Antología poética de
Eduardo Gómez
Ha comenzado a circular esta antología como un homenaje que
la Universidad de los Andes le hiciera a Eduardo Gómez, quien durante gran
parte de su vida fue profesor de literatura en dicha institución. Transcribimos
para sus innumerables lectores dos poemas y las palabras de presentación de Caballero
Bonald que acompañan a este libro imprescindible.
“Su libro contiene para mí la más viva,
eficaz y vigorosa poesía que me ha llegado, desde hace mucho tiempo, de
Colombia y aun de otros vecinos países. No se trata de ningún volandero elogio
epistolar sino de una rigurosa convicción. El engranaje de patetismo e ironía,
el admirable injerto de la ética en la estética, la muy inteligente
dosificación meditativa de la experiencia, la misma instrumentación
lingüística, son otros tantos factores que sitúan su poesía entre las más
dinámicas de la actual vanguardia latinoamericana”. C.B.
MELANCOLÍA DE LOS
CUERPOS
Amé
cuerpos
sólidos
gloriosamente
erguidos
henchidos
de arterias y de rosas
anchos
vasos
donde
no pudo rebosar sino el amor.
Todos
viajan
definitivamente.
Algunos
flotan
rítmicos
callados
hasta
un rincón de violetas
y
cruces carcomidas.
Otros
hay
danzantes
con
los cabellos pesados de sol.
son
aquellos
en
quienes largamente me complazco.
Son
aquellos que aún caldean
los
ladrillos helados de las tumbas
Amé
racimos
durados
de cuerpos.
Frutos
para
las flacas quijadas de la muerte.
Incómodos
ramos
de
brazos
zapatones
y bocas
hablando
incesantemente,
atropelladamente,
para
taparse la carne desnuda,
para
llenar con ecos
el
sitio vacío del amor.
Amé
multitudes
-noche
tendida sobre las plazas blancas-
escuché
su gigantesco sollozo
su
incontable latido.
Fui
en medio de sus brazos y brazos,
luminoso
de pupilas,
poseyendo
su cuerpo ondulante,
de
inconmensurables posibilidades,
de
inesperados encuentros.
FINAL
Ya
muy cerca del misterioso umbral
he
desechado definitivamente los consuelos:
la
ilusión de los paraísos drogados
los
espejismos adormecedores del lujo
la
hartura y las obesidades del consumo
las
ilusiones de la figuración no conquistada
de
la promiscuidad aventurera y anodina
de
la charla filistea para encubrir la angustia
de
la fe ingenua de los “redentores” del pueblo
y
de los jueces absolutos en su trono de palo.
Otra
vez como al nacer estoy desnudo
listo
para las nupcias absorbentes con la tierra.