Por Carlos Castillo Quintero*
Este
cuento hace parte de “Dalila Dreaming”,
libro que reúne doce cuentos premiados de Carlos Castillo Quintero y que
próximamente será publicado por la Editorial 531.
1
En una libreta roja
escribe: No sé si comencé a leer a
Cortázar porque me gustaba el jazz, o lo contrario. Lee la frase, la
corrige, la borra. Con disimulo mira a su alrededor. Nadie. Hay gente en el bar
pero nadie se ha fijado en ella. Le saca punta al lápiz con el que escribe y
regresa a la libreta.
Todos los sábados
Felisa va a ese bar, se sienta en la barra —siempre en el mismo lugar— y pide ginebra.
Hoy viste minifalda de jean, blusa blanca, chaqueta y botas de cuero. Tiene el
cabello liso, pequeños aros de plata en sus orejas y la nariz, una cadena con
un Cristo que brilla y los labios azules, casi negros. Se ve bien. Lo nuevo: el
cabello liso es una peluca. La idea se le ocurrió hace meses al leer una
noticia: “En 1998 Jonathan Keller compró una cámara digital y desde entonces se
ha tomado una foto diaria, cada día cambiando su aspecto”. Ella lo hace semanalmente.
Bebe. Las paredes del
bar están llenas de fotografías de cantantes, de músicos. La mayoría son de
raza negra: Lester Young, Miles Davis, Charlie Parker… Felisa mira esas fotos.
Los ama a todos. Escribe: Pasé varias
semanas viendo “Los reyes de la colina” y comiendo helado de vainilla. Va a
borrar la frase pero Louis Armstrong ha iniciado con La vie en rose. Ese tema la mata. Bebe despacio, cierra los ojos y
siente que esa voz recia la rompe por dentro. Y así se queda, durante varios
minutos, sin que nadie note su ansiedad.
Al regresar a su
apartamento está cansada y un poco ebria. Se da una ducha caliente y, desnuda,
se tiende en la cama. Es una cama grande, como un mundo. Felisa arde. Desearía
tener valor para tocarse, pero ni siquiera eso. Se queda mirando la lámpara del
techo, sin un cigarrillo porque ya no fuma: el médico le dijo que si no paraba
de fumar se iba a morir de cáncer, como su papá. Se duerme. En sus sueños Louis
Armstrong la mira.
2
Hasta que por fin
sucede: él está ahí. Felisa tiene gafas con marco negro, viste un sastre rojo
con la falda muy corta, medias veladas de malla y tacones de 12 cm. Tendido en
una de las mesas del fondo él la mira. Mi
príncipe azul ha venido desde el mar de luces de la ciudad, ha escrito ella
en su libreta. Lee. No borra la frase.
Edith Piaf canta La foule y Felisa pide otra ginebra.
Bebe, de una sola vez, y pide de nuevo. Él está muy ebrio. A intervalos levanta
la cabeza y le sonríe. Felisa, al principio, hace como si no lo hubiera visto.
Al rato, le devuelve la sonrisa. El tipo va hasta la barra y le dice que lo
invite a un trago. Beben.
Cerca del amanecer
salen. Caminan tomados de la mano hasta el taxi. Antes de eso el príncipe azul
le ha contado a Felisa partes de su corta y desgraciada vida, ha vomitado y ha
dormido un poco. Ahora está repuesto: ella le ha hecho tomar varios vasos de
agua con sal y limón, y dos Alka-Seltzer.
Cuando entran al
cuarto él, todavía vestido, se tiende sobre la inmaculada cama de Felisa y le
pide que le haga sexo oral. Ella siente que no puede, que no quiere. Él insiste
pero Felisa le dice que no, que mejor se vaya. Intenta echarlo pero el príncipe,
que ahora parece estar en sano juicio, no se va. Se levanta, apaga la luz y en
la oscuridad la besa, a la fuerza, le desabotona la blusa. Es joven y fuerte,
quizá trabaja como obrero en una construcción por aquí cerca, piensa Felisa,
sin razón, ya que él le ha dicho que es DJ ocasional en una discoteca del centro.
El tipo, sin dejar de besarla, la tiende sobre la cama, le rompe las medias,
saca un miembro que ella percibe más bien insignificante y la penetra. Ella,
mientras tanto, mira la lámpara del techo y en la penumbra imagina cada una de
sus formas. Antes de que el príncipe azul termine, Felisa ha decidido que de
ahora en adelante volverá a fumar, así le de cáncer.
* * *
*Carlos
Castillo Quintero: Narrador y poeta. Ha publicado los libros de cuento Los inmortales, Carroñera, y Espiral al Sur y
otros relatos de la noche; la antología de El placer de la brevedad; y los poemarios Burdelianas, Rosa fragmentada, Sin el azul del día y Ab imo pectore. Su obra ha sido
reconocida con el Premio Bienal de Novela Corta Universidad Javeriana, el
Premio Nacional de Cuento Universidad Central, el Premio Nacional de Cuento
Directores de RELATA (2011 y 2012), el Premio Libro de Cuentos Consejo
Editorial de Autores Boyacenses CEAB y Premio Nacional de Poesía Universidad
Metropolitana de Barranquilla, entre otros. Actualmente dirige el Taller de
Cuento Ciudad de Bogotá y es profesor asociado del Taller de Escritores de la
Universidad Central.