandestino entre las olas.

***

¿Dónde suenan los tambores y en qué sitio?

Vienen desde adentro los cascos sonoros
y en estampida alcanzan lejanía.

Las palabras trazan viejas carabelas
y ojos que la piel del mapalé
escuece:
dioses,
retazos,
goces.

Soy el detritus de la memoria
arrojado en la arena.

***

Gota a gota los cununos apremian,
caen a la penumbra que los devora
con su desnudez de diosa.

Afuera los jardines se pueblan de insectos
mientras duermevela el mundo.

Yo soy la mirada mestiza que cae
y cae la saliva
            y el cuerpo en un sólo arará
anochece.

***
La sangre yace contenida en los días estivales,
de repente llueve como una bendición
sobre la tierra (efímeras son las sensaciones,
inmortales los relatos).

El corazón resiste porque el porvenir redobla
sin saber dónde
ni la hora en que llama,
ni quién con tanta maestría
lo ejecuta.

Percusionista del silencio; eso, no otra cosa
quiero ser.

***
Al otro lado del océano duerme el sonero
mecido por un espejo de agua coralina,
aquí, en esta orilla, la noche escribe
y delira,
bebe la afrenta,
            prepara la estampida.

Una sombra íngrima espera el sol
que la mañana anhela,
(adelgazada resiste a contraluz)
bien sabe que los despiertos imaginan escenarios
con potros salvajes
y sones suicidas.
Yo soy la otra orilla en este pausado
y generoso mundo

(pocas veces o casi sueño),

nunca nuestro.

***
Tan lejos para decir y tan cerca para el mar,
para volver a amar el cuerpo nocturno
que la luz ahoga.

Los dioses continúan derribados en la arena,
sus ojos calcinados, sus  bocas que en otros veranos
pronunciaron palabras de amor hoy las inmolan,
sus oídos niegan la marea.

Yo vuelvo a cabalgar la ciudad, su lomo que suda
y refriego mis amanecidos ojos,
porque leve y testarudo es el son
y sordos están
los que no escuchan.

Julio César Goyes Narváez (Ipiales, Nariño) es profesor e investigador del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura –IECO– de la Universidad Nacional de Colombia. Pausada Percusión y otras memorias es su séptimo libro de poemas, obtuvo Mención de Honor en el XIV Concurso Internacional Bonaventurianao de Poesía, Cali, 2018. Participa en América revisitada y Palavbras andantes, antologías bilingües español/protugués de poesía latinoamericana (Sao Paulo, 2019).


METAPHYSICA


La palabra: ese cuerpo hacia todo.
La palabra: esos ojos abiertos.


Roberto Juarroz
***

CARTAS DE LOS LECTORES

CONFABULADOS: Mis felicitaciones para el poeta Herbert Protzkar por esa nueva publicación, para deleite de sus lectores. Angela Crespo

***

AMIGOS CONFABULADOS: Sigo gozando mucho con se sección de la Minificción a cargo de Guillermo Bustamante Zamudio. Felicitaciones al escritor por la selección que ha hecho. Luis Ernesto Arenas 




[1] Licenciado en Letras Hispánicas, con una maestría en Estudios de la Cultura y la Comunicación. Actualmente cursa el doctorado en Investigación Educativa con énfasis  en Lingüística, en la Universidad de Veracruz. Palabras de presentación del libro Pausada percusión y otras memorias en la Feria Internacional del libro Universitario FILU 2019, el 13 de abril, en Xalapa, México.