Por G Jaramillo Rojas
Allí nadie reparte la dignidad. Allí la gente no
tiene miedo a ser libre. Lo
que él dice es que allí sí se puede elegir, y seguir, como amateur o como
profesional, incluso contra el destino. Entendía que esa ciudad le había
barrido de una sola ojeada. Que le había estudiado dándole justo en el lado más
amable nunca entregado. Tranquilo y desierto, afirmó que esa ciudad gozaba de
momentos tan calmos que el ruido más cercano era el del galope metálico de una
bombilla sobre su inseparable mate y que luego un viento cordial hacía cabecear
dos arbolitos gemelos arrastrando algunas hojas sobre el asfalto sereno y
asoleado. Dijo haber doblado la mirada y haber visto a un niño dibujando su
sosiego. La satisfacción le aplacó el embeleso, y ahí fue cuando se abismó a
ser franco, de una vez por todas, escribiendo cabalmente lo que sentía, con la
certeza devota de un feligrés y con toda la razón del mundo, como si nunca
hubiera salido de esa ciudad: aquí
construyo todo a partir de la misma imagen de sol, con todo el orden y el
equilibrio de la luz. Como cuando uno se pierde en una lectura, aquí siempre es
un placer cerrar las puertas de comunicación con el odioso universo para verse
solo, en una costa o en una plaza, frente a los bardos entufados del infinito y
más acá, a modo de precaria, sucedánea y honorable amistad. Acá el silencio es
más callado que el cine mudo y el norte, como dibujó un español, es el sur.
G. Jaramillo Rojas nació
en 1987. Estudió Sociología en el Externado de Colombia y, posteriormente, una
maestría en Sociología de la Cultura en alguna universidad argentina.
Actualmente trabaja como editor y redactor para revistas digitales y programas
de radio independientes de arte, cultura y sociedad en Buenos Aires y
Montevideo.