Homenaje a Gonzalo Márquez
Cristo
Por Amparo Osorio
Temprano levantó la
muerte el vuelo
Temprano madrugó la
madrugada
Temprano estás
rodando por el suelo…
Te digo este poema
que tantas veces repetimos juntos y que fue nuestro primer acercamiento aquella
noche de junio de1988 cuando sin conocernos habíamos asistido a Villa de Leyva
a un encuentro de poetas convocado por Nachito Ramírez.
Te lo digo una vez
más y al hacerlo me parece mentira que esto esté pasando. No. No es verdad.
Estoy en una escena del teatro del absurdo.
Estoy viendo tu risa
cuando aquella misma noche dijiste que habías desertado de la Facultad de
Economía, y yo te respondí que yo era la mejor alumna de la Facultad de la
vida.
Estoy escuchando tu
entusiasmo y fervor cuando acordamos que Borges era nuestro escritor
predilecto, nuestro secreto oráculo y El Aleph una de las más significativas
piezas de la literatura universal.
Te veo seis meses
después levantar la copa alegremente cuando en 1989 celebramos la primera Común
Presencia juntos, al abrigo de tantos amigos que aplaudieron y apoyaron
esta utopía. Veo desde esa noche y a través de los años a Sandra Soler, a
Hernando Socarrás y Conchita González, a Jorge Torres Medina, a Germán
Villamizar, a Iván Beltrán, a Yirama Castaño, a Marco Antonio Garzón, a Omar
Martínez, a Miguel Rodríguez y Esperanza López, a Enrique Ferrer, a José
Manuel Prada Erika Castañeda, a Pedro Manrique, a Antonio Correa, a Nachito
Ramírez y Olga Cristina Turriago, a Clarita Márquez tu siempre solidaria
hermana. Veo los lirios que ofrendó mi madre, veo a los tuyos y a los míos en
esa celebración iniciática en aquel “viejo bar de los recuerdos” y evoco tus
emotivas palabras de presentación:
Esta será la Revista
de todos. Nuestra mayor utopía. Bienvenidos!
Muchos ya no están.
Te veo llorar sus muertes porque la amistad para ti era el gran regalo de la
vida. Otros se ausentaron y miro tu semblante triste cuando hablamos de ellos.
Después de aquella noche
nos subimos a un carrusel de sueños… los poemas iban y venían, se
agrandaba el círculo de amigos, era una verdadera presencia común llena de
música y de anhelos. La Revista viajaba traspasando fronteras. Llegaban cartas
y poemas, llegaban invitaciones…
Esta es la historia
que muchos no saben. La historia que merece ser contada porque lleva también el
sello de tu vida y contiene el inicio de un largo camino recorrido. Común
Presencia había comenzado a desplegarse como un barquito de papel.
El alma de la Revista
será la poesía, pero tendremos también un Dossier central. Entrevistas a
grandes escritores y pensadores universales. Dijimos una noche. Hacíamos
listas y presupuestos.
-No puede ser
pregunta-respuesta. Desnudaremos al personaje. Serán materiales humanos.
Sí, sí. Estuviste de
acuerdo.
Hicimos con Hernando
Socarrás (Soquita), el primer viaje a Venezuela aceptando la invitación
que personalmente en Bogotá viniera a cursarnos Manuel Esteban González (Mañe).
Era asunto de locos. “Yo llego a Cúcuta y los recojo” de ahí vamos hasta Mérida
donde estoy programando una lectura en la Universidad Central. No hay pago.
Luego Vamos por tierra hasta Caracas, allí los alojará el poeta Benito Mieses.
Tendrán presentación en el Cerlarg y en el Teresa Carreño. Trataremos de
conseguir algunos viáticos pero no les faltará nada”.
Emprendimos nuestro
trayecto de 18 horas en autobús hasta Cúcuta. En el parque señalado, día y
hora, nos esperaba Mañe con tres zapotes como bienvenida y para que
refrescáramos la temperatura de 26 grados de la ciudad. Luego de unas horas de
descanso y mientras tomábamos jugo de sandía en una fuente de soda, supimos por
Mañe que no se habían conseguido tiquetes aéreos y que él tampoco tenía
automóvil, así que nos tocó otro trayecto en autobús hasta Mérida. Fue una
experiencia inolvidable. En el camino tú decías que esto solo era locura propia
de poetas. Soquita reía y nos fuimos contando al unísono la mitad de nuestras
vidas.
El fervor y el afecto
nos hermanaron desde siempre con las letras venezolanas Conocimos a todos los
poetas de Mérida y luego a los de Caracas. Aún los ves, sé cuánto los has
amado. Eugenio Montejo, Armando Rojas Guardia, Luis Alberto Crespo, Benito
Mieses, Luis Alejandro Contreras, Hermes Vargas, Mañe, Miguelito
Márquez, El viejo Rafa, Gregory Zambrano, Alfredo Silva Estrada, y Sonia
Sanoja, Sthefen Marsh Planchard, Ramón Palomares, Eduardo Riveros y Lucy,
Verónica Jafé, Yolanda Panti, Alfredo Chacón, el catire Enrique Hernández de
Jesús, Raquel Abend Van Dale, Adalber Salas Hernández, todos han estado
de una u otra forma en nuestros afectos y nuestras lecturas…
Después vino el verde
de Aurelio Arturo, en nuestro primer encuentro con los poetas del Sur: Te veo
abrazándolos y recibiendo sus afectos y querencias. Veo a Soquita en aquella
célebre lectura que compartimos con Arturito Bolaños, Edgar Bastidas, Lidia
Inés Muñóz, y Mireya Segura, en un señorial recinto de Pasto.
Veo la Casa del
colibrí donde todos hicimos un misterioso viaje curativo por los territorios
del Yagé antes de emprender de nuevo y por tierra nuestra próxima ruta:
Ecuador.
Estamos abriendo
fronteras invisibles, páginas de vida.
Se continuaron
desplegando los sueños gracias a ese abrigo invisible de la fraternidad. Ahora
vamos hacia Europa en busca de grandes poetas y pensadores universales. ¿La
meta? Rendirles un homenaje en las páginas de nuestra revista. Ya lo hemos
hecho a Alfredo Silva Estrada, Olga Orozco y E.M. Cioran. Debemos entregarle de
manera física a este padre del escepticismo el número en el que fue
protagonista.
Los viajes, los
países amados y recorridos hasta su íntima esencia, desfilan esta noche en el
recuerdo. Arquitecturas y museos, callecitas que nos ofrecían el encanto de una
flor robada para entregarnos, iglesias y catedrales que conservaban sigilosos
misterios.
Las voces y los
abrazos, de tantos y tan hermosos seres a través de la ruta, se constituyeron
en la razón de ser de nuestras vidas.
No. Tú no te has ido.
No es cierto.
Estamos arribando a
Rue del Odeón donde Cioran nos abre su puerta Su ternura y su ironía son el
banquete central. Hablamos en nuestro precario francés y sonríe. Él lo mezcla
con el rumano -que no entendemos- y pasa al francés de nuevo y a un improvisado
español. Es un encuentro lúdico en el que la literatura y la vida se dan cita
para el más conmovedor de los afectos. Nos ofrece dos copas de vino y Luego de
unas inolvidables y mágicas horas a su lado, Cioran toma mis manos y las besa.
Le pregunto si puedo hacer una foto y posas junto a él mientras los dos
adquieren rostros adustos. Generosamente dice que ahora conmigo, tomas la
cámara y la obturas. Salimos los tres de su pequeña buhardilla y ya en una
esquina de aquella memorable calle levanta la mano y nos dice; adiós y mucha
ironía!!! Te veo temblar minutos después mientras nos abrazamos
de emoción en una banca donde la lluvia de París lava nuestras lágrimas.
Más tarde cenaremos
con Andrèe Chedid la poeta egipcia que nos espera por recomendación de Alfredo
Silva Estrada nuestro gran amigo venezolano, poeta y traductor de grandes
escritores franceses. Estás nervioso. Ella es una celebridad en su país y en
Francia. Acudimos a la cita en la librería de Marthe Noch. Nos saluda con un
abrazo infinito y su primer comentario es: certains enfants! Marthe
traduce “unos niños”. Vamos al restaurante donde alguna vez cenó con Julio
Cortázar y como un homenaje a su amistad, a su Rayuela y a nuestra presencia
latinoamericana, dispone que nos sentemos en la misma mesa en la que estuvo con
él. Me das un golpecito por debajo de la mesa y me siento la Maga de Oliveira,
mientras estamos siendo arrullados por la voz de Aznavour en su más emblemática
canción: Bohemia de París, alegre loca y gris, de un tiempo ya pasado…
Ya en la madrugada en
casa de Efer Arocha nuestro generoso anfitrión, me dices que debemos crear
también un periódico de poesía. Lo dices animado por nuestra fantástica
conversación con Andrèe. La joven parca, afirmas. Debe salir
mensualmente porque al mundo lo debemos llenar de poesía es lo único que lo
salvará…
Ahora pienso porqué
ese título tan extrañamente premonitorio. Y evoco uno de sus versos: ¿Quién
sino el viento simple solloza en esta hora sola con diamantes extremos?
Aquella noche lo dijiste como rindiendo un sentido homenaje a Paul Valery, como
todos nuestros títulos: Común Presencia por la obra cumbre de René Char,
Los Conjurados por Borges, Confabulación porque eso hemos sido
durante todos estos años…
Miro por la ventana.
La noche está cerrada y no hay una sola estrella en el cielo. Quizás te esperan
como antorchas alumbrando la playa donde tomarás la nave de Caronte.
Aquí nuestro tema
favorito. Los griegos. Tú epicuriano. Yo adoradora de Homero y de Virgilio. Te
digo esto con el alma partida. Pienso en tu soledad. En el viaje que emprendes
hacia nunca sabremos dónde. Pienso si tienes frío, si hay miedo, si hay sombra,
o por el contrario hay túneles de luz para guiar tu mirada hacia el encuentro
del nirvana definitivo.
¿Ya no miras
atrás?... No. ¡Esto no es cierto! Vamos por la Florencia de Dante, donde
fraternalmente nos acoge Martica Canfield en su estudio de Vía Senese. Ella ha
tenido que partir a un viaje intempestivo hacia Montevideo y te queda la
nostalgia de no conocerla aún, de no abrazarla todavía. Ya será, ya será… -te
digo. Estamos extasiados de tanta belleza que nos ofrece la ciudad de
Lorenzo de Médici, recorremos las cúspides del renacimiento,
Roma se abre como su
lectura invertida al amor! Lanzamos unas monedas en la Fontana de Trevi porque
esto asegura los regresos. La recorremos hasta su médula. El Castello di
Sant´angelo es lo que más te ha impactado, quizá porque habíamos leído en esa
edición pirata que hicieron unos amigos en Colombia Memorias de Adriano
de Marguerite Yourcenar, y recordaste su escalofriante final: Ahora
preparémonos para entrar a la muerte con los ojos abiertos. Viajamos por la
vía Tuscolana hasta Cinecittà donde se ha dado vida a través del celuloide a
tantos y tan maravillosos sueños. En el camino nos varamos… es mejor volver
–dices-, mientras discernimos sobre directores y películas favoritas. Yo digo
que Novecento es para mí la número uno en toda la historia del cine. Amo a
Bertolucci. Tú te quedas con Fellini y la Cità de las mujeres. Que sí, que no,
¿y Vittorio De Sicca y Rosellinni, y Pasolini y Antonioni? Y Buscamos un
callecita donde la tarde se queda detenida en El Eclipse y “ella nunca
llega”.
Los días giran como
una rueda loca. Luego Milán, Bomarzo, Siena, la Verona de Romeo y
Julieta, Venecia la soñada y amada con sus góndolas y sus canales, con sus
tesoros bizantinos y góticos y su arquitectura barroca, Venecia y nosotros
lanzando sueños por su brazo de mar hacia el Adriático.
Retornamos a Francia.
De nuevo Montmartre y Montparnasse, los Campos Elíseos, La Torre Eifell que nos
saluda con sus millares de luces encendidas, la bruma nocturna mientras la
recorremos hasta el último de sus callejones. Aquella célebre estación del
Forum de Halles, donde un remolino de gente nos apartó por más de una hora y yo
quedé perdida entre la multitud, al fin vi una mano levantada –era la tuya-
estabas desencajado, sobre todo porque yo no llevaba ni siquiera un mapa y lo
único que sabía era que nos alojaba en buen Efer Arocha y que para llegar a su
casa en dehors de París debíamos tomar tres enlaces. ¡Ah La Ciudad Luz, la de
los idiomas del amor, y el Sena fluyendo. El mismo Sena donde Paul Celan
decidiera poner fin a sus días. La patria de Víctor Hugo, la exquisita hasta en
su más insospechado rincón y nosotros perdidos por más de cuatro días entre El
Louvre y Orsay deslumbrados por la maravilla del arte universal. La París de
Edith Piaf e Ives Montand, entre tantos otros célebres artistas y cuyas
canciones a veces entonabas con tu vocecita de pájaro perdido. La cuna de las vanguardias
del cubismo el dadaísmo y el surrealismo. La ciudad de André Breton y
Tristan Tzara, de Albert Camus y Lawrence Durrell, cuyos Cuarteto de Alejandría
y Quinteto de Avignon se convirtieron en unas de nuestras lecturas predilectas.
París la infinitamente incontable y la alegría de nuestra próxima cita para
conocer al delicado poeta Roger Munier en su refugio de Les Erables. No cabe
tanta emoción en ti, ni en mí ni en el mundo. El Sena escucha los secretos…
Luego Bruselas,
nuestro encuentro con la poeta Renata Durán, con
Clude Fell, con
Fernand Verhesen y su maravillo Museo de la palabra y sus sobrias y
profundas ediciones Le Curmie. Nuestra alegría de abrazar a dos compatriotas
colombianas refugiadas políticas Liliana P., y Adriana… Después un alto en el
camino para pasar 15 días en casa de la dulce Maria Eugenia Torres, la
mejor amiga de mi madre.
Esta es otra de las
formas de la poesía
dijste una noche cuando nuestros anfitriones nos invitaron a cenar a la
calle de los pescados y mariscos crudos, exquisitamente expuestos en sus
fantásticas fuentes de hielo. Fue una pequeña temporada de relax. Dinnat,
Brujas, Lovaina, Waterloo.
Vino Holanda, la
soñada por su libertad y por el hecho fantástico de contemplar por primera vez
en sus museos un Van Gogh, un Rembrandt, un Bosco… se abrieron a nuestros ojos
sus molinos rurales y sus extensos campos de hermosos tulipanes. No podías
creerlo y yo tampoco. Estamos ahora en el Barrio Rojo y en un bar cercano donde
tomamos unas cervezas se escucha la voz de Juan Luis Guerra. Intentando un poco
de inglés y francés, preguntas al dueño por qué esa música tan latina en esas
latitudes. Te veo hacer esfuerzos con la palabra para que él comprenda. Tras
una larga sonrisa te responde: No te preocupes, hablo un perfecto español
porque es un idioma que amo! Soltamos la risa. Luego de varias cervezas y
de casi tres horas de tertulia fraternal, yo halo la cuerda de una campana que
pende del techo y está casi sobre mí y el hombre alarmado se toma la cabeza con
las dos manos y dice: ¡Ah, no! Es el santo y seña para que mis amigos vengan a
una hora de licor gratis. En minutos el establecimiento comenzó a llenarse de
gente, nos fuimos haciendo todos amigos de todos, mientras nuestro anfitrión
traducía. Esa fue la Holanda que amaste y de la que no dejaste nunca de hablar.
España se abre en una
madrugada de otoño. Estás feliz y celebras cada rebaño de ovejitas negras que
vemos por los campos de La Mancha, en nuestro trayecto hacia Madrid. Nos alojan
en Colmenarejo mi amiga Amparo Bonilla y su compañero José Luis. Recorremos la
Madre Patria con la fascinación de nuevos descubrimientos. El Reina Sofía, la
Casona del Buen Retiro con su total exposición de los bocetos iniciales de
Picasso y al final en un salón majestuoso El Guernica sacudiendo
nuestros corazones. Madrid con el parque Colón y la Puerta de Alcalá, con
Cibeles y la Plaza Descubrimiento, con su emblemático Café Gijón y -haciendo
honor a su nombre- el delicioso café que tomamos en compañía de la colombiana
Consuelo Triviño horas antes de nuestra entrevista a Antonio Morales. En la
noche estamos invitados a la presentación del No.1 de la Revista Atlanta de
poesía. Vamos con el escritor Carlos Jiménez, nos abrazan con su señorío
madrileño los oferentes Caballero Bonald y José Ramón Ripoll. Al finalizar el
acto, y para grata sorpresa nuestra, nos encontramos con el ilustre colombiano
Alvaro Mutis, a quien proponemos una entrevista para Común Presencia y
de inmediato acepta. Hablamos un poco de las grandes obsesiones del hombre y de
su emblemático Maqroll el viajero. Ya más tarde haciendo apuntes y
evocando este encuentro, concluiremos que definitivamente somos unos
trotamundos.
Al tercer día
nos embarcamos en un bus rumbo a la Granada de García Lorca. Un olor a azahares
nos alcanza y a veces por sus ventanas parecen entrar las ramas cargadas de
pequeñitas naranjas. De inmediato recuerdo ese preciosísimo tango de los
hermanos Dicépolo, y canto: Primero hay que saber amar/ después partir/ y al
fin andar sin sentimiento/ perfume de Naranjo en flor/ promesas vanas de un
amor/ que se marcharon con el viento/ Sueltas la risa y evocas algunas de
las célebres palabras de Cioran: El tango es la perfecta metafísica entre
burdel y poesía. Granada se avista a lo lejos! Vamos recitando Poeta en
Nueva York y hablamos de las preciosas musicalizaciones que han hecho
Leonard Cohen y Enrique Morente. En Viena hay diez muchachas, un hombro
donde solloza la muerte/ y un bosque de palomas disecadas/ hay un fragmento de
la mañana/en el museo de la escarcha/ hay un salón con mil ventanas/ Ay ay
ay ay/ toma este vals/ este vals/ este vals con la boca cerrada/…
Nos instalamos en un
hostal céntrico donde somos los únicos huéspedes. Son las 9,30 pm y la dueña
nos advierte que si vamos a cenar no nos retiremos mucho. El entorno no es muy
seguro. Salimos y de inmediato preguntamos por la ruta hacia el Albaicín. Lo
escalamos con la emoción de quien reencuentra viejos dictados de la vida. Desde
allí, desde su cima, La Alhambra nos da la bienvenida y volvemos sobre
la historia de España, sus poetas y sus guerras.
Al día siguiente veo
cómo te asalta una de las más grandes emociones de toda tu vida. La innegable y
magnífica influencia Andalusí camina por tus poros. ¡Estamos en la Alhambra! En
esta joya universal de insuperable belleza, y atendiendo los llamados de
la sangre afirmas que este es un reencuentro con tus antepasados. Hablas de Fez
y de Líbano, de tu abuela Safa, de los Kebbes y los fallafes, de los
tahines de garbanzo y berenjena, de la ensalada tabbule que Olguita –tu mami-
prepara mensualmente en medio de cualquier día que se convierte en celebración
familiar. Dices que a nuestro regreso es preciso que copiemos las recetas paso
a paso para que esa magia no se pierda. No paras de hablar mientras
recorremos sus palacios nazaríes, la alcazaba y el generalife, la poesía de sus
jardines y sus fuentes. Ingresamos al Torreón de Comares cuyas cuatro
diagonales del techo representan los cuatro ríos del paraíso. Diez mil poemas
inscritos en sus mosaicos me hacen recordar la máxima sentencia de Luis Cardoza
y Aragón: Poesía, prueba concreta de la existencia del hombre. Te la
digo y concluimos que al margen de Común Presencia como fundamental
revista cultural, tenemos que inaugurar una editorial donde la poesía sea la
reina. Barajamos nombres, acariciamos este sueño… Antes de nuestra salida
de este templo del espíritu universal, dices un verso de Rumi:
Deja tus
preocupaciones
y ten un
corazón completamente limpio,
como la superficie de
un espejo
que no contempla
imágenes.
Ahora vamos rumbo a
Sevilla, a la contemplación de nuevas maravillas. La Giralda con su fantástica
historia de amor entre Al-Mutamid y Rumayquiya. La subida a la Colina del
Suspiro, donde según la leyenda en ocasiones se escucha el llanto de Axataf el
último rey moro ante las palabras sentenciosas de la sultana Caixa “llora como
mujer lo que no supiste defender como hombre”. Vamos a nuestro encuentro con
Antonio José Trigo y el descubrimiento en su vieja biblioteca de nuevos poetas
como Adonis y Casimiro de Brito, que luego conoceremos con los años y
publicaremos cuando se inaugure nuestra Colección de poesía.
El tiempo comienza a
agotarse. Luego de tres días en Sevilla, y con el Guadalquivir y la Torre de
Oro despidiéndonos, regresamos a Colmenarejo para reportarnos con nuestros
anfitriones y seguir rumbo a Barcelona. La ciudad está en total remodelación
porque se avecinan los juegos olímpicos. No obstante gozamos el ambiente de las
ramblas y el misterioso encanto de La Sagrada Familia, la incomparable obra de
Gaudí. Nos dirigimos a Palo Alto el sitio donde vive Joan Manuel Serrat con la
ilusión de entrevistarlo. Ya en Bogotá durante su último concierto en el Teatro
Colón a donde le llevé como regalo una orquídea, me había anotado su dirección
en una servilleta. Logramos ubicar su casa pero para nuestro pesar se
encontraba de gira artística en América Latina.
Retornamos a Madrid
para preparar nuestro regreso. Nos despedimos de la vieja Europa con emoción y
nostalgia. El equipaje viene lleno de sueños y de planes, de maravillosos
apuntes y de innumerables libros obsequiados o comprados durante nuestra
travesía. Ya en el aeropuerto de Barajas dices que ha sido un viaje fantástico,
pero que muy a nuestro pesar nos quedaron faltando Grecia y Portugal. Sin
embargo recién has logrado cumplir tu sueño junto a Pilar Duarte, el gran amor
de tus últimos años, con quien también estuviste en Rusia.
Ay Chali, esto no
puede ser… esto no está pasando.
Vuelvo a esta crónica
de viaje, a esta crónica de vida que contiene parte de tu legado.
Regresar a Colombia
se convirtió en toda una fiesta. Los amigos y nuestras familias, querían hasta
el último detalle. Fueron seis meses de celebración y memoria.
Avanzábamos en la
preparación del próximo número de la revista. Se estrechaban los lazos con
grandes pintores latinoamericanos, que recibían en nuestras páginas el homenaje
a sus obras. Ángel Loochkartt, Jim Amaral, Armando Villegas, Eduardito Esparza,
Fernando Maldonado, Omar Rayo, Carlos Granada, Germán Londoño, Gastón Betelli,
Rosenell Baud, Jacobo Borges, Osvaldo Guayazamin, Manolo Colmenares, Luis
Cabrera, Clemencia Tavera, Fabiana Peña, Nicolás de la Hoz, Sergio Trujillo,
Octavio Mendoza… muchos de ellos, amigos que luego apoyaron nuestra Colección
Internacional de Literatura Los Conjurados, cuando logramos concretar en el
2000 este sueño, con la aparición del primer título de poesía como ofrenda de
amistad al poeta argentino Roberto Juarroz, y que luego, con el transcurrir de
los años, quisieron rendirte un homenaje interpretando con sus pátinas tu
novela Ritual de títeres.
Los viajes
continuaron, New York, con nuestros anfitriones la entrañable María Cortina y
Carlos Rodríguez y Quesada, quienes años atrás habían posibilitado nuestra
primera entrevista a Carlos Fuentes, México con la fraternidad de los poetas
Marco Antonio Campos y José Ángel Leyva y país en el que logramos parte de
nuestras magistrales entrevistas a Octavio Paz, Salvador Elizondo, Juan García
Ponce, Fernando del Paso… algunas ciudades de Estados Unidos,
Centroamérica, América del Sur. Común Presencia se había convertido en
una publicación emblemática, apreciada y conocida en muchos países
Recuerdo tu tristeza
cuando una tarde concluimos que el No. 20 sería el final de la Revista, pues
conseguir la pauta era cada vez más difícil a pesar de todos nuestros esfuerzos
y los costos de los correos para enviarla fuera de Colombia se nos salían de
las manos. Fue una semana de nostalgia y letargo, hasta que decidimos que parte
de su espíritu se salvaría fundando un periódico virtual. Así nacimos al ciber
espacio creando Confabulación que hoy cuenta con más de cien mil
lectores y que llega gratuitamente a diversas latitudes.
Me alcanza la
madrugada y avanza el frio y de nuevo aflora el llanto.
Recuerdo una de
nuestras infinitas conversaciones, cuando hace menos de cuatro meses comenzaste
a hablar de tu admiración y cariño por los poetas y gestores culturales más
cercanos. Recordaste el Festival Internacional de Poesía de Prometeo y contaste
gratas anécdotas de Gabriel Jaime Franco y Fernando Rendón. Si te hablas con
Tallulah Flores y Miguelito Iriarte diles de mi alegría por el crecimiento de
Poema Río. A Javier Osuna, Mauricio Díaz y Sergio Gama, que no desmayen en
sacar adelante su revista Farenheit-451 y el Festival de Literatura de Bogotá. Celebraste
que hubiéramos logrado que trajeran desde Brasil a nuestro querido poeta
uruguayo Alfredo Fressia. Hablaste de Federico Díaz Granados y del
justo reconocimiento que cada vez lograba con su Agenda Cultural del
Gimnasio Moderno. De Jorge Consuegra y su generoso portal de Libros y Letras.
.
Tus palabras iban
cayendo en mí como un epitafio. Como una sombría señal.
Enfatizaste tu cariño
y admiración por los más cercanos poetas que habíamos publicado: Hernando
Socarrás, (Soquita) otra vez Soquita, Jorge Cadavid y Patricia
Valenzuela, Jairito López, Luis Felipe González, Gustavo Quesada, Juan
Sebastián Gaviria, Gabriel Arturo Castro, Pío Fernando Gaona, Hernando Guerra,
Argemiro Menco, Yuichi Mashimo, Carlos Fajardo, Hernando Guerra, Yirama
Castaño… Uno a uno desfilaban por tu memoria los 114 títulos publicados en
nuestra Colección Los Conjurados. La colección tiene que continuar, así como
Confabulación –afirmaste. Llamaste a mi hija Esperanza Vallejo y le dijiste
que asumiera desde ya la Gerencia de la Fundación. Ella dijo que no con su voz
quebrada. Te abrazó animándote y diciendo que ibas a estar bien. Que eras un
batallador. Pero en tus ojos habitaba ya una honda tristeza.
Evocaste el memorable
poema de Antonio Gamoneda:
Va a entrar el día en
la habitación calcinada.
Ha sido inútil la
sutura negra
Queda un placer:
ardemos
En palabras
incomprensibles
Y una vez más me
hablaste de tu encuentro con este maravilloso poeta español que te envío
solidarios y generosos mensajes recién habías tenido el diagnóstico de tu
enfermedad.
Este es apenas el
esbozo Chali de toda una vida dedicada a la poesía, y a través de ella al amor
que sembraste entre cuantos te conocimos.
No sé qué más decir.
Amanece… esto no está pasando. Abrazo a Pilar el gran amor de tus últimos años.
La abrazo porque sé lo que fuiste para ella, porque sé lo que ha sido para ti y
trato inútilmente de contener el llanto mientras recuerdo aquella canción que
tarareábamos en las lejanas noches cuando éramos anónimos y felices.
Un barco frágil de
papel
Parece a veces la
amistad
Pero jamás puede con
él
La más violenta
tempestad,
Porque ese barco de
papel
Tiene aferrado a su
timón
De capitán y timonel
Un corazón…