Antonio Pigafetta


(1480 - 1534)


De El Libro de la Tierra – Antología Mayor, que contiene textos de 101 geniales autores, publicamos “Rumbo a Brasil” del geógrafo y cronista italiano Antonio Pigafetta, perteneciente a su delirante obra Primer viaje alrededor del mundo.
La gran antología (publicada por la Colección Los Conjurados) que posee escritos esenciales de Humboldt, Bolívar, Esopo, Luciano, Swift, Wilde, Lagerlöf, Kafka, Saint-Exupéry, Da Vinci, Copérnico, Bruno, Galilei, Kepler, Gauguin, Huygens, Newton, Darwin, Marx, Engels, Boltzmann, Freud, Perse, Chuang Tsu, Li Po, Wang Wei, Nezahualcóyotl y Whitman, entre otros decisivos autores, privilegia la fuente primaria y la imaginación de destacados científicos y artistas que han enaltecido la raza humana.


RUMBO A BRASIL

Cuando los días eran serenos y el mar estaba en calma, nadaban próximos a nuestra nave enormes peces llamados tiburones. Estos peces están provistos de varias hileras de dientes poderosos y si por desventura cae un hombre al mar, lo devoran sin tardanza. Nosotros pescamos algunos con anzuelos de hierro; pero los más grandes no son comestibles y los pequeños no deben ser apreciados.
Durante las tormentas vimos con frecuencia al Cuerpo Santo, es decir a San Telmo. En una noche muy negra se nos apareció como una hermosa antorcha en la punta del mástil, donde permaneció durante dos horas, lo que fue de gran consuelo en medio de la tormenta. En el instante en que desapareció se produjo una intensa claridad y entonces quedamos encandilados por algún tiempo. Fue un signo venturoso, pues nos creíamos perdidos, pero el vendaval cesó en ese preciso momento.
Vimos aves de diferentes especies: unas que no tenían cola, otras que no hacen nidos pues están desprovistas de patas, pero la hembra pone e incuba sus huevos sobre el lomo del macho en pleno mar. Hay otras llamadas «cágala» que viven del excremento de las otras aves y yo vi asiduamente a una de aquellas acosando a otra con saña hasta que la asediada le lanzó su estiércol, que la perseguidora devoró con avidez. Vi también pescados voladores y otros reunidos en tan inmensa cantidad que parecían formar un banco en el océano.
Al cruzar la línea equinoccial, acercándonos al polo Antártico, perdimos de vista la estrella Polar. Dejamos el cabo entre el sur y el sudoeste y tomamos el rumbo a la tierra que se llama de Verzino (Brasil) por los 23° 30' de latitud meridional. Este territorio es una continuación del cabo de San Agustín, por los 8° 30', con la misma latitud.
Allí tomamos una abundante provisión de aves, de patatas, de una especie de fruta similar a la semilla del pino –que sin embargo es demasiado dulce y de un sabor delicioso–, de cañas muy dulces, de carne de un animal llamado anta, de sabor similar a la carne de vaca... Hicimos allí buenos negocios: por un anzuelo o un cuchillo nos daban entre cinco y seis gallinas; dos gansos por un peine; por un espejo pequeño o un par de tijeras obteníamos el pescado necesario para alimentar a diez personas; por un cascabel o una simple cinta los indígenas nos entregaban una cesta de patatas, nombre que se da a tubérculos parecidos a nuestros nabos y cuyo gusto se aproxima al de las castañas. En forma igualmente favorable cambiábamos las cartas de los naipes, y por un rey me dieron seis gallinas, creyendo que con ello habían realizado un negocio provechoso.
Entramos a un puerto (Río de Janeiro), el día de Santa Lucía, a los 13 días del mes de diciembre. Teníamos el sol en el zenit, era mediodía y experimentábamos mucho más calor que cuando pasamos la línea equinoccial. La tierra del Brasil, rica en toda clase de provisiones, tiene la extensión de Francia, España e Italia unidas, y pertenece al rey de Portugal.
Aunque los brasileros no son cristianos tampoco son idólatras, porque no adoran nada: el instinto natural es su única ley. Son tan longevos que es frecuente hallar individuos que alcanzan los ciento veinticinco e incluso los ciento cuarenta años. Tanto las mujeres como los hombres viven desnudos. Sus viviendas llamadas boys son como cabañas alargadas. Duermen acostados sobre redes de algodón, que reciben el nombre de hamaks, sujetas por los dos extremos a troncos. Encienden fuego a ras de tierra. Uno de estos boys tiene capacidad a veces para albergar a cien hombres, con sus mujeres e hijos: son por tanto muy ruidosos. Sus navíos, denominados canoas, las fabrican del tronco de un árbol ahuecado utilizando una piedra cortante, porque allí las piedras reemplazan al hierro, metal del que carecen. Estos árboles son tan enormes que una sola canoa puede alojar de treinta a cuarenta hombres, que bogan con remos semejantes a las palas usadas por nuestros panaderos. Al ver su piel tan negra, y verlos totalmente desnudos, sucios y calvos, se les podría confundir con los marineros de la laguna Estigia.

Relazione del primo viaggio intorno al mondo (CreateSpace, 2012).

Traducido del italiano por el profesor Roberto Caselli.