Las gentes del humedal


Publicamos a continuación una crónica del libro Las gentes del humedal, que aparecerá en los próximos días, publicado por la Colección Los Conjurados. La obra reúne un manojo de crónicas sobre los agónicos humedales de Bogotá, asaltados por la corrupción y por las malas políticas ambientales.

El humedal que agoniza

Por John Jairo Zuluaga

Las pocas tinguas que quedan en el humedal de Techo resisten el paso demoledor de los invasores que lo tienen al borde de la liquidación. Nadan en un espacio reducido de agua bajo el tormento de voces, motos, carros, macetas, cinceles y pulidoras.
Cuando sus terrenos formaban parte de la antigua hacienda de Techo de propiedad de la Compañía de Jesús y del Seminario Conciliar de San José, sufrió sus primeros despojos. Así lo cuenta Pastor López Sánchez, vecino del sector: “La Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), fue la primera que empezó a deteriorar este sector. Una vez se fundó ciudad Techo, que después pasó a llamarse Kennedy, instalaron un colector de aguas negras que desembocó en el río Fucha y lo pasaron por el humedal”.
El despojo continuó. En 1973 se edificó la urbanización Castilla Real y la misma EAAB construyó una estación de bombeo y un canal de aguas negras que atravesó el humedal. Y como si fuera poco, según cuenta el señor López, la Empresa Distrital de Servicios Públicos (EDIS), rellenó los terrenos donde se construyeron los barrios El Tintal, Santa Catalina, Visión de Colombia, el colegio Gustavo Rojas Pinilla y parte del humedal.
El saqueo aumentó cuando los religiosos lotearon la hacienda y la vendieron a particulares. Uno de ellos, el señor Samuel de Jesús Arcila Vélez compró parte de los terrenos donde quedó el humedal y también lo loteó. Después fue la de Troya. Empezó a ser sepultado por los urbanizadores piratas que de forma graneada fueron levantando casas bajo el proyecto: “Urbanización Lagos de Castilla”. Las primeras edificaciones datan de 1992, como lo afirman los pobladores representados en la Junta Comunal. “A partir de 1992, los lotes fueron vendidos por parte de la Inmobiliaria La Colina. Se obtuvo un promedio de 442 lotes de seis por doce metros cuadrados cada uno. Se les adjudicó cédula catastral, matrícula inmobiliaria y nomenclatura oficial debidamente registrada”.
El humedal quedó reducido y para acabar de completar el cuadro apocalíptico, está proyectada la construcción de tres vías. La Alsacia, al norte; la Castillla, al sur, y la Agoberto Mejía. Entonces diremos como en el Apocalipsis, ahí fue cuando el ángel derramó su taza sobre los manantiales de agua y los convirtió en sangre.
En un intento por recuperar estos cuerpos de agua, el decreto 190 de 2004 del Plan de Ordenamiento declaró el humedal Parque Ecológico Distrital. Sin embargo ese salvavidas le llegó a un enfermo en cuidados intensivos. El cáncer representado en los urbanizadores piratas se extendió por todo el cuerpo. En 1998, cuando la Alcaldía Distrital, declaró la alerta naranja, los urbanizadores piratas habían culminado su obra destructiva. La urbanización Lagos de Castilla era una realidad como el cielo gris de Bogotá. El espacio del humedal se redujo casi a la mitad porque el barrio ocupó 5,6 hectáreas, el 44,13% del área total, estimada en 11,6. En ese espacio pequeño las pocas aves que quedaron reman contra corriente.
El decreto 457 del 23 de diciembre de 2008 de alerta naranja emitido por la Alcaldía Distrital fue otro intento desesperado para darle vida artificial a un muerto que no termina de despedirse. La medida prohíbe el relleno, la urbanización y construcción de vivienda que ponga en peligro el espacio ecológico. En el artículo 3, del numeral 5, se lee: “La Secretaría Distrital de Planeación oficiará a la Superintendencia de Notariado y Registro para que prevenga a los notarios y registradores de instrumentos públicos, en el sentido de evitar la escrituración y registro de predios ubicados en el área del humedal”. Este decreto implica la demolición y la incorporación de terrenos pertenecientes al humedal.
La sentencia del 12 de enero de 2010 del Tribunal Administrativo de Cundinamarca dejó en firme las medidas cautelares que tomaron las autoridades distritales. Sin embargo estas disposiciones compiten con la realidad. Varios años después de la norma se observa que los pobladores de la urbanización Lagos de Castilla mantienen su impulso constructor. Cuando uno pasa por el barrio oye el golpetear de las herramientas de construcción, el ajetreo en los talleres de mecánica y el bullicio de los niños del jardín infantil “London School”, que ofrece clases de natación.
Los pobladores guardan la esperanza de que el Distrito les compre sus casas. Por ese motivo el barrio está lleno de edificaciones de tres pisos. Creen que de esa manera van a recibir una buena oferta por sus viviendas. El señor López, que ha integrado la Junta de Acción Comunal sustenta ese propósito. “La oficina de Catastro de la EAAB ha contratado varios estudios que le han valido cuatro mil millones de pesos y tiene los datos de lo que pueden valer las propiedades”. Mientras tanto el tiempo corre, la invasión se consolida y las autoridades dilatan el proceso de restauración del humedal.

CÓMPLICES DEL DESPOJO
Son muchas las personas y las entidades que han ayudado a la liquidación del humedal. Sobre todo las entidades distritales encargadas de velar por la protección de los ecosistemas de la ciudad. Su acción tardía propició la proliferación de ventas ilegales de sus terrenos. Un informe de la Contraloría del período 2008-2009 así lo corrobora: “El humedal de Techo fue rellenado en gran parte y ocupado por cuatrocientos nueve predios, la mayor parte construidos, en un proceso negativo que lleva más de quince años. Sin que en ese lapso de tiempo fuera factible un control ambiental y policivo efectivo”.
A pesar de que el decreto 190 de 2004 consideró el humedal como zona de reserva, se siguieron entregando licencias de construcción y los invasores recibieron la prestación de servicios públicos por parte de las empresas distritales.
Gran parte del despojo es obra de las constructoras, como lo señala el Plan de Manejo Ambiental del humedal, PMA: “…la presencia de inmobiliarias con intereses de urbanización intensiva, quienes emprenden el loteo y la venta de porciones de tierra en el sector, asunto que ocasionó efectos sobre la base ecológica del humedal y su notoria desecación”. Igualmente el PMA acusa una falta de apropiación por parte de la comunidad y de las instituciones educativas del distrito circundante al ecosistema.

LOS DEFENSORES DEL ECOCIDIO
Las personas que construyeron de forma anómala en la urbanización Lagos de Castilla se defienden ante los organismos de control. Afirman que compraron los lotes ajustados a la ley. Muestran que las escrituras que recibieron no tenían restricciones a la propiedad. Además alegan que en Catastro y Planeación Distrital daban fe de la legalidad del proyecto. El señor López, primer comprador de la urbanización defiende así la posesión que tiene en el barrio. “Adquirí el lote a plazos en el 92. Lo compré con certificado de libertad, escritura, pago de impuestos de valorización y nomenclatura oficial de Catastro”. Luego dice: “Al comienzo no hubo problemas. Yo veía todo normal: la infraestructura de servicios, las redes de agua y de alcantarillado”. Otro vecino del sector, el señor Alberto Sarmiento, agrega: “Tomé posesión de mi lote porque fui a Catastro y me dijeron: Es suyo, construya porque está registrado”.
La pelea está casada. Mientras tanto el humedal está reducido. Los ambientalistas esperan que las autoridades recobren esos terrenos. Sueñan con ver árboles nativos y pasto para volver a circular como en otros tiempos, sin interferencias extrañas.

EL AMEDRANTAMIENTO A UNA DEFENSORA DEL HUMEDAL
Luz Mery García nació en Ibagué y se crió en la finca Castrillón del municipio de Murillo, Tolima. Le cogió cariño a la naturaleza porque la finca tenía una cascada con peces de colores.
A los siete años abandonó el campo. Los padres se vinieron a vivir a Bogotá, pero siempre se mantuvo en contacto con la naturaleza. “Nos vinimos para el barrio Las Delicias. Allí había una chucua y con una compañera de estudio cogíamos ranas de colores. Las metíamos en el delantal y con ellas hacíamos competencia de carreras”, dice Luz Mery.
Después de su matrimonio anduvo en varios barrios de Bogotá. En 1994 compró un lote en el humedal y de nuevo creció su amor por la naturaleza. “Me sentí como en un Edén en medio de garzas, tinguas, búhos, ranas, curíes, monjitas y gavilanes”.
Con el transcurso de los años sintió el deterioro que sufrió el humedal. En 1998 fundó la ONG, Corporación Lagos de Castilla, que lideró la recuperación del humedal. En ese año se decretó la alerta naranja sobre el humedal y los pobladores se organizaron para luchar contra la demolición de sus casas. Luz Mery no se perjudicó porque el Departamento Administrativo de Planeación Distrital legalizó una parte de la Urbanización. Ese sector pasó a llamarse Lagos de Castilla I, conformado por sesenta y siete predios que estaban por fuera de la ronda del humedal. Muchas personas se quejaron de esa solución parcial como lo expresa la señora Olga Rubiano: “Tenemos legalizadas medias manzanas de la parte norte del barrio. Se ve el fenómeno allí de media casa ilegal y media legal. A esa gente le tocó construir la cocina en el lado legal para que les pusieran el gas”.
Luz Mery emprendió la lucha del humedal libre de culpas porque se despojó del sambenito de invasora. Su casa, legalmente, quedaba por fuera de la ronda del humedal. En adelante podría hablar de ronda hidráulica, de zona de preservación, de animales acuáticos y de plantas nativas sin sonrojarse. Dentro de su lenguaje ambiental, las palabras “recuperación del humedal” se convirtieron en una amenaza para los vecinos de la parte no legalizada del barrio. A ella le representaron múltiples dolores de cabeza.
Durante varios años realizó visitas guiadas a estudiantes de secundaria, a universitarios y a funcionarios que llegaban a conocer de cerca el humedal. En esa labor se tropezaba con la animadversión de sus vecinos. Al comienzo usaron métodos persuasivos para que desistiera de su lucha. “Una vez uno de los urbanizadores piratas me dijo que me regalaba un lote, pero si dejaba que acabaran con el humedal”, comentó.
Luz Mery se mantuvo firme, gracias al apoyo moral y económico que le brindó su esposo. Se crió en el campo, en el municipio de Cáqueza, Cundinamarca. De él, solo tiene palabras de aprecio y agradecimiento: “Mi esposo, que ya murió, fue mi patrocinador. Me pagaba las fotocopias, los rollos y las copias de las fotos que tomaba en el humedal. Me enseñó a conocer las aves. Por ejemplo, me decía que las lechuzas hembras eran las que cantaban y no el macho. Que ellos eran los que tenían los colores fuertes en el plumaje”.
Cuando las amenazas subieron de tono y le llegaron por escrito, decidió irse. Sin embargo mantuvo la Fundación y prosigue la lucha por los pobladores de Kennedy en otros frentes de trabajo. En el momento busca mejorar la calidad de vida de las mujeres cabeza de familia en condiciones de pobreza. Con ellas trabaja en la implementación de un centro de acopio, manejo y comercialización de residuos sólidos urbanos. Además realiza un proyecto de cultivos hidropónicos, que hacen parte de la modalidad de agricultura urbana.

Luz Mery dice que después de que salió del humedal ya nadie se preocupa por su cuidado y pone como ejemplo el conjunto residencial que construyen dentro de la ronda de lo que queda de este. El conjunto se llama Plaza Castilla y afirma que los terrenos eran de propiedad de un concejal. De esa construcción sale el barullo de cinceles y martillos que ensordecen el lugar. Como dijo el ciego, amanecerá y veremos, y amaneció y el humedal volvió a ser el mismo.