Roberto Mario Buelvas Gómez

Cartagena, Colombia. 1994. Escritor, lector y actualmente estudiante de ingeniería de la Universidad de los Andes. Ha publicado cuentos en Revista Dos Palabras. A continuación publicamos una de sus ficciones, enviada recientemente a Con-Fabulación.


Palabras en mi boca

En medio de la noche, un pensamiento lucha contra los demás por un espacio en mi mente. Ésta de la que hablo es una idea peculiar; casi extranjera en mi cabeza. Combate con furor, consciente de que la derrota conlleva el olvido. Va derribando recuerdos de lo que hice en el día, algunas observaciones y mis opiniones más débiles. Luego pasa a enfrentarse con otras que son más habituales en mí: las preguntas casuales que me hago y las cosas que sé que tengo que hacer.
Yo estoy dormido. Por eso mismo puedo percatarme de esas batallas sutiles que se están librando, tal como se ven siluetas con el filo del ojo. No puedo hacer nada. Si despertara, todo eso sería opacado por las percepciones que recibo al estar consciente. Sólo puedo ser un testigo de la lucha, de la manera más pasiva posible, con mi ser más interno. El pensamiento retador derrota, una y otra vez, a los otros, a los que me son familiares y están peleando como locales.
Pareciera que, con cada victoria, esa idea se hiciera más poderosa. Pronto la veo parada de tú a tú en contra de recuerdos intensos y opiniones fuertes. Entonces el combate se hace más reñido y exigente. Es necesario un juez… esa parte de mí que dirige lo que sueño cual película. Me coloca en un balcón, al estilo de los emperadores en sus coliseos. Desde allí presencio cómo se va acercando vencedor ese tenaz forastero. Pero cuando llega el momento de medirse con los fundamentos de mi mente (mi deseo de aprender, mi amor y demás), la contienda acaba. El pensamiento extraño cae sin poder dar un golpe.
Me toca decidir su suerte. Aunque ha perdido, ha luchado con honor y llegado lejos, por eso permito que se acerque más y me cuente de sí. Me susurra al oído y enseguida se desvanece todo.

Me despierto agitado, sudando, con palabras en mi boca que no sé de dónde salieron: “Hay quienes han olvidado que la noche es oscura y creen que en esta vida no hay magia”.