No. 446, La mar en medio

¡100.000 lectores semanales!


FUNDADORES: Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio. DIRECTORA: Amparo Osorio. COMITÉ EDITORIAL: Iván Beltrán Castillo, Fabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio, Fabio Martínez,  Javier Osuna, Sergio Gama, Mauricio Díaz. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica). Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Luis Rafael Gálvez, Martha Cecilia Rivera (Estados Unidos); Jorge Torres, Jorge Nájar, Efer Arocha (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Renato Sandoval (Perú); Luis Bravo (Uruguay); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela);
Si desea cancelar esta suscripción gratuita por favor responda este mensaje a Con–Fabulación
con el asunto “Retiro”


ALFREDO FRESSIA – LA MAR EN MEDIO




Con-fabulación publica como primicia algunos de los poemas inéditos del libro La mar en medio, nuevo poemario de Alfredo Fressia cuyas ediciones argentina y uruguaya serán presentadas en abril por Editorial Lisboa y Ediciones Civiles Iletrados, en Buenos Aires y en Montevideo respectivamente.

Impromptu íntimo

Más de una vez imaginé la casa de Alfredo en São Paulo. No lo hice a partir de datos concretos entrevistos en algunos de sus libros. La armé a mi antojo: es una casa pequeña con ventana a la calle donde encorvándose un poco puede ver a los transeúntes. Descubrí el tono de las paredes, adornos de madera, monedas de dos países y libros apilados frente a una taza ennegrecida. Hay una imagen de Yemanyá sobre la puerta que me recuerda a unos San Jorge descubiertos en el mismo lugar de otras puertas que van a dar a mi infancia. Frente a la taza, Alfredo rumia un poema. Sin Juan, sin Jean, está más solo, y cada vez se siente más lejos también, como si la frontera de Uruguay y Brasil se desplazara en silencio, separando cada vez más un paralelo del otro.
Esa intimidad de puertas adentro, que pocas veces vivimos en los hechos –todos cambiamos cuando estamos delante de otro, sea este un amigo, un amante, un familiar-, es la del Poeta de este libro. Esa mar en medio, el camino entre el que era y el que es. Lo perdido, por un lado,  que se recupera en un asalto de los sentidos, nos lleva al lugar y nos vuelve a la taza frente a los libros, pero también lo que no se recupera, lo que está quién sabe dónde, sonando o disonando, en español, en portugués, en una mezcla de ambos idiomas. Cuando pensamos –piedad mediante- en esos hombres y mujeres que pierden la memoria todo es dolor para nosotros. Recuerdo, sin embargo, las palabras de la madre de mi madre que alguna vez me dijo que quería dejar de recordar porque continuamente la asaltaban recuerdos que la llevaban lejos para dejarla de un golpe ahí, delante de otra taza, delante de otra mesa. ¿Para qué tanto recuerdo? Se preguntaba. No hace mucho Alfredo me comentó que su abuela gallega solía decir: Cuando un problema no tiene solución, ya está solucionado.
A la sombra de Garcilaso de la Vega –¿o debería decir a la luz?-, fiel amigo de otro Juan (Boscán), el Poeta de este libro explora plantas –palabras, formas métricas- como el tan montevideano tamarisco, que resiste donde nacen el frío y el calor más extremos mientras camina  -como si caminara hacia su calle Marsella, o a la calle Libres de Juan Introini-  hacia ese origen de una Montevideo transformada, de un Instituto de Profesores que traen los sueños cada tanto, de amigos, y amores que lo llaman a los gritos y que se desvanecen cuando se detiene a mirarlos: Piel de la noche, diente de leche, polvo que vuela con el viento del mar, condolido de sí mismo por ser quien debe enterrar a sus muertos hasta que sea otro Poeta quien continúe esa carrera de po stas que va a dar a la ceniza,  pero que mantiene vivas las palabras propias en la boca de los otros: Aquí yace el despojo de un poeta /Nació bajo un eclipse, fue extranjero/ nada os pidió, labró un Edén de ausencia/ y al fin reunió en la aurora a sus espectros. 
                                                                       Horacio Cavallo


                        “La mar en medio y tierras he dejado
                        de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
                        yéndome alejando cada día,
                        gentes, costumbres, lenguas he pasado.

                        Ya de volver estoy desconfiado;
                        pienso remedios en mi fantasía,
                        y el que más cierto espero es aquel día
                        que acabará la vida y el cuidado.”

                                                           Garcilaso de la Vega

LA MAR EN MEDIO 
                            
 *

Te llama la sirena de los muertos,
te queman con su lengua de aguaviva,
con sus cuerpos de anémona y corales
la mar te los devuelve cada día.

Y los vuelves a ahogar otra mañana
yéndote alejando, los pies heridos,
taparás con ahínco tus oídos
e implorarás el mástil del olvido.
 *

El Poeta no está adentro ni afuera
y aunque escriba cuartetos alegóricos
no han cambiado gentes, costumbres, lengua,
sólo la mar en medio lo condena

a grabar en la arena el último poema.


FRACASO

Llegó tarde el poema, la piedra
lanzada al azar del tablero, y pujaba al nacer
en la violencia de un volcán, el del basalto
en bruto, hecho oscuro adoquín,
era rosado el de granito,
adoquines de mi infancia
que no evocan nada
y el poema emanaba sin respuestas, cubría
el adoquinado, entre el futuro
y la calle Marsella, rocío
en las mañanas sobre la piedra que giraba
entre el blanco y el negro, sibila
de mi barrio, piedra rota
que ya no lee nada
en la lava endurecida del poema.


LA TRAVESÍA DE LA MAR EN MEDIO

Fueron cuarenta días con sus noches.
No estuve en el vientre de una ballena,
nadé en el vientre de la mar en medio,
contaminada, sucia, con sus manchas
de óleo y odio y el dolor del oprobio
humano y animal, restos de un mundo
mordido por cardúmenes enfermos.

Fueron cuarenta días y cuarenta
las noches que velé en la mar en medio.
Vi la pobreza emigrante y en tierra
un asesino constructor de cárceles,
vi el ángulo de un astro en su declive
(y a veces, sólo a veces, digo, casi
la estrella inexplicable de un alivio).

La noche era de insomnio, el día amargo.
Vi flotar durante la travesía
los esquivos testigos de mi vida,
amor y desamor familia adentro
de la infancia y afuera el desamparo,
la soledad de la tinta, el poema
de un niño en bicicleta (fue en Piriápolis).
Vi el nacer del sexo y las esperanzas
que escurrían por el adoquinado.
(El niño que saltaba entre pretiles
continuó merodeando en azoteas).

Vi la pesadilla excavando el mundo
para que el mar desagüe en aquel sótano
desmantelado tras la voladura,
en la calle Marsella, en el Reducto,
el del hueso, huero, huecos de un huérfano
de ancestros y postreros, mar en medio
para atravesar como a una ordalía.

Días y noches en la marejada,
vi el orgullo de los triunfadores
y el otro, el mudo, el de los humillados,
vi que ese orgullo vuelto en rebeldía
ardía como la medusa, ardía
hecho poesía, sal sobre la herida,
para tragar toda la mar en medio
y cruzar una vida componiendo
este diario de viaje o un poema.


HORIZONTE

Más allá de los pinos está el Uruguay.
¿Y después?
Después vienen mis muertos.


SOBRE LA PIEL DE LA NOCHE

                                               Con Juan Introini y Jean-Francis, mis dos Juanes,
                                                    que ya no son de este mundo.


Me desliza la piel de la noche, soy arcaico
por nacimiento. Traigo conmigo el abismo aterrado
al borde de los astros y un planeta al acecho.
He visto mi perfil al carbón, la parte
sideral de la vida, tragada
en el agujero negro de los días
y yo escribía poemas buscando la salida
en el laberinto de los huesos.

Me desliza la piel de la noche, restos
de los cuerpos, mechones de cabello
como el de la cinta azul en la caja repujada,
el diente de leche engarzado en un anillo,
y perdido en cajones que daban siempre
al más allá, mis preguntas al polvo
gris que fue Jean, el que sostuve en mis manos
y que voló con el viento del mar.

Ya nadie leerá en mi mano los secretos
de las líneas como rutas, huellas, guías.
Cubre la piel de la noche
el polvo dulce de los muertos. Cubre
a Juan, la calle Libres, la de los paraísos
que entonces declinaban los días en latín, y yo los recito
desde los años 60. Y enumero los días
de salvar sanantonios, poemas, tréboles
para la buena fortuna, las cruces
de sal gruesa contra el mal de ojo.

Y la alarma del sexo que se erguía
sobre la piel de la noche,
el deslizarse suave del amor
que acababa y no acababa. Como los versos.
Como mi tiempo. Como hoy deambulo entre mis muertos
como astros y escribo
los últimos poemas, al fin la noche
abrupta de este mantra.


IMAGEN DIGITAL

                                               A Jean-Francis Aymonier, In Memoriam

En la última foto
beso tu cabeza, enorme
como la de un elefante
(hoy tu cabeza ya no existe más).
Estamos en la soledad de una sabana
(tampoco era el París de nuestra juventud)
Los dos sonreímos, incluso con los ojos.
Mi mentón está pegado a tu cráneo
y tu boca se cierra para respirar
por la traqueotomía.
Ya no esperamos nada, bramamos en el flash,
espléndidos como el orgullo
al borde del abismo.
(Mi boca mortal sigue deslizando
sobre la piel de tu cráneo)
El amor era un arte hecho de polvo y huesos
como nuestras tallas trabajadas en marfil.
Y hoy me resta este poema narrativo
(que apunta la escopeta a los recuerdos
y no acorta mi espera).


 IPSA SENECTUS

                                                           Al mancebo de Cartagena de Indias

Cuando lo vi
me subí sobre los escombros de mi cuerpo, trepé
a la parte más alta como si subiera a un faro
y traté de iluminarlo como si mis ojos
no estuvieran condolidos, y brillaran,
repuse los bloques de granito de mis viejas
murallas, llené las partes vaciadas
con las historias de amor que no viví,
el secreto memorial de hombres que nunca me amaron
como si ahora sí pudiera abrirme a la vida
de ese hombre joven que me mira, se acerca
y va a abrazar a su amigo, el que llegaba
cuando yo encendí candiles como faros
y velé las mismas armas que guardo hace años
en la insidiosa humedad de mis almenas.


SONDEOS

Pienso remedios en mi fantasía...
…Amar a la dama del unicornio
o al mancebo de Cartagena de Indias,
el que abría su abrazo para otro.

Y fantasear con la farmacopea,
o esperar por el fin de los cuidados
ensayando cuartetos de un poema,
lleno de anhelos el papel en blanco.

Cesar la desconfianza y retornar 
a una ciudad al Sur hecha de cera,
patrio museo de mi juventud,

beber el jugo de flores del mal,
ver brotar los sonetos de la tierra
y hallar la cura en los sueños de un albur.


 CANDILEJAS

Es un hombre. Está
sentado en el muelle y mira la mar
como si la mar le prometiera una respuesta
o un consuelo.
Inmóvil, ve desfilar pasajes de su vida
sobre la línea del horizonte.
Se ve a sí mismo en la ilusión de óptica,
es una de las figuras trémulas de esa linterna mágica
o gira como una sombra chinesca.

Parado junto a una roca de la playa, un segundo hombre mide
el tamaño de la ensenada que los separa.
Para este, el primer hombre también es una sombra
chinesca sobre la línea del muelle:
no distingue sus rasgos y no imagina
qué historia se desliza en las escenas
-escurridizas como peces-
que el del muelle ve en el horizonte.

Un hombre mira a otro que mira el brillo del horizonte.
Distraídos ambos por las luces de la hora
tampoco sospechan que un día serán las siluetas
de un poema fantasioso entrevisto por un poeta venido de Uruguay
una tarde límpida al fin del otoño
junto a las rocas de la playa en Santos
mirando hacia el muelle de los pescadores.


TERRA INCOGNITA

                                    “El tiempo es la imagen móvil de la inmóvil eternidad.”
                                                                       Platón

¿Añoras la mar que dejaste en medio?
Las ruinas nada dicen del pasado,
las ruinas sólo hablan en futuro.

Los restos de las naves que quemaste
navegan en tus versos, son sargazos
después del porvenir y su ilusión,

fatamorgana en que se sumergía
tu recuerdo averiado, y un destino
nacía en los vestigios del poema.


Laborioso fantasma en el ocaso,
construyes los despojos (son reliquias),
cincelas el escombro y labras piedras

amarradas al pecho del suicida.
Preparaste este verso endecasílabo
para hundirte suntuoso en el pasado,

y flotas en la elipse o el azar
de una estrella que gira en el espacio,    
celeste conjetura del mañana.


*Alfredo Fressia nació en Montevideo, Uruguay, en 1948. Es poeta y traductor. Enseñó letras francesas durante 44 años. Profesor de Literatura, fue destituido de la enseñanza por la dictadura uruguaya. Se instala entonces en São Paulo, Brasil, donde reside desde 1976. Ha ejercido la crítica literaria en medios de Uruguay, Brasil y México. Su obra poética ha sido traducida al portugués, inglés, francés, rumano, italiano, griego y turco. Su primer poemario fue publicado en 1973 y los más recientes en 2013, cuando completó cuarenta años de poesía. Sus poemarios más recientes son Poeta en el Edén(Montevideo/México, 2012, reeditado en 2016 Argentina), Cuarenta años de poesía (Montevideo, 2013), la edición bilingüe Clandestin (Harmattan, París, 2013) y Susurro Sur (Valparaíso, México, 2016).


MISTERIOS 
NUEVA EXPOSICION DE JORGE CORTÉS



* Jorge Cortés Gómez, nació en Bogotá. Artista Plástico y Grabador. Maestro en Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido profesor en las principales Universidades del país, destacándose además como conferencista y autor de artículos sobre temas artísticos. Su participación en exposiciones colectivas e individuales se inició en 1978, fecha desde la cual varios de sus trabajos han sido destacados en diferentes proyectos artísticos, que han merecido diversos premios en pintura, video, escultura y grabado. Ha trabajado en las divisiones Culturales del MAM Museo de Arte Moderno de Bogotá MAMBO y de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Entre sus exposiciones sobresalen: Galería Buchholz, Bogotá (1980); Galería Quintero, Barranquilla (1982); Galería El Círculo, Bogotá (1983); “Obra en Marcha”. Galería Diners, Bogotá (1988); Galería Belarca, “Pinturas-Obra sobre Muro”. Bogotá (1989); Galería Belarca, “Las Huellas Humanas", Bogotá (1991); “Una Década’’ Retrospectiva: pinturas, dibujos y esculturas 1985 –1995, Centro Colombo Americano, Bogotá; “País Mental” 32 MURALES Museo de Arte Contemporáneo -Bogotá. 2010 y las Colectivas: Thompson Gallery, New Orleans, U.S.A. (1988); Galería Angela Sacristán- Madrid España (2000); Museo de Bellas Artes de Buenos Aires Argentina. Muestra de Video-Arte. (2000); 3eme Festival de la Culture Colombienne. Mairie (alcaldía) du 12eme arrondissement. Paris France. (2007); Proyecto S.A. Museo de Arte Contemporáneo. Bogotá (2007-2011); Proyecto Fees - Escultura Efímera. Museo de Arte Contemporáneo. Creación, Elaboración y montaje. Bogotá (2011)

CINEFILIAS I
Por Amílcar Bernal
Estoy en la biblioteca leyendo por quinta vez la novela “Una sombra ya pronto serás”, de don Osvaldo Soriano, un argentino muerto muy joven para desgracia de las letras latinoamericanas. Pero antes de continuar con la lectura voy a escribir esta nota, de tal suerte que si luego los de la revista deciden publicarla va a suceder -porque la razón siente envidia de la magia- que cuando ustedes la lean yo estaré todavía gozándome la novela, despacio, como quisiera la papila que pasara el río de los jugos, feliz con el perfil y los disparates de los protagonistas, sus diálogos -en lo que Soriano fue un maestro- y esa increíble fuga hacia no se sabe dónde. Los protagonistas son unos locos resucitados que nunca murieron –nadie escoge el cadáver en que quisiera convertirse- y ahora, en un tiempo sin relojes y un paisaje sumido en la desesperanza, entrecruzan sus vidas huyendo hacia un lugar desconocido, en pos de una Ítaca donde nada ni nadie los espera,
            En 1993 compré la novela por única vez. Todavía pensaba que uno debía tener una extensa biblioteca si amaba el conocimiento, lo cual J. L. Borges desvirtuó, al final, cuando se disponía a ser ciego de todo el cuerpo, argumentando que sólo se quedaba con unos cuarenta libros -creo que dio esa cifra-, los cuales eran suficientes para vivir, o sea, a su edad, para morir. Yo traía, desde la escuela primaria, la idea de que leer era lo más importante, y por eso compré tantos libros en mi juventud. Después, el áspero paso por la edad adulta me enseñó que lo más importante era comer. Entonces hoy, pensionado y pobre -un pleonasmo-, he concluido que lo más importante es leer lleno, después de comer, por lo que saco los libros prestados en la biblioteca, invierto en comida el dinero que antes gastaba en las librerías, y así le doy gusto a Borges y al estómago.
            Pero también es posible que los de la revista pongan mi nota en la basura y, para su desgracia, no puedan ustedes leer estas palabras cuyo objeto era recomendarles esta novela, una de las mejores que cayeron en mis ojos, amén de la visión de algunas piernas de señora que mejoraron sensiblemente el paisaje y me indujeron a amar las dioptrías de mis lentes.
            Leí cuatro veces la novela de marras mientras la tuve, antes de perderla, como se pierde la paciencia o la virginidad, es decir, por culpa de terceros. Algo desconocido me impulsaba a leerla y releerla, hasta que la cuarta vez supe lo que era: hasta la fecha no había leído texto alguno tan cinematográfico como ése. 
            Entonces me dediqué a buscar quién hiciera la película. Primero le presté la novela a mi amigo Henry Maldonnè, a la sazón decano de cinematografía de la Universidad Periférica, con la condición de que buscara la manera de hacer la película, si le gustaba la novela. Y le gustó pero no salió con nada: era muy costoso hacer cine y no veía quién podía patrocinarnos. Entonces se la presté a mi admirada Kat Saint Marie, fotógrafa artística e hija de una familia acaudalada que, con seguridad, podría producirla. A ella también le gustó la novela pero se excusó de la realización para cine por alguna razón que ya no recuerdo. Al año siguiente un director argentino, Héctor Olivera, hizo la película porque, digo yo, una mañana se dio de bruces con mi frustración, que había volado hasta el sur entre la brisa del aleteo de la mariposa que en las antípodas se convierte en huracán, según la pluma flatulenta de algún escritor. Confieso que, a estas alturas, no recuerdo si la película me gustó.
            Tampoco estoy seguro si primero le hice la propuesta a Henry o fue a Kat, pero en todo caso uno de ellos, el último en leer la novela, se la robó. Y ya no tuve libro para hacer un tercer intento de conseguir un productor para mi película, por lo que me quedó en la boca un sabor a frustración que ni la película de Olivera, el mejor de los besos, el más áspero de los rones o el peor de los tabacos me han podido quitar.


METAPHYSICA

¡Ay del libro que pueda leerse
sin interrogarse constantemente
sobre el autor!

E. M. Cioran

***