Por Ricardo Cuéllar Valencia*
Los dos poetas chilenos representan dos polos de las vanguardias en
América Latina, por todos los lados. Neruda fue hijo de un hombre que conducía
un tren, nació y vivió de niño en el campo. Huidobro era hijo de un hacendado,
ganadero, cultivador de frutos para el vino, oriundo de rancias familias
españolas, nacido en el corazón de Santiago de Chile, en una casa de la
aristocracia de la época. Neruda debió trabajar para vivir y escribir. Huidobro
vivió para la literatura, gracias al mecenazgo de la madre. Neruda fue
burócrata, algún tiempo. Huidobro jamás. Las polémicas fueron agrias,
encendidas. Neruda finalmente, después de muerto Huidobro, lo reconoció como un
gran poeta. En vida Huidobro contó con muchos detractores en Chile y Europa,
empezando por su padre. Gómez Carrillo, el periodista guatemalteco, desde
España con el apoyo de Guillermo de Torre, le inventó un supuesto plagio de
Reverdy, lo que se ha demostrado finalmente que era una franca mentira, propia
de la envidia. Huidobro fue vanguardista desde Chile, en su juventud, en Europa
desarrollo, maduró y expuso su ideas creacionistas.
Un joven amigo me ha preguntado que cómo se explica que dos genios de la
poesía de la lengua española, hubiesen tenido orígenes tan opuestos y llegasen
a las alturas de la creación literaria como ellos lo lograron. Le respondí: la
poesía no tiene origen social
determinado, a pesar de las marcas personales o las declaraciones o
presunciones de algunos. La verdadera poesía nace de la más estricta y absoluta
condición humana. La poesía, como indicó Heidegger, es la esencia del hombre.
Los ejemplos abundan: aristócratas, burgueses, proletarios, pequeñoburgueses,
locos, bandidos y un amplio etcétera, han escalado las cumbres del parnaso poético en prosa y
verso. La poesía elige sus portavoces en todas las condiciones vitales, sin
distinguir el origen o la presunción del elegido. La poesía es un lenguaje
humano que da cuenta de la sensibilidad de la inteligencia y de la inteligencia
de la sensibilidad, con las formas de cada momento, época, cultura y
civilización desde búsquedas y hallazgos propios del genio creador. Sagrada o
profana la poesía da cuanta de nuestra manera de ser y padecer. Me produce, le
advertí, un enorme placer la poesía
mística de Juan de la Cruz, la de la
Teresa de Jesús, de intensas y reveladoras experiencias interiores, como
las de Villón, facineroso y encarcelado, la de Baudelaire y Rimbaud, Cesar
Vallejo y la Jaime Sabines, grandes paganos. La llamada poesía popular es un
encanto, en muchos casos, cómo olvidar las letras de ciertos boleros y tangos,
tan cercanos a García Márquez, Borges y Paz, sin olvidar el Romancero y los
Goliardos, por ejemplo.
Los caminos son diferentes para entrar en contacto con los universos de
la poesía, para escuchar su música y tratar de hacer con las palabras el poema.
Neruda tuvo al frente la naturaleza y el amor, en un principio. Desde las
búsquedas personales entró en contacto con las vanguardias y dejó poemas de
gran significación; cantó a la cebolla, al apio, a la madera como ninguno.
Varios de sus poemas de amor son esenciales. Huidobro después de los dos
primeros libros de la primera juventud, nacidos del romanticismo y el
modernismo saltó a lo que más tarde llamaría el Creacionismo. Una verdadera
revolución poética.
Neruda no dejó de ser romántico. Varios de sus cantos los concentra en
la naturaleza americana, a la exaltación de lo nacional y continental. Huidobro
puso en cuestión el romanticismo, lagrimoso y ramplón, sobre todo la
servidumbre a la naturaleza y propuso no cantar a la rosa, que la rosa, exigió,
naciera en el poema con plena autonomía de la llamada realidad. Llegó, desde
joven, a pensar y convertir en un principio el creacionismo: “No he ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te
servirás de mí; está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré
de ti. Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas,
tendré mis ríos y mis mares, tendré mis cielos y mis estrellas”, escribió en el
manifiesto “Non serviam” en 1913 en plena rebelión contra la idea platónica, de
larga carrera en las retóricas y poéticas desde los griegos hasta el siglo XIX,
la cual algunos lo siguen asumiendo sin
ambages: el arte debe imitar la naturaleza.
Neruda fue diplomático y militante comunista toda la vida. Huidobro fue
en poeta independiente, aunque alguna vez militó en el partido comunista
chileno y se retiró esgrimiendo posturas críticas. Huidobro puso en cuestión
los valores de la aristocracia y la burguesía, toda su tradición. Pero no por
una ideología militante. Su caso fue muy diferente. Neruda dejó panfletos
execrables como el “Nixonicidio”.
Una aclaración es necesaria. Las posturas políticas de Neruda, su
abierta militancia y su poesía de denuncia y apoyo a causas políticas lo
elevaron a un umbral desconocido, buena parte de su gloria se debe a los
reconocimientos que mereció. Más aún, y más claro: todos, casi todos los
poetas, a partir de los años cincuenta están tocados por su poesía. El que lo
enfrentó desde el principio fue Huidobro. La polémica es ardua y significativa.
Los nerudianos abundan. Los huidobrianos son escasos.
Una cosa debo dejar precisa para evitar malos entendidos. Sin caer en el
radicalismo poético de Huidobro, ni aceptar el politicismo poético de Neruda,
cada uno de los dos poetas obtuvieron logros poéticos decisivos en medio de las
grandes diferencias que los separan. En literatura no hay verdades absolutas,
eternas. Desde nuestro planteamiento es posible indicar apenas las diferencias.
Sin ser explícitos Borges y Paz estuvieron más cerca de Huidobro que de
Neruda. Varios postulados de Huidobro ellos los asumieron en pleno silencio.
Más Paz que Borges. Sin entrar en detalles el principio aquel de que el
adjetivo cuando no da vida mata, lo asumió Borges con todo rigor. Borges y Paz
entendieron el lenguaje poético como lo esencial de la escritura más allá de
los compromisos políticos, militantes de Neruda. Paz desde su supina soberbia,
no asumió a Huidobro como el maestro. Lo fue. “Casa de la mirada”, por ejemplo, es un poema en el que profundiza en
la creación desde el lenguaje, poema dedicado, no casualmente, a un pintor
chileno, Matta.
Neruda fue un romántico irredento. Borges y Paz, no. Paz profundiza
creacionistamente (no tan surrealista como podría aparecer) la materia poética
del amor, en varios textos, con aportes propios, sin duda. No olvidemos que
Borges se inició en la rebeldía del ultraísmo español de fecunda presencia
huidobriana, aunque sus caminos posteriores trazaron otras rutas, sabias y
decisivas. Paz no acredita a Huidobro, pero lo asume con deleitación incuestionable.
Volver a leer los poetas de principios del siglo XX, a los rebeldes,
desde Darío, es necesario, más allá de los elogios y afinidades, deudas y
cargas, que son, a veces, escollos.
*Ricardo Cuéllar
Valencia: poeta, investigador,
crítico literario, editor. Sus libros más recientes: Río ebrio, antología
poética, Caza editores, Ibagué, 2015 y La poesía de Miguel de Cervantes
visitada por siete biógrafos, Caza de libros, Ibagué, 2015. R.C.V. es escritor
colombiano residente en México, donde es catedrático de literatura en la
Universidad Autónoma de Chiapas desde 1982.