PRESAGIO
No
se nos ha dado la dicha,
ni
la saciedad, ni el odio.
No
se nos ha dado el camino,
ni
un destino ya encarnado.
No
se nos ha dado el hastío,
que
es carne de indolencia.
No
se nos ha dado el vacío,
ni venganza, ni represalia.
porque
sería como caminar con la sustancia del odio.
Se
nos ha dado el color,
la
respiración de las hojas,
y la simetría del agua para entender lo que es
secreto.
Se
nos ha dado la lluvia para apaciguar la tierra,
y
la tierra para extraer las señales del ser.
Se
nos ha dado el sueño,
la
consolación de los cuerpos,
la
flor que navega en el lago de una orilla a otra
mostrando
el viaje circular del tiempo.
Y
se nos ha dado el presagio
cuando alguien ha pasado la calle, diciendo a
otro:
“no
basta, no basta la alegría, volvamos adentro a contemplar la llama”.
ME
EXTIENDO SOBRE LA HIERBA
Vagando,
vagando, sin sonido en mis palabras,
llego
de nuevo al montículo de mi descanso.
Me
extiendo sobre la hierba fragante;
otros
se quedan de pie y no los envidio.
Miro
el horizonte desde otra altura
con
la sensación de los días lejanos.
Me
siento alrededor de un árbol
cuyo
tronco crece en círculos concéntricos,
como
un lagarto de pie que reclama al cielo.
Enciendo
una fogata y caigo en un sueño
que
me regala el día, hasta la extensión de la noche.
Aunque
viva para ver el alba,
¿cómo
desear que alguien me despierte,
si
sueño un viaje
sobre
la hoja movida por el viento alrededor de mi cabeza?
LO
VIVIDO
Hay
un momento en que lo vivido
pide
una explicación final;
en
que la vida pasada
finge
ser brisa que busca entre los cuartos,
en que el recuerdo de alguien
es esa flor en el vaso que cambiamos
de sitio.
Queremos partir a otros días
y escoger lo que vamos a dejar:
Viejos
papeles rotos, hojas secas con un nombre,
una
foto en que tenemos las piernas al aire
y
el mundo es una pista de baile.
No sabemos si llevar o dejar
el brillo de unos ojos en una
fotografía diminuta
con una frase que dice:
“Te estoy amando pronto, más pronto
de lo posible”