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DE COMALA A MACONDO
LAS REVOLUCIONES DE JUAN RULFO (1917-1986): LA REVOLUCIÓN POLÍTICA
Y LA REVOLUCIÓN ESTÉTICA/ÉTICA
Fabio Jurado Valencia
Juan Rulfo nace en el año culminante de la revolución agraria y la nueva Constitución de México (1917). Padecerá los miedos, siendo niño, de la segunda revolución, la de los cristeros (1926-1928), surgida como una respuesta de la iglesia al carácter liberal y laico de dicha Constitución. De algún modo la revolución cultural liderada por José Vasconcelos –con las bibliotecas y un acceso más democrático a los libros- tendrá una presencia en Rulfo en su formación como lector/escritor. La beca del Centro Mexicano de Escritores otorgada en 1953 propiciará la relativa tranquilidad que un escritor requiere para avanzar en el proyecto literario, para el caso de Rulfo iniciado en la década de 1940 con la publicación de los primeros cuentos en revistas de Jalisco: “La vida no es muy seria en sus cosas” (1942), “Nos han dado la tierra” y “Macario” (1945).
El pensamiento de Rulfo fue revolucionario frente a la “revolución mexicana”, proyecto de Estado institucionalizado por la burguesía emergente o nueva burguesía, como la llamara Azuela en una de sus novelas breves. Ya desde el cuento “Nos han dado la tierra”, Rulfo introduce la ponzoña de la ironía sobre la calidad de la tierra otorgada a los campesinos, otrora revolucionarios, y sobre la figura del gobierno, un órgano omnipresente supuestamente neutral en las políticas agrarias. Como ha dicho Alberto Vital en las Noticias sobre Juan Rulfo (2004, 134):
A partir de septiembre de 1953, la aparición de El llano en Llamas y otros cuentos, como número 11 de la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica, representó una clara voz de alarma frente a la falta de respuesta del ya muy maduro Nuevo Régimen ante los viejos reclamos de la población y ante una realidad que el propio vigor del capitalismo moderno estaba provocando: incontables mexicanos se estaban quedando fuera del desarrollo y se veían orillados a una violencia que Rulfo percibió en sus últimos matices y resortes.
En “Nos han dado la tierra”, los campesinos caminan y caminan y no encuentran la tierra prometida: la tierra de la ilusión, las tierras fecundas; entonces se van desperdigando por ese “duro pellejo de vaca que se llama el Llano”; solo cuatro, entre “veintitantos”, prosiguen y se internan en un pueblo, con su río y sus árboles de “copas verdes” y sus “chachalacas verdes”. Luego hemos de conjeturar que aquellos hombres son los que aparecen en “La cuesta de las comadres”, como señal de la impotencia frente a la inconsistencia de la reforma agraria: los hermanos Torricos son asaltantes de caminos.
En Rulfo, el pudor en el acto de escribir deviene de la aprehensión crítica de las estéticas de su tiempo y de las lecturas compartidas con Juan José Arreola, Efrén Hernández y Antonio Alatorre. Ese pudor –de allí su permanente corrección- en el acto de escribir cuentos (El llano en llamas) y novelas (Pedro Páramo, El gallo de oro y borradores de una novela siempre inacabada) desembocará en una estética o poética en la que la oralidad es escriturada en la comarca de los monodiálogos. Después de Rulfo vendrán las obras de Carlos Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa y tantos otros autores latinoamericanos que hicieron volver la mirada de los lectores de todos los continentes hacia este lado del mundo. Se trata pues de la revolución estética en la narrativa literaria, porque sin ningún temor e independientemente de la fama, Rulfo, rompiendo con los modelos narrativos de entonces, le apostó, como lo hiciera también García Márquez, a una literatura en la que no leemos sino que escuchamos a través de lo que leemos.
El libro De Comala a Macondo, edición y compilación de Fabio Martínez, publicado por la Universidad del Valle, es, sin duda, el mejor homenaje que le rinde Colombia al escritor mexicano, con quien nuestra generación se formó como lectores desde el colegio.
¿QUÉ ES EL TIEMPO EN MÉXICO?
Por César Ayala*
De Ciudad de México me gusta la coexistencia pacífica entre lo viejo y lo nuevo. Lo nuevo no desplaza lo viejo, se conjugan los tiempos y se confunden. Es que un pintoresco aunque dramático pasado no puede dejarse atrás. Los mexicanos incorporan lo viejo a los tiempos que corren. Permanece la música nueva con la vieja, escucho a la gente evocando sus clásicas rancheras y sus viejos boleros. ¡Ah, y yo que pensaba que los ficheros de las bibliotecas y archivos habían desaparecido, que va! Están vivitos, se siguen utilizando, que gozo! que si quieres puedes buscar en línea, pero los ficheros son los ficheros. Y también están las barberías con barberos viejos como si no se hubieran muerto, los mismos de los años de 1940. Un peluquero, con los mismos años de Heráclio Bonilla Maita, en su barbería de antaño atiende a jóvenes que se disputan turno para que les haga la barba.
Los viejos todos a una han invadido plazas y parques para bailar la vieja música de sus tiempos idos. Los carros de ayer permanecen estacionados en plena calle y compiten los espacios con los modernos automóviles. Los buses antiguos siguen circulando y los indígenas que encontró Cortés: ahí como si nada, haciendo su propio turismo y su propia y controvertida historia. La ciudad toda es como un comedor a campo abierto junto a sofisticadísimos restaurantes. La ropa de corte artesanal hecha a mano se viste en simultánea con las modas que llegan; las viejas y nuevas formas de matar, de cantar, de vivir conviven.
Todo se conjuga: el teléfono público con el celular, la madera con el plástico, la flacura y la gordura. Los viejos y las viejas se mueven por la ciudad como Pedro por su casa, abriéndose espacio, luchando para no dejarse sacar. En el metro, un jovencito con risos cabellos al estilo Julio César, el romano aquel, leía un libro viejísimo sobre el origen de la vida, y al rato sacó su novísimo celular y se concentró en él pudiendo pasar de la antigüedad a lo moderno con pericia mexicana. Así vive México: en el oxímoron de lo viejo y lo nuevo. Los mismos pueblos que somos pero sociedades tan distintas! El viejo y el nuevo, dos países en uno solo que van de la mano sin contraponerse el uno contra el otro. México, país de continuidades y de permanencias, de avances y retrocesos.
Al lado del Rock y la balada moderna están las leyendas de los viejos ritmos. Al lado del nuevo cine está el de la época de oro, al lado del metro y los viejos camioncitos está el metrobus. Y el buen cine que tienen parte de las viejas mexicanadas ahora muy bien realizadas y sofisticadas. De la novela mexicana ha partido un género cinematográfico mucho más complejo, con aires de tragedia griega. Fue lo que vi en el filme Las hijas de abril. Una mala madre que le roba a su propia hija su criatura recién nacida para con semejante acto ganarse el amor sexual de su yerno. Una tragedia de clase media que transcurre entre Vallarta y los barrios ricos de ciudad de México. La trama no es mexicana, sino muy humana, y nada tiene de raro que suceda en la realidad. Todo esto para mí que llegué tarde a México, cuando ya estoy chupando gladiolo, es maravilloso porque me presenta un México que aunque distinto sigue siendo el mismo: el de Pedro Infante, Jorge Negrete, Antonio Aguilar, José Alfredo Jiménez; el México de la Frida y el de Trostski, el de Tintán y Cantinflas, el de Miguel Aceves Mejía y Cuco Sánchez; el de Agustín Lara… ese México que pasó ante nuestros ojos en las primeras películas que vimos cuando niños y saboreamos en la adolescencia, está vivo.
México, julio 26, 2017.
*Profesor historiador de la Universidad Nacional
10 ARTISTES COLOMBIENS DANS LE PARIS
D´AUJOURD´HUI
Dans le cadre de la grande attraction que les artistes plasticiens latino-américains et mondiaux ont éprouvé pour Paris, se sont inscrites plusieurs vagues de peintres, sculpteurs, graveurs, lithographes et photographes colombiens.
Aujourd’hui la Galerie Ménil’8 expose un groupe de 10 artistes de ce pays qui ont vécu durant des dizaines d’années à Paris et qui ont des racines d’un côté et de l’autre de l’Atlantique.
Ce sont les peintres Rafael Holguín, Amalfi Rendón Zipagauta, Miguel Angel Reyes, Francisco Rocca, Gloria Uribe, Carlos Vélez de Villa, l’installateur Gustavo Nieto et les sculpteurs Salustiano Romero, Ciliana Villegas et Mercedes Uribe qui également fait de la peinture et de l’estampe. Tous sont des artistes de premier plan qui ont fait leurs études dans les magnifiques écoles colombiennes et ensuite dans les Ecoles des Beaux-Arts de Paris ou de Bruxelles ou de villes britanniques, italiennes, espagnoles ou allemandes.
Ces artistes colombiens s’enracinent dans la capitale française depuis la fin du XX° siècle. Ils ont vu arriver des milliers de migrants d’Afrique, du Moyen-Orient ou d’Asie qui fuient les conflits, ils sentent palpiter une ville qui a été secouée par les attentats de Charlie Hebdo et du Bataclan, une capitale courageuse qui n’est plus le seul centre du monde comme elle le fut jadis, mais qui garde son histoire en ouvrant ses parois et ses recoins à l’artiste et au visiteur.
Avec des racines en France et en Colombie, ils proposent leurs oeuvres dans un quartier parisien qui est devenu un des épicentres de vie et de création des artistes du Monde qui écrivent, chantent et peignent à Paris au XXIe siècle.
Beaucoup de ces artistes sont venus chercher sans nostalgie les traces des vieux maîtres qui ont régné sur le XIXe siècle et plus tard dans les années de l’entre-deux-guerres dans les quartiers de Montparnasse et de Montmartre et après-guerre à Saint-Germain-des-Prés, dans une ville qui était alors pour beaucoup la capitale artistique du monde où il était nécessaire ou même quasiment obligatoire de vivre.
Parmi les grands artistes colombiens qui ont résidé avant eux à Paris se détache l’impressionniste Andres de Santamaria, qui est l’auteur du fameux tableau des « Lavandières de la Seine ». Dans les années de l’entre-deux-guerres figure le sculpteur colombien Romulo Rozo du Groupe Bachué qui est venu créer dans la ville la fameuse sculpture « Bachué, déesse génitrice des Indiens Chibchas ».
Entre les grands artistes contemporains, Fernando Botero, qui a travaillé à Paris pendant des décennies, est incontournable. Dans les années 70 et 80 Dario Morales, Luis Caballero, Antonio Barrera et Saturnino Ramírez, disparus prématurément, ont vécu à fond Paris en même temps qu’il produisaient des oeuvres qui maintenant font partie de l’histoire. Tous ces artistes sont toujours présents ici, inspirant leurs succes seurs. Les 10 colombiens de la Galerie Ménil’8 représentent donc une génération clé qui laisse une trace et fait partie de ces vagues créatives que le temps a vu se briser depuis longtemps sur les plages artistiques de la ville.
Eduardo Garcia Aguilar
Août 2017
RECORDANDO A PIER PAOLO PASOLINI
Por Omar Ardila
Han dicho que tengo tres ídolos: Cristo, Marx y Freud. En realidad mi único ídolo es la Realidad. Si he elegido ser cineasta al mismo tiempo que escritor, se debe al hecho de que en lugar de expresar esta Realidad a través de esos símbolos que son las palabras, he preferido el cine como medio de expresión: expresar la Realidad a través de la Realidad.
P.P. Pasolini
El pasado 2 de noviembre se cumplieron cuarenta y dos años de la muerte de Pier Paolo Pasolini (Bolonia 1922 – Roma 1975). Hace doce años, por estas mismas fechas, escribí un texto para mantener viva la presencia y celebrar la prolífica vida de Pasolini. Quise volver sobre esas páginas y revivirlas, tras corroborar que el legado de este autor sigue siendo un insumo fundamental para pensar y repensar los fenómenos culturales contemporáneos. Les comparto dicho texto, con algunas actualizaciones.
En Pasolini encontramos un verdadero intelectual que logró comunicar su experiencia creativa desde distintas vertientes del saber cómo la poesía, la narrativa, la lingüística, la política, el cine y el periodismo. El nivel de complejidad y compromiso que alcanzó en cada una de dichas prácticas, nos confirman la gran calidad intelectiva y humana que lo condujo y lo sostuvo para resistir a los duras embestidas que la vida le propicia a quienes se arriesgan a vivirla hasta sus últimas consecuencias.
A lo largo de toda su obra siempre lo vimos interrogándose por la dinámica humana a partir de su propia vivencia. Entendió que la lucha era ante todo con uno mismo – como sujeto que reproduce los lineamientos de una sociedad – y no dudó en desafiar las instituciones que lo llevaron – que a todos nos han llevado – a vivir una disociación esquizoide, es decir: familia, escuela, lengua, partido político, estamento religioso, etc.
La transparencia y vitalidad del espíritu poético siempre lo condujeron, al punto de llegar a consumar esta vivencia con la presentida y necesaria muerte, como lo único que le hacía falta para cerrar con honores su periplo. En uno de sus más lúcidos textos, Empirismo Herético, nos presenta una interesante visión sobre la muerte: “Es pues absolutamente necesario morir, ya que mientras vivimos carecemos de sentido, y el lenguaje de nuestra vida (con el que nos expresamos), y al que, por tanto, atribuimos máxima importancia es intraducible: un caos de posibilidades, una búsqueda de relaciones y de significados sin solución de continuidad. La muerte realiza un fulmíneo montaje de nuestra vida, o sea, elige los momentos realmente significativos (y ya no modificables con otros posibles momentos contrarios o coherentes), y los pone en sucesión, convirtiendo nuestro presente, infinito, inestable e incierto, y por tanto lingüísticamente no descriptible, en un pasado claro, estable, cierto, y por tanto lingüísticamente bien descriptible (en el ámbito de una Semiología General). Sólo gracias a la muerte nuestra vida nos sirve para expresarnos”.
Desde los siete años empezó a manifestar por escrito su asombro ante la existencia, con la construcción de sus primeros poemas, anotados en un cuaderno que se perdió durante la guerra. A los dieciocho, publicó por primera vez en algunas revistas locales unos textos escritos en fruliano (su lengua nativa); y a los veinte, dio a conocer su primer libro de poesía (Poesie a Casarsa), estando aún en su provincia.
Durante este periodo se estaba viviendo el avance de la II Guerra Mundial. Pasolini entendió que era necesario emprender una práctica activa para la defensa de su territorio. Entonces decidió interesarse por la ideas marxistas – las cuales le acompañarían durante toda su existencia – para entender el fenómeno de la lucha de clases como propulsor del cambio social. En la guerra pudo experimentar con dolor y esperanza, cómo su hermano Guido sacrificaba la vida por la causa antifascista y cómo los partisanos enfrentaban las tropas yugoslavas que querían invadirlos.
En 1945 se graduó en Letras en la Universidad de Bolonia y comenzó su trabajo como profesor en la provincia de Udine. Hacia 1947 se vinculó con el Partido Comunista Italiano, realizando escritos periodísticos que animaban al pueblo para la resistencia. En 1950, tras la denuncia que recibió por corrupción de menores, abandonó el interior y se fue a instalar en Roma, la añorada capital. Allí publicó durante la primera etapa de su estancia (1950-1961) el primer volumen de las poesías dialectales, La meglio gioventú (1954); la novela Ragazzi di Vita (1955); el poemario Ceneri di Gramsci (1957), el libro de ensayosPassione e ideología (1960); y un nuevo libro de versos, La religione del mio tempo (1961). En esos mismos años fue estableciendo contacto con personas del mundo cinematográfico como Fellini y Bertolucci, para quienes desarrolló labores de guionista, ayudante y actor.
Pasolini siempre estuvo preocupado por la innovación y por comunicar el análisis que hacía de la estructura social con el fin de convertir su creación en una forma de acción política. Es así como le surgió el interés por el cine, al cual consideraba un medio de comunicación directo y eficaz para llegarle a los jóvenes y establecer con ellos un diálogo que permitiera controvertir los postulados generalizados. Además, veía en el cine una posibilidad de confrontar la televisión y su influjo nefasto en la construcción unidireccional de referentes lingüísticos.
En 1961 comenzó la etapa dedicada a la creación cinematográfica. Su ópera prima, Accattone, fue presentada en el XXII Festival de Cine de Venecia y recibida con bastantes reparos por diversos estamentos oficiales, aunque también fue elogiada por pequeños círculos intelectuales – lo que se volvería una constante con todas sus producciones fílmicas –. En 1962 realizó Mamma Roma, en la que mantuvo la preocupación conceptual por desnudar una sociedad de consumo que le va cerrando las puertas a los protagonistas hasta dejarles como única salida la muerte. Hacia 1964, dirigió El evangelio según San Mateo, obra cumbre que explora el evento de la pasión desde la óptica de los excluidos. Más adelante, siguiendo el interés por renovar sus discursos, se adentró en la reflexión sobre el mundo mítico y psicológico, sin olvidar el asentamiento en la realidad que dichas expresiones subjetivas manifiestan. En este periodo dirigió Edipo rey (1967), Teorema (1968), Pocilga (1969) y Medea (1970). La visión regresiva con que asumió el mito en dichos filmes, es provocadora y muy cuestionada. Posteriormente, concentró la atención en la experiencia de lo mágico, de lo primario, de lo original, de lo poético, y fue así como construyó la “Trilogía de la vida”, compuesta por El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974). Y en el cierre de su producción fílmica, nos volvió a cuestionar sobre el fascismo interior que aflora y se adentra en nuestro desvalido cuerpo, con su obra, quizá, más polémica, Saló o los 120 días de Sodoma (1975). En ella, el nivel de análisis, denuncia y provocación que alcanza es muy alto, pues muestra con crudeza cómo la sexualidad se puede constituir en un instrumento para la opresión cuando hay de por medio un sistema que busca, por todos los medios, generar eventos donde la fragilidad del ser humano se pueda utilizar para imponer sus nocivas intenciones.
En el cine, Pasolini encontró un camino esclarecido para la acción, para contrarrestar las dinámicas burguesas, fortalecidas tras el fin de la II Guerra Mundial. La intención en su filmografía era confirmar que “el sistema de signos del cine es el mismo de la realidad”, pues la manera como se nos presenta un rostro en la pantalla o en la vida real, nos genera un acercamiento a través de los mismos signos de entendimiento que ha asimilado nuestro sistema intelectivo. Por supuesto, esto es válido en una concepción del cine puro, no sometido a manipulaciones comerciales. Aunque Pasolini advierte que, al final, ese manejo artificioso y propio del cine, terminará saliendo a la luz y desnudando el soporte ideológico que le ha dado vida. También anotaba, que el cine para que tenga una renovación permanente debe estar lo menos manipulado posible (tanto a nivel comercial como estilístico), pues tanto el cine comercial como el de autor, están creando nuevas realidades, y es el director, en tanto lector-constructor de realidad, quien acerca al espectador a su experiencia. Un director que siga la renovación constante de la realidad, será quien pueda decir cosas nuevas en sus películas. La realidad habla por sí misma a través de su sistema de signos, lo mismo que el cine. “¡La realidad es un lenguaje! Lo que hay que hacer es la semiología de la realidad; no la del cine”. La realidad se habla a sí misma, y el cine se encuentra en medio de esa conversación para dar cuenta, a través de su mecanismo, de cómo el arte tiene una presencia directa en la conformación y el cambio de la realidad.
La sensibilidad artística y el compromiso político y social presentes en la poesía y la narrativa de Pasolini, vinieron a tener una expresión más amplia y directa en la obra cinematográfica que alcanzó a desarrollar. En su cine, Pasolini continuó con la acción contestataria, crítica y provocadora, al tiempo que, optó por seguir al lado de los personajes desechados por la sociedad burguesa (Accattone, Mamma Roma) para mostrarlos como sujetos desprovistos de autonomía, de discursos y de prácticas propias.
Ante una sociedad que intenta reproducir sistemas uniformes, no puede callar el intelectual comprometido con el cambio. Por eso, siguiendo el ejemplo de Antonio Gramsci – su gran inspirador –, Pasolini llevó su compromiso artístico hasta las últimas consecuencias, afrontando el ataque continuo de las instituciones oficiales – tuvo alrededor de 35 procesos judiciales – y dedicando su vida a ejercer la denuncia y el repudio de las prácticas nocivas que realizaban los estamentos políticos y religiosos.
En otra faceta de Pasolini, lo encontramos realizando escritos periodísticos; aprovechando la posibilidad de publicar en varios medios (algunos muy distantes de su posición ideológica como El Corriere della Sera) para comunicar sintéticamente sus reflexiones en torno a temas culturales y políticos. Éstos escritos mantienen el estilo fuerte, directo y lleno de lucidez ante el fenómeno del hombre-masa, cada vez más imposibilitado para la autodeterminación. Tras conocer el estructuralismo y la fenomenología – referentes teóricos afianzados en los años sesenta – Pasolini se concentró en hacer un estudio del “cambio antropológico del pueblo italiano”. Su origen campesino, su amor por el territorio, su compromiso político, su conocimiento de las distancias de clase, su formación lingüística y su afecto evidente por las maneras primarias, le sirvieron como sustento propicio para desarrollar su análisis, el cual no dejó muy alentadores resultados, pues le sirvió para confirmar cómo el fascismo se había arraigado en el interior de todos los actores sociales, de tal forma que ya resultaba muy difícil distinguir sus intenciones. Sin duda, estas polémicas afirmaciones le valieron la crítica de agudos intelectuales como Italo Calvino, pero Pasolini respondería que la elección de un joven para ser fascista era producto de la desesperación y de la neurosis que le causaba el crecimiento del sistema capitalista. Los escritos periodísticos en que Pasolini dio a conocer los anteriores puntos de vista, han sido editados en varios tomos, con los títulos de Las bellas banderas, Cartas luteranas y Los escritos corsarios.
Pasolini fue uno de los hombres que mejor lectura hizo de la realidad y que comprometió todas sus fuerzas para dar a conocer esa experiencia. “Estuvo a travesado por la nueva sociología americana, por las nuevas formas del catolicismo social, por el nuevo psicoanálisis y por los primeros textos de los marxistas disidentes”. Así mismo, vivió el ascenso y la caída del sistema fascista, y la posterior derechización de sus compatriotas. Entendió que todo respondía al afianzamiento del neo-capitalismo, y levantó la voz para denunciar “el polvo de la pobreza” y la encarnación simbólica de la burguesía en las nuevas posturas ideológicas.
De igual forma, sostuvo una mirada crítica e irónica frente al discurso oficial de la iglesia, y frente a la lingüística como constructora de significantes y significados para mantener la opresión en todos los órdenes. Logró integrar claramente los vínculos que establecen los intereses económicos con las funciones lingüísticas y promovió, en cambio, una lingüística pobre, es decir, universal, vinculante, genérica.
En cuanto al manejo narrativo, propuso una nueva estructura atendiendo a los virajes, a las multiplicidades que atraviesan la existencia. Anotó: “La mía no es una novela de piezas ensartadas sino dehormigueo”. Estableció diálogos directos con el lector y olvidó la convencionalidad de usar un narrador.
La lucha de Pasolini contra sí mismo comenzó desde muy temprano, cuando fue comprendiendo los estigmas del nacimiento, de la infancia y de la educación, los cuales le iban generando una separación del cuerpo sexuado y del mundo interior – la castración como determinante de las sociedades modernas –. Por ello, siempre buscó la reconstrucción de la dinámica vital en el entendimiento de las prácticas sexuales. El poderío y la fuerza del impulso sexual vertido hacia el fortalecimiento del cuerpo y la potencialización del deseo erótico.
Pasolini mismo se reconoció como crítico apasionado y como ideólogo. Como crítico, confrontó la crítica del gusto (de los moralistas liberales); la crítica de la comunión estética (de los esteticistas católicos); y la naciente crítica neocapitalista, dispuesta a imponer a las masas lo que éstas acepten que se les imponga (los críticos limitados a ser inventores de slogan) para terminar creando un mundo homogéneo, inexpresivo, sin diversidad de culturas. Y como ideólogo, mantuvo una lucha contra el hermetismo y el novecentismo, bajo la inspiración constante de su inspirador, Antonio Gramsci.
METAPHYSICA
Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca,
sino en levantarnos cada vez que caemos
Confucio
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CARTAS DE LOS LECTORES
CONFABULADOS Como siempre, con cada entrega de Con. -fabulación volvemos a la reconciliación y al gusto de estar compartiendo la palabra viva. Gracias a todos por estar ahí, en la complicidad que se requiere. Gloria Ramos
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QUERIDOS AMIGOS DE CONFABULACION: Da para pensar y para preocuparse el ensayo de Carlos Fajardo, acerca de la actual fragilidad de la memoria no sólo de los seres humanos, sino de las memorias de la informática. En un documental sobre el tema, se ha comprobado que el papel, es el único material que puede soportar el paso del tiempo, también se habló de hallazgos sobre la preservación de la memoria a través del ADN. Y nosotros confiados en nuestros documentos y fotografías guardados en memorias de bolsillo, que desparecerán antes que nuestra propia existencia. Nana Rodríguez