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EL TRASFONDO DE LA SOMBRA
JAIRO ALBERTO LÓPEZ
PÁJARO
Murmullo de letras en mis hojas.
Estrella en la distancia.
Principio de tacto en las miradas.
Raíz del alba y del árbol
por el que crece en mis venas la plegaria.
Canto del libro entre mis manos.
CASA DE POESÍA
En tu silencio surgen profusas miradas.
Vigilan la estación del poema,
las épocas y los gestos de los fantasmas fugitivos.
Llevo un silencio
en mis ojos que te rondan.
Vivo la trascendencia del mutismo en tu custodia;
la oscuridad de mi sonido;
palabras que laceran.
CONSUELO
He bordado tus palabras
en mi piel.
Con el mutismo de las cosas
distingo tu voz en la distancia.
La alquimia de tus manos
me habla de una pasión
que también quema mis labios.
SUEÑO
Mis párpados de nuevo se desploman.
Me hallo en un prolongado laberinto
de jardines flotantes.
Llueven pétalos desconocidos.
Aprisiono un girasol.
Su fosforescencia, se ha vuelto oscura.
Salto sobre un muro encontrando
el cuarzo violeta de la noche.
Resplandece el reflejo de la luna
en un acantilado.
Un río transita frente a mi ventana.
Caen sonámbulos colores.
El viento recoge los únicos pedazos
que quedaron de un diluvio.
En la pared algo vocifera y me despierta.
Nada veo después de esta imagen.
Soy yo tras mi sospecha.
ANTONIO
Regresas, papá, nuevamente sin tus pasos.
Me llevas por los viejos senderos recorridos.
Ya no reparas en el taller tus zapatos;
los llevas a la espalda de tu ausencia
como caminante sin regreso.
Me reconozco en tu vacío.
Has partido hacia el viaje ineludible.
No me despedí de ti
por miedo a que sólo fueras la nostalgia.
Creo que te miraste entre mis ojos
cada vez que traté de escribirte
estos truncados versos.
EL TRASFONDO DE LA SOMBRA
Crear es construir un asilo,
proyectarse en la piel de la voz,
llevar tu sexo hasta mis manos,
volver a edificar el origen
y en el camino de los ríos
perderse ante el mar de los inciertos.
Crear es exiliar tus ojos
tras los próximos vacíos,
mudar de la flor,
reconocer la separación de las semillas
para saber que los sentidos
van más allá de la imagen.
Crear es una entretejida maraña,
que en la sombra de lo desconocido
anida todo y me abandona.
LOS ASESINOS SILENCIOSOS - HEIDER ROJAS
Capítulo: Enfermedades de la Lengua
Está reanimándose, dijo la mujercita de la caja de dientes desproporcionada. Deje el drama, esto no es una balada, dijo un peliblanco. A Gamba le dolía la nuca. Trató de levantarse. ¡Quédese sentado!, dijo el peliblanco apuntándole con un revólver. La mano en la que sostenía el arma le temblaba leve pero continuamente. Don Laureano, cálmese, está desarmado, ya vio lo que tiene, dijo la enfermera de los abrazos. Sobran preguntas para hacerle, dijo el peliblanco. ¿Y para eso hay que volverse un atarván?, dijo la mujercita de la caja de dientes desproporcionada, acuérdese que no estamos en la estación de policía. El peliblanco quiso lincharla con la mirada. La enfermera de los abrazos le cogió y le hizo bajar el brazo del revólver. Se acercó a Gamba y lo ayudó a levantarse, con la colaboración de la mujercita de la caja de dientes desproporcionada, y juntas lo llevaron a la cama. El peliblanco no disimulaba su frustración. La sangre le afluía a la cara. Debía pasar de sesenta años. Era delgado, de por lo menos uno setenta y cinco de estatura. Además de blanco, su pelo era lacio y abundante para la edad. Aunque se lo peinaba hacia un lado le caían mechones sobre la frente. La caja del Binotal, abierta, estaba sobre la cama, con el sobre, el frasco, la Mylanta y la billetera de Gamba, cuyos documentos se extendían a los pies del niño, que se chupaba con glotonería un pulgar. Discúlpanos, dijo la enfermera de los abrazos, nos toca desconfiar. ¿Cuándo se vio con la hermana Josefa?, dijo el peliblanco. ¿Usted quién es?, dijo Gamba. Seguro que le irá mejor si no se alza ni se hace el tonto, dijo el peliblanco. ¡De buen modo!, dijo la mujercita de la caja de dientes desproporcionada, acuérdese lo que le ocurre cuando se descompone. Si no puede mantenerse callada vaya a oír a Perales, dijo el peliblanco. Quiero hablar con él, déjennos solos un momento, por favor, dijo la enfermera de los abrazos. ¿Solos?, dijo el peliblanco. Sí, por favor, dijo la enfermera de los abrazos. Mona, usted está acostumbrada a la sangre en los hospitales, pero esto es otra cosa, dijo el peliblanco. Camine, dijo la mujercita de la caja de dientes desproporcionada cogiendo del brazo al peliblanco, ¡camine, camine!, lo jaló. El peliblanco se libró de ella. Sin embargo la expresión de la enfermera de los abrazos lo obligó a ceder. El día que la incorporación de mujeres sea cosa normal que cierren la policía, dijo y siguió de mala gana a la mujercita de la caja de dientes desproporcionada, empuñando el revólver en el brazo descolgado. Un 38 Special. Estaré ahí afuera, pendiente, dijo el peliblanco antes de salir y miró a Gamba en plan de advertencia. La enfermera de los abrazos fue a la puerta, se quedó mirando hacia donde la pareja había desaparecido, y cuando estuvo conforme regresó. ¿Este loco quién es?, dijo Gamba. Un buen amigo, dijo la enfermera de los abrazos, algo malgeniado pero muy buena persona. ¿De qué manicomio lo sacaste?, dijo Gamba. A los dos los conocí en La Hortúa, dijo la enfermera de los abrazos, un amigo de él estuvo hospitalizado por un largo tiempo, tenía el síndrome de Guillain-Barré. Le hubiera aprovechado una consulta con el psiquiatra, dijo Gamba. La inactividad lo ha puesto un poco susceptible, dijo la enfermera de los abrazos, de nuevo te pido disculpas. ¿Por qué anda armado?, dijo Gamba. Fue policía, es pensionado de la policía, dijo la enfermera de los abrazos. No se le han olvidado los métodos, Gamba se sobó la nuca. Le dolía la cabeza. Voy por un analgésico, dijo la enfermera de los abrazos. Espera, espera, no es mal de morir, y quién sabe qué se le ocurra a ese loco si me ve solo. Gamba recogió la Mylanta, la billetera y los documentos, y en eso se oyó, al bajo volumen de antes, la emisora de las baladas. El niño, el Divino Niño, chato y cariancho como un cachorro pekinés, se había dormido boquiabierto. Por la delicadeza pensé que era taxista, dijo Gamba, hay un taxi en el garaje. Lo utiliza para desaburrirse, para tener algo qué hacer. ¿Por qué me requisaron?, dijo Gamba. Para asegurarnos de que no estuvieras armado, fue idea de él. ¿Por qué iba a estar armado? Te vio llegar en la moto, y, pues…, él fue policía durante varias décadas, tiene mucha experiencia, por eso me vine para su casa. ¿Necesitas protección? No quería estar sola con el niño. Se adelantaron a que les entregara el sobre de la hermana Josefa, ¿creían que estaba mintiendo?, Harley lo vio. ¿La hermana te habló del contenido? Sólo que era un antibiótico, para el niño, porque supuestamente estaba muy enfermo. Estuvo enfermo, hace días que no hablo con ella. Me dijo que la última vez fue el miércoles…, y que renunciaste a La Hortúa por no sé qué inconvenientes…, Harley mencionó que estabas metida en un problema. ¿Qué te dijo? Muy poco, que querías mantener en secreto tu paradero y que aquí te estaban cuidando, debido a un problema, sin precisar, lo que no imaginé es que terminaran apuntándome con un revólver. Ella miraba sin parpadear. A mí me dijo que estabas muy cambiado. ¿Seré el único en esta ciudad que se ha dejado crecer el pelo y le da pereza afeitarse? Harley me dijo que estuviste en Venezuela. Sí. ¿Indocumentado? Sí…, fue un viaje de improviso, había que tomarlo o dejarlo, tú sabes cómo son esas cosas sin visa, para Venezuela ya es casi lo mismo que para Estados Unidos, cuando tengamos más tiempo te cuento detalles. Olvídalo. No voy a justificarme, sé que no tengo justificación, pero quisiera que fuéramos amigos. Pues claro…, te ves cansado. He estado trasnochando…, tú te ves intranquila, ¿qué pasa?, ¿cuál es el problema?, ¿tiene que ver con la renuncia a La Hortúa?, la hermana habló de inconvenientes en el trabajo y que renunciaste sin tener otro puesto. ¿Dijo qué inconvenientes? No, se portó tan evasiva como Harley, ahora que lo pienso, se veía tan enferma que preferí no molestar. ¿La viste muy mala? Bastante, tomaba pastas a cada rato. Es una santa… ¿Por qué mintió? No es mentira…, ¿cómo se encontraron? Yo te había llamado por teléfono al apartamento, nadie contestaba, y fui al hospital a buscarte. ¿Para qué? Si te digo que sólo por verte no me vas a creer…, para explicarte lo ocurrido conmigo todo este tiempo…, y bueno, si lo entendías, para pedirte una ayuda, en el hospital. ¿Estás enfermo?, ¿por eso la Mylanta? Sí, me ha estado molestando el estómago, necesito ir al gastroenterólogo y hacerme una endoscopia, pero no era para eso. ¿Entonces? Me estoy preparando para presentarme a la Nacional, a medicina…, quiero encarrilarme, si no paso esta vez me vuelvo a presentar, hasta que pase. Buenísimo. Después de tanto tiempo sin estudiar me queda difícil, tengo que aprovechar el tiempo y clavarme a repasar, tenía planeado meterme a un preuniversitario pero están carísimos. ¿Desde cuándo te interesa la medicina? Los años de indocumentado en Venezuela me hicieron recapacitar, allá en esa discriminación y el maltrato que le dan a los colombianos, sobre todo a los indocumentados, me di cuenta que es mejor prepararse, y creo que medicina es la mejor carrera, pienso invertirle los bolívares que logré ahorrar, sé que me tengo que poner las pilas, por eso he estado trasnochando, y quería que me ayudaras a conseguir material, todo lo relacionado con medicina es carísimo, incluso de segunda mano, y también quería ver si era posible que me contactaras con algún profesor de la facultad que pudiera orientarme en la preparación, para aprovechar mejor el tiempo. La enfermera de los abrazos se veía indecisa. Supe que ya no trabajabas allá y me acordé de la hermana, averigüé dónde ubicarla, se alegró al verme y saber que te buscaba, dijo que también había tratado de comunicarse contigo por teléfono y que tu hijo estaba muy enfermo... ¿Eso fue ayer? El viernes y anoche, en Urgencias…, y esta mañana fuimos por el remedio al Taller de Mantenimiento, aunque parezca extraño guardar un remedio en un lugar como ese. ¿Entraron? Sí. ¿Había alguien adentro? No, ella tenía llaves. ¿Desde qué horas estuvieron juntos? Nos vimos pasadas las cuatro de la mañana, habíamos hablado de encontrarnos antes pero me quedé dormido en la sala de espera, por las trasnochadas. ¿Todo transcurrió normal, mientras estuvieron juntos? ¿A qué te refieres con normal?, es difícil que en vísperas de un paro algo pueda ser normal. ¿Viste a alguien pendiente de ustedes?, cualquier detalle que te haya llamado la atención. Gamba fingió que lo pensaba. No, que yo me haya dado cuenta, ¿por qué?, ¿qué está pasando? La enfermera de los abrazos sacó el prospecto del Binotal del bolsillo de su chaqueta. Mira lo que me escribió, le pasó el prospecto por el reverso. Ahora si quedo completamente despistado, dijo Gamba después de fingir que había terminado de leer, ¿esto qué quiere decir? Es el problema del que te habló Harley, dijo ella con nerviosismo. ¿Qué problema? La enfermera de los abrazos se levantó con precaución para no despertar al niño, quien de todos modos, al levantarse Gamba, se revolcó. Ella fue a un chifonier doble con tocador en medio. Con un llavín abrió una de las gavetas del tocador. Sacó un sobre de manila. Se lo dio a Gamba, y como el niño pujaba y pataleaba se le sentó al lado y lo cuchicheó, moviendo un sonajero que era un gran gusano de pelotas de colores. El sobre de manila iba dirigido a la enfermera de los abrazos, por su nombre completo, a la dirección de su apartamento de la calle diecisiete. Gamba contuvo una maldición al ver el remitente. «Dr. Mabuse». Escrito en rojo, en máquina de escribir manual. Extrajo una tarjeta de dos hojas, con la imagen de Jesús en la tapa. ¡JESÚS ENTRE LOS DOCTORES! En el interior, escrito con el mismo color y tipos de la remisión, decía lo siguiente: «El Doctor Mabuse / Invita / A los funerales de María Escobar…». ¿Qué es esto?, paró de leer acordándose de las ensoñaciones risibles que había tenido esa tarde, en la mecedora, mientras esperaba a Doria. Me enviaron ese sufragio, dijo la enfermera de los abrazos. El niño se había vuelto a dormir. Ella se levantó de la cama, con cuidado, y se acercó. Antes me hicieron llamadas, unas quedaron grabadas en el contestador. ¿Anónimas? Del mismo “Doctor Mabuse”. Gamba trató de reponerse. ¿Una sola persona o varias? Una, un hombre. ¿Qué te decía? Supuestos diagnósticos de enfermedades detectadas en mi lengua, úlceras, cambios de aspecto, placas, las describía en términos médicos entre sartas de groserías…, lo que me asustó, pensando en el niño, es que quien llevó el sufragio tuvo que entrar al edificio, deslizó el sobre de manila por debajo de la puerta del apartamento, subió al quinto piso, cinco pisos de escaleras, por eso llamé a don Laureano y le pedí refugio, me vine de inmediato para acá. ¿Cuándo fue eso?, Gamba le devolvió el sufragio. De este miércoles en ocho, entre la una y las dos y media de la tarde, lo encontré al volver de donde Harley, tenía el turno de la noche y fui a almorzar a La Parva, debían estarme vigilando. ¿Tienes idea de quién es el remitente? No…, el nombre pudieron copiarlo de una película que presentaron hace un tiempo los estudiantes en La Hortúa…, una película vieja, en blanco y negro, sobre un psicoanalista o hipnotista llamado doctor Mabuse…, los estudiantes a veces presentan películas relacionadas con la salud, el sindicalismo o los derechos sociales, las traen de la Nacional, de los cineclubes de allá. ¿Conoces a los que la presentaron? Averigüé quiénes son y no me generan sospechas, además hubo decenas de espectadores y pusieron carteles en todos los edificios del hospital. ¿Por qué te amenazan? La enfermera de los abrazos dudó. Puede tener que ver con mi ex novio, el papá del niño… ¿Las cosas entre ustedes terminaron mal? Bastante. ¿Es médico? No, trabaja en La Hortúa en la parte administrativa, en Almacén e Inventarios. ¿Cómo se llama? José Raquel… ¿José Raquel? Sí…, ¿por qué? Así se llamaba el Presidente de la Confederación de Trabajadores que fue secuestrado y ejecutado por el M-19, ¿te acuerdas? La verdad, no, ¿tú te acuerdas de esas cosas? Anoche a la espera de la hermana en Urgencias estuve pensando en los años anteriores a mi viaje a Venezuela…, pero, ¿en qué ibas? Por nuestra relación me di cuenta que él gastaba más de lo que le resultaba posible con su sueldo, le soltaba indirectas y él se salía por la tangente…, hice averiguaciones en La Hortúa, con gente más cercana a su trabajo, y oí que en el Almacén o la Farmacia se estaban perdiendo medicamentos…, la impresión era que un grupito de empleados podía estarse quedando con parte de las adquisiciones…, lo cual no es nuevo, siempre ha habido pérdidas aisladas… La corrupción en sus justas proporciones prometida por el Presidente. La enfermera de los abrazos hizo una mueca de sonrisa. La sensación que se tenía era de un grupito muy organizado, conectado con grandes negociantes privados de la salud. ¿Hablaban de José Raquel? Aparentemente intervenía en la manipulación de los inventarios, en hacer que cuadraran. ¿Aparentemente? Nadie tenía pruebas, todo eran rumores, en un hospital tan grande como La Hortúa la gente murmura todo el tiempo, sobre lo habido y por haber, uno termina por desentenderse, sólo que en este caso yo tenía mis propias dudas. ¿Él supo que las tenías? Un día le hablé directo, de su sueldo y sus gastos, sin dejar que se saliera por la tangente. ¿Qué hizo? Lo tomó con calma, imagino que lo estaba esperando, dijo que se rebuscaba para completar el sueldo, supuestamente un laboratorio le pagaba por chequear los precios para las licitaciones en el Seguro Social, la Caja Nacional de Previsión y otras entidades de salud distintas de La Hortúa, por el conocimiento que él tenía de los precios que manejaban las entidades, quiso darme a entender que lo único irregular era que a veces lo tenía que hacer en horas de trabajo..., me mostré conforme, para sonsacarle detalles, pero se medía en las palabras y todo el tiempo maquillaba las cosas…, y como cada vez me convencía más de que sí estaba pasando algo con los medicamentos y de que él era uno de los implicados, le terminé, verlo y pensar en los enfermos me enervaba, la escasez de medicamentos, sobre todo los de marca y de alto costo, es un problema constante, son permanentes las quejas de los usuarios, hay épocas en que el asunto se pone crítico, siempre falta presupuesto, a veces lo recortan… ¿Lo denunciaste? Envié un anónimo a la Auditoría, sin personalizar, para que investigaran lo que estaba ocurriendo, sin embargo tardó más en llegar que en ser archivado, alguien debió alertarlos y se movieron, entonces insistí con mi nombre y número de cédula ante la Contraloría y la Procuraduría y un juzgado de instrucción, pero hasta la fecha no ha pasado nada, deben estar haciendo una de esas famosas investigaciones exhaustivas. ¿Por qué ahora las amenazas? He tratado de documentarme, a ver si es posible obligar a los organismos de control a que actúen. ¿Encontraste algo? Parece que falsifican fórmulas y generan soportes para cubrir los faltantes, y que están quedándose con medicamentos vencidos. La enfermera de los abrazos le pasó la caja de Binotal señalándole la fecha de vencimiento. Este ya debería haber sido destruido, seguramente por eso me lo envía la hermana. Gamba cogió el frasco y miró la etiqueta y el polvo a través del vidrio. Olió la tapa. Huele raro. Es almidón. ¿Almidón? No contiene el medicamento, estamos seguros que el polvo debe ser simple Maicena. ¿Eso qué implica? No sé, es necesario hablar con la hermana…, el problema de todo esto es que sin colaboración es difícil destapar la podredumbre y la gente no se quiere ver envuelta, aunque sea consciente de las cosas puede más el miedo…, por eso estuve pensando en ir al F-2 para que ellos investiguen. Es lo mejor, todo indica que no estamos ante cascareros. A don Laureano le parece peligroso. ¿Por qué? Los de Almacén y Farmacia deben tener contactos con los de sus áreas similares en otras entidades, y a él le preocupa que por esa vía puedan enterarse en La Hortúa. ¿Desde el F-2? Por las amistades que tengan en Sanidad de la Policía o el Hospital Militar. ¿El Doctor Mabuse será José Raquel? No lo descarto, pero las llamadas las hacía otro, con conocimientos de medicina o entrenado, hablaba con propiedad de las enfermedades de la lengua. ¿José Raquel tenía llaves, de la reja y la puerta del edificio? No…, que yo recuerde…, claro que pudo haber sacado copias sin darme cuenta, incluso de la puerta del apartamento, de todos modos hablé con vecinos y ninguno recordó haberlo visto en las horas en que me dejaron el sufragio. ¿La hermana Josefa sabía todo esto? A raíz de las llamadas le conté algunas cosas, no había querido involucrarla por su estado de salud…, pero a ella la respetan, la dejan entrar a todas partes, conoce cada rincón del hospital, y en La Hortúa desde hace tiempos saben de sus críticas por la escasez de medicamentos, oírla hablar del tema no sería nada nuevo, yo quería esperar a que bajara un poco la marea sin parar la búsqueda, sin embargo a los pocos días me llegó el sufragio. Se le habrá zafado lo que le dijiste. Es posible, tal vez hice mal en contarle. ¿Sabes por qué quiere verte antes del paro? No…, tal vez porque a partir de mañana será más difícil vernos y de pronto el paro se prolonga. ¿Será indefinido? No tengo claro qué ha pasado, llevo ya varios días encerrada aquí sin contacto con nadie. ¿Vas a ir? Tengo que ir, aunque don Laureano no quiere que vaya. Puede ser peligroso, de noche, sola, con todo lo que ha ocurrido. Don Laureano se ofreció a acompañarme, si voy. ¿Ese loco? Es ex policía. Jubilado, y una cosa es esconderse detrás de la puerta para cogerlo a uno desprevenido, y otra moverse de noche en un lugar como ése, ¿qué tal que haya que correr? ¿Pero qué hago?, es preferible que ir sola, no puedo dejar a la hermana esperándome. Yo podría ir. ¿Sí?, ¿me acompañarías? Podría ir esta tarde, antes de que se acaben las visitas, trataríamos de contactarla por teléfono o le escribes para que me entregue o me cuente lo que te quiera transmitir.
Nació en 1963 y reside en Bogotá. Estudió Derecho y es Magíster en Escrituras Creativas. Autor de los libros Los asesinos silenciosos (novela, 2017); Primeras tentaciones (cuentos, 2011); Escopolamina (cuentos, 2009); La distribuidora de sueños y otras empresas (cuentos, 2001); El testimonio de Norma Cleves (cuentos, 1994).Fue seleccionado por la Asociación Colombiana de Libreros Independientes, en asocio con la Cámara Colombiana del Libro, para participar con la novela Los asesinos silenciosos en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en 2018. Es autor de Darles de comer a las palomas, guion para largometraje, y coguionista de Mariana la ladrona, cortometraje incluido en el Short Film Corner del Festival de Cannes 2011.Es director de la revista Índice de Literatura. 1994 – 2001 en físico; actualmente en https://www.facebook.com/ indicedeliteratura.
Cuentos y ensayos suyos han sido publicados en periódicos y revistas de Colombia y España como Confabulación, Lecturas Dominicales de El Tiempo, Magazín Dominical de El Espectador, Diario del Huila, Puesto de Combate, Alhucema, Eldígoras, Revista Folios de la Universidad Pedagógica, Fahrenheit 451, etc.
LA BÚSQUEDA INCESANTE
FELIPE AGUDELO TENORIO
Por Eduardo García Aguilar.
Una de las novelas colombianas más refrescantes y sorprendentes de los últimos tiempos es Búsqueda incesante (Planeta, 2020) del bogotano Felipe Agudelo Tenorio, quien cuenta ya con una vasta obra publicada en México y Colombia, que incluye novelas, relatos y poesía. Agudelo vivió casi tres lustros en México, donde creció como autor en uno de los momentos claves de la cultura mexicana y latinoamericana, ya que se encontraban allí las fuerzas vivas del exilio continental y estaban vivos los más grandes autores mexicanos, quienes en pleno vigor creaban día a día un cuerpo literario de gran magnitud.
En silencio, Agudelo Tenorio escribía en su retiro de Tepoztlán, no lejos de la mítica Cuernavaca de Malcolm Lowry, obras que cincelaba sin afanes ni presiones editoriales o mundanas. A su regreso a Colombia continuó con su obra literaria e incursionó en la televisión, que le debe ya la escritura de dos exitosas series, La hija del mariachi y la primera temporada de La ley del corazón.
Esta vez ha escrito una impactante novela negra, de la mejor estirpe, cuyo escenario es la Bogotá contemporánea, que él conoce con profundidad y de la cual hace un cuadro magistral de todos sus ámbitos, desde los barrios de la alta burguesía hasta los suburbios y ollas impenetrables donde reina el infierno de la trata de blancas y el tráfico de drogas comandados por las más tenebrosas mafias que actúan impunes por encima de todas las leyes con la ayuda del poder.
Umberto Eco, en su ensayo Apostillas al Nombre de la rosa, ha explicado las condiciones para que una novela adquiera la verosimilitud necesaria y una de ellas es la minuciosa cosmología que debe trazar el autor para que los cimientos de sus historias sean sólidos. Se requiere crear un mundo con la misma intensidad omnipresente, omnisciente y omnipotente de los dioses y para hacerlo debe hundirse en las raíces terrenales y espirituales de su tiempo y su ciudad, sea real o imaginaria, así como en las coordenadas geológicas, genealógicas, climatológicas y geopolíticas que la sustentan y la nutren.
Agudelo Tenorio observa a fondo su ciudad natal y con pericia de cirujano desvela los vicios y las taras innombrables del país que preside como capital, carcomido por la corrupción y el egoísmo ancestral y patológico de sus élites y el avasallamiento de la plebe, reducida a ser solo carne de cañón de sus guerras o simple piel barata para saciar el placer monstruoso de poderosos y adinerados hampones de cuello blanco y de todos los pelambres.
Gotardo Reina, hijo de negro magdalenense y mujer blanca de origen alemán, pertenece a la mediana burguesía colombiana, pero al igual que su hermano Lotario ha preferido desertar de su clase y vivir una vida rebelde por senderos distintos a los usuales. Eso le da un aire de frío observador absoluto del cáncer del país, como si fuera un forense que sabe realizar las más brillantes autopsias en la morgue del tiempo nacional.
Ha optado por ejercer la profesión de investigador privado, especializándose en la búsqueda de mujeres desaparecidas, o sea que se enfrenta a una de las mayores lacras vividas a lo largo de las décadas por los colombianos de todas las clases, marcados por la difuminación de alguno de sus seres queridos en el dantesco infierno del horror nacional. Lo mueven profundas razones personales y por eso se convierte en un justiciero implacable.
Adora a las mujeres aunque es un solterón empedernido, es vegetariano y milita contra la ingestión de cadáveres animales, fuma como un loco y le encanta el buen ron y las buenas prendas. Es noctámbulo y frecuenta buenos restaurantes y bares exquisitos donde se cruza con chicas soñadas. Es abierto a todo y cuenta entre sus amigos y amigas personajes excéntricos, duros, amantes de la belleza, el arte y los placeres no domados. Es romántico y sufre y pierde en el amor, como le ocurrió con la bella y famosa modelo Simoneta.
A través del misterioso caso de una bella y joven bogotana de la alta oligarquía que llega a su oficina del centro capitalino a contratarlo, viajamos con Gotardo Reina por la Bogotá de nuestro tiempo y entramos con él a todos los antros posibles, sean bares exquisitos, tabernas infames o burdeles sadomasoquistas, logrando hacer un viaje al fondo del alma capitalina, un ámbito cosmopolita donde se mezclan todos los orígenes posibles y se cuecen al rojo vivo todas las tragedias.
Pero más allá de esa auscultación de la realidad bogotana y colombiana, a través de las andanzas y de los estados de ánimo de Gotardo Reina nos enfrentamos a los complejos retos psicológicos y psiquiátricos de un mundo marcado por el dolor. Búsqueda incesante es una brillante novela sobre el dolor y como las grandes novelas de cualquier tiempo es un viaje iniciático para el lector por todos los estadios de la desolación, hasta llegar al purgatorio. Escrita con una prosa diáfana que evita adornos, Agudelo Tenorio ha cincelado una obra impecable.
Llena de humor e ironía en cada página, plena de diálogos ágiles y capítulos cortos y contundentes que nos mantienen a la expectativa, la novela es a la vez un catálogo culinario y de bebidas espirituosas, así como un rastreo del mundo de la moda y del perfume de los cuerpos marcados por el deseo. Hay personajes secundarios que nos seducen o repugnan como su eficiente secretaria, el oligarca Gervasio Torrenegra, Kat, Yizus Kraist, el sicario y secuestrador Mulo Muerto, la gata Mu, Marucha, Las Mujerciélagas y la transexual Paty la Man, entre otros.
Con Búsqueda incesante, Agudelo Tenorio le da un necesario revolcón a la novela colombiana contemporánea, que ya se avizoraba en sus anteriores obras Las raíces de los cielos (1993) y El vuelo negro del pelícano (2016). Al cerrar sus páginas uno celebra el inmenso trabajo que subyace en ese peculiar universo imaginario de una Bogotá que tiene metro y donde cala la niebla y el frío helado de los ámbitos góticos. Gotardo Reina debe estar ahora, en altas horas de la noche, en la barra del lujoso bar Jewel's Club, solitario y final, bebiéndose un ron muy fino con un solo cubo de hielo, antes de que la realidad implacable lo llame de nuevo.
THE BROKEN MONKS: HIATUS (OFICIAL VIDEO)
Acaba de comenzar a circular en el canal de Youtube The Broken Monks el video oficial de la banda del escritor y poeta colombiano Juan Sebastián Gaviria, que se inaugura en el mundo de la música junto a los artistas: Julián Mejía, Sebastián González, Andrés Mesa y Ángela Yepes. Para los interesados, este es el link:
METAPHYSICA
Y sobre todo mirar con inocencia
como si no pasara nada
lo cual es cierto.
Alejandra Pizarnik
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CARTAS DE LOS LECTORES
AMIGOS CONFABULADOS: Me encantó el poema de Armando Romero y los felicito por acordarse de nuestros escritores en la diáspora. Juan Samuel Mendoza
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CONFABULADOS: El número anterior de su periódico fue un justo y significativo homenaje al poeta Gonzalo Márquez Cristo. Gracias por continuar su memoria. Un fino detalle. Andrea Bastidas
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