Lo
único que hay que decir del poeta es su poema
Por Gustavo
Adolfo Quesada Vanegas
Homenaje
al poeta Rafael Díaz Borbón a los cinco años de su muerte
El poeta vive en, de, por y para las palabras que le desvelan el mundo.
Pero cada palabra debe ser destilada y pulida hasta quedar como una gota de
diamante y en este acto de hacerlas, la carne, la sangre, los dolores y amores, los sueños y
las esperanzas del poeta le dan la materia prima y la forma final a estas
palabras. Lo demás es el lento y tenso fluir del mundo a la imaginación y de
ella al lenguaje. De su percepción al universo, de su rabia a la música, de su
propio amor al amor de todos. Ese poema que nos deleita, que nos transporta a
otro mundo no es sino un trozo de la biografía del poeta. Mientras el poeta
vive sus poemas tienen su carnadura y su sudor, sus miedos y sus alegrías, son
su propio yo, caminos abiertos a su intimidad. Cada poemario es, entonces, un
testimonio del hombre y de su pasión por el mundo convertido en lenguaje.
Pero cuando el poeta muere se da el proceso inverso: la vida cotidiana,
la mujer que lo amó y que lo deslumbró con su aire felino o maternal, la suerte
de los desposeídos, las balas que fusilaban a los inermes, los sueños y las
esperanzas, el erotismo que le mantenía tensas las rodillas, su propia
biografía, van lentamente desprendiéndose del verso, como si buscaran el
refugio de su dueño y se marcharan con él. El poema va quedando solo, propio de
sí, atento únicamente a su fluir interno, a su diálogo íntimo. Cada poema es
entonces, como ente agregado al mundo, una autonomía que dice lo que quiere
decir, separado de quien humedeció sus manos de sudor para hacerlo plenamente
vivo. Mientras el poeta vive sus poemas están plenos de su biografía y podemos
leerla con exactitud matemática. Cuando muere, separado de las contingencias,
no hay más biografía del poeta que el poema. La palabra cobra su propia
realidad, pertenece ahora al mundo. Lo único que queda del poeta son sus
palabras. El espacio que en el poeta separa la vida de la muerte es la
distancia entre un poema biográfico y una biografía poemada.
Van estas palabras en homenaje a Rafael Díaz Borbón. Sus palabras,
todas, pero en particular las que tomaron forma de poema, pertenecen ahora al
mundo. Hasta ayer eran él mismo. Desde hoy él es su palabra. Ahora debe
comenzar un nuevo ejercicio: leer su poesía sin que nos acosen su rabia, su
deseo y su esperanza. Sus poemas andarán por las calles, dirán al oído de los
amantes las palabras del deseo, al de los iracundos la indignación por un mundo
dominado por depredadores, y a todos, ahítos de una historia que se anuncia
pero no comienza, nos recordarán con ironía:
¿LO UNO O LO OTRO?
Si la historia se repite,
Una
vez como tragedia
Y otra como comedia,
Estamos condenados
A ser héroes derrotados
Y bufones sin escenario y sin fortuna.
¿De quién o de quienes es entonces
La victoria y la alegría?
¿Unos las ven y otros las sufren?
¿O en el carrusel,
Todos alternan los papeles?
¿Por qué tener que estar siempre
Condenados y burlados?
¿Para quién es el espectáculo?
¿Para nosotros mismos?
¿Acaso el problema está en ser héroes o
bufones?
SERENATA PARA EL
AUSENTE
si viniere
el más adorado de tus jóvenes amigos
lo invitaré de inmediato al lecho
para que se una al dolor de tu ausencia
en tu nombre
con viandas y vinos
tocaremos juntos el arpa
hasta el alba
quizá los periódicos del nuevo día
nos traigan las noticias del frente
de guerra
y que tú no has muerto