A 25 años de su muerte
Estanislao Zuleta
Por Fabio Jurado Valencia
En la década de 1970
Cali es el epicentro de los movimientos culturales. Pero no hay movimiento
cultural sin movimiento político. Todo movimiento político deviene de
corrientes de pensamiento filosófico. Entonces cultura, política y pensamiento
filosófico constituyen un solo cuerpo, son interdependientes; podría plantearse
también que el movimiento político y el pensamiento filosófico se encarnan en
la cultura o la hacen posible. En la cultura ubicamos las fuerzas del arte
pictórico, de la música, la literatura, el teatro y la tradición popular. En la
política, para nuestro caso, la militancia de izquierda y sus grandes debates.
En el pensamiento filosófico tiene un lugar preponderante la epistemología y el
psicoanálisis.
En estos oleajes se
movió el discurso oral de Estanislao Zuleta. Es el conferencista emblemático,
el catedrático sin títulos que llena auditorios, el conversador que convoca al
corrillo, el intelectual que es sujeto de consulta para mediar en los
desacuerdos. Ciertas fuerzas apuntaladas en los efectos del festival de las
artes de Cali propiciaron la interlocución con otros que habían regresado de
las universidades francesas. La Universidad del Valle, en la sede de San
Fernando, y la Universidad Santiago de Cali, cuando no era estrictamente
privada, son los escenarios para escuchar y discutir con Zuleta. Cali fue el
nicho donde Zuleta, oriundo de Medellín, encajó con sus posiciones filosóficas
innovadoras, pues no cabía en otro lugar, en un momento en el que todos
preguntábamos, porque todos escuchábamos, y escuchábamos porque leíamos y
leíamos no para cumplirle a la academia sino para discutir en las células de la
militancia y para alimentar los alegatos en los cafés y las cantinas. Había
horizontes intelectuales sin importar si eso serviría para algo práctico. Y
siempre la figura de Zuleta estaba allí como una recurrencia argumentativa para
interpretar una película, una novela, un poema, una pieza de teatro, un tango o
un bolero.
Con las disertaciones
orales de Zuleta constatamos cómo la escritura está en el lector aunque no
escriba. El buen lector escribe sus representaciones mentales cuando habla; es
el caso de Zuleta. Su obra proviene de la labor de los amanuenses; ya sea con
las grabaciones de las conferencias o las grabaciones de las conversaciones o
de sus disertaciones pedagógicas, quienes toman esos registros para la
transcripción solo hacen eso: transcriben y hacen explícitos los signos de
puntuación y los conectores en la segmentación que presupone la escritura
cuando se hace pública; un halo de universalidad respiraba a través de su voz,
era pues una voz escrita en la voz oral.
Por lo que sabemos,
Zuleta no tenía la paciencia para corregir las transcripciones quizás porque su
fogosidad intelectual trastornaría lo ya dicho; son compulsiones de un hombre
acosado por las ideas y que hace del lenguaje oral una fiesta, como lo dice
respecto a la lectura de la Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha, en esa conferencia magistral, la más iluminadora para los maestros:
“Sobre la lectura”. Toma las palabras de Marx y nos hace sentir la necesidad de
leer El Capital y la Crítica del programa de Gotha; evoca las
ideas de Nietszche, las del Zaratustra, y nos hace ver que algo nos falta para
asumir la investidura del lector crítico; vuelve sobre Freud y nos ayuda a
comprender la complejidad de la condición humana, a la vez que nos orienta
sobre cómo el psicoanálisis no solo contribuye en los análisis del arte sino
que nos ayuda a vivir y a comprender al Otro, cuando lo estudiamos.
“Sobre la lectura” es
una conferencia de 1974, dictada en Medellín, que repite en 1978 en Bogotá.
Cita allí a Mijail Bajtin, particularmente su estudio sobre Dostoievsky, cuando
apenas este teórico/filósofo ruso comenzaba a ser traducido a las lenguas
romances. Se presume que Zuleta leyó las primeras traducciones francesas y en
consecuencia pudo acceder a los planteamientos de Bajtin en ese ir y venir de
los libros que caracterizó a la década de 1970 en Cali, enlazada con Argentina,
México y España; será el primer colombiano en introducir las ideas de Bajtin
para cohesionar su propio pensamiento, provocar desde los principios de la
heterodoxia en la comunicación, la democracia, el carnaval y resaltar el
carácter polifónico de las obras literarias en las que el autor permite la
autonomía ideológica de sus criaturas de ficción, como observará Zuleta en la
obra de Thomas Mann.
En el campo de la crítica
literaria, entendida como una vía para la formación de lectores –fue la
pretensión de Zuleta, más que aportar a la historia de las literaturas- el
estudio sobre la vida y la obra de Thomas Mann (25 conferencias) ilustra el
trabajo hermenéutico sobre textos altamente simbólicos, como La montaña mágica, y tácitamente diserta
para aquellos destinatarios de distintas profesiones que buscan en la
literatura respuestas a sus dilemas. El caso, por ejemplo, de los médicos y de
las enfermeras, es una presencia en sus reflexiones: lo que ocurre en el
sanatorio en La montaña mágica, con
las patologías de unos y otros; la enfermedad es descanso, refugio y fuga, dirá
respecto al protagonista de la novela de Mann. Zuleta dedica gran parte de
estas conferencias a mostrar una especie de psicopatología en las enfermeras y
los médicos y en las relaciones con sus pacientes, separados por las
percepciones sobre la vida, la enfermedad y la muerte. Pero también hay un
lugar para los ingenieros –el protagonista es un joven ingeniero naval-, los
músicos –en lo profundo de la novela se perciben los tonos de Wagner- y los
abogados –siempre asociados con la propiedad-. De allí el interés de los
profesionales de distintos ámbitos en las conferencias de Estanislao Zuleta, en
las décadas de 1970 y 1980.
Unos meses antes de
su muerte en Cali, acaecida el 17 de febrero de 1990, con Gabriel Alzate
visitamos a Zuleta; conversamos sobre la situación política del país; era
notable la melancolía y la nostalgia; Cali ya no era la ciudad de los 70; los
interlocutores fuertes se habían dispersado: unos hacia el extranjero, otros
hacia los partidos tradicionales, otros hacia el narcotráfico, otros hacia los
movimientos guerrilleros y otros enloquecieron o se aislaron. Hoy podemos decir
que Zuleta murió de una aguda melancolía por la situación de la ciudad y el
país.
*Ensayista y
catedrático colombiano