Poesía y universidad


Por Carlos Fajardo Fajardo*

¿Es posible unir institución académica con libertad creadora? ¿Existe poesía en los claustros universitarios? Vieja y difícil polémica. Sin embargo, bajo las actuales condiciones de la universidad mercantil neoliberal, dicha polémica se agudiza más, debido a que día a día es mayor la distancia entre los poetas y artistas y los tecnócratas instrumentales universitarios, pues, si el mismo ambiente de debate académico reflexivo y crítico se ha esfumado de las esferas universitarias, ¿qué se dirá de las sensibilidades libertarias creativas de los artistas, que nadan en contravía a las estructuras jerárquicas del statu quo?
“La cultura libre nace al margen de la universidad, y hasta en contra” nos dice el poeta Gabriel Zaid, y continúa: “Erasmo, Descartes y Spinoza rechazaron dar cátedra universitaria. No querían ser profesores, sino contertulios y autores. Frente al saber jerárquico, autorizado y certificado que se imparte en las universidades, prefirieron la conversación y la lectura”. Como se sabe las estructuras que construyen las actuales universidades para el mercado han desterrado de las aulas, ahora sí casi de forma definitiva, el pensamiento nómada, creador y libertario, imponiendo un esquema positivista funcional y administrativo, con métodos cuantitativos que liquidan los pocos espacios de pensamiento crítico y a todo andamiaje teórico-analítico y creador. Gestión empresarial versus pulsión creativa.
Educar para las destrezas, habilidades y competencias del mercado en la era de las privatizaciones, tal es la consigna que se establece en la actual universidad tecnócrata-gerencial, despojada de sensibilidad ética y estética y, peor aún, de ideas.
Reducida a ser una eficiente empresa, con estudiantes como clientes, con profesores como insumos, y administrativos como autómatas burócratas, la universidad actual, prestadora de servicios, se vuelve déspota contra las actividades poético-creativas, ya que éstas no se proyectan como una inversión rentable. Entonces, a los poetas y artistas se les margina, se le excluye e invisibiliza a través del silencio y el ninguneo. Por su condición libertaria, la poesía, peligro de peligros para las instituciones, nada a contra corriente de las cajas registradoras de los mercaderes de la educación; fomenta la tertulia, el amor al  ágora, el diálogo, la crítica y el análisis, la lectura creadora. Algo de ello, gracias a unos cuantos espíritus, todavía perdura como especie exótica y en vía de extinción en los pasillos y cafeterías de nuestros “campus universitarios”. He aquí entonces que la poiesis se comienza a asumir como un acto contracultural para los empresarios y financistas de una educación con nomenclatura ecónoma y de servicios.
“Algo tienen las burocracias, nos vuelve a decir el poeta Zaid, que desanima la creatividad. Las estructuras jerárquicas se llevan mal con la libertad creadora. Tienden al centralismo y a la hegemonía”. De resultas tenemos que la gran poesía y el gran arte muy raras veces han brotado del seno de las universidades; más bien, han entrado posteriormente a ellas, formando parte, como temática, de su plan de estudios.
De manera que la universidad neoliberal no es un campo para el crecimiento sensible de la creatividad poética y existencial. La proliferación de ambientes instrumentales, de cuadrologías cuantitativas en todos los procesos académicos-culturales; la gestación sin mayores resultados intelectuales de una “investigacioncitis” seudocientífica y compulsiva, propuesta por Colciencias y masificada debido a una paranoia en red de la llamada Acreditación Institucional de Alta Calidad; el síndrome de lo administrativo en contra  de lo reflexivo, conducen al aplastamiento sistemático de todo pensamiento inconforme y de controversia política y poética. Adaptación deliciosa versus lucidez creativa.
Por lo regular, algunos creadores y poetas, que están bajo las redes institucionales de una universidad estéril, neoesclavizante y acrítica, asumen a ésta como un espacio negativo donde la muerte del espíritu y del pensamiento se hace evidente. Es tal vez, en su trabajo poético personal, o con sus amigos  cómplices, donde estos creadores se sienten en verdad vivos. “Las influencias dominantes del siglo XX (Marx, Freud, Einstein, Picasso, Stravinski, Chaplin, Le Corbusier) nacieron de la libertad creadora de personas que trabajaban en su casa, en su consultorio, en su estudio, en su taller. Influyeron por la importancia de su obra, no por el peso institucional de su investidura. Tenían algo importante qué decir y lo dijeron por su cuenta, firmando como personas, no como profesores, investigadores, clérigos o funcionarios” (Gabriel Zaid).
Hoy por hoy, bajo las condiciones de una universidad tercerizada y con una educación constituida en factor de servicios, esclava de la empresa privada y del sector financiero ¿será posible ver germinar, florecer, madurar la semilla de la creación poética?
Sabemos que algunos estudiantes y profesores, incluso algunos decanos, luchan con tenacidad para que la poesía se geste y se conserve en las universidades. Su voluntad feroz y su amor por el saber creativo demanda esfuerzos gigantescos y actividades poéticas tales como recitales, talleres, conversatorios y publicaciones. Ellos merecen nuestra más alta admiración. Son el desvío de la norma, la posibilidad del sueño entre las ruinas que deja una constante barbarie.
No obstante, muchos docentes y estudiantes siguen seducidos por una pedagogía instrumental, estandarizada, impuesta para enseñar no el “saber por el saber” y el amor a la libertad creadora, sino el “saber hacer” pragmático, habilidoso, competitivo y esquemático. En ciertos discursos pedagógicos, legitimadores  de este vacío académico, se escucha más bien un no a las propuestas poéticas  y un sí a los activos cambiarios de las rentabilidades.
Destinado al cuarto del olvido o al botadero como algo desechable, el pensamiento poético se sostiene en la diferencia y en la resistencia, intentando re-existir como utopía y posibilidad humanizadora que invita a descubrir lo cubierto, vislumbrar lo invisible, expresar lo inexpresable; es decir, a traspasar el espejo cual Alicia, hasta encontrarnos con la grata presencia de un milagro, enriqueciendo nuestra mirada gracias a una pedagogía del asombro y de lo imaginario que cuestiona a los nuevos dioses de los mercados y del consumo.
Ante las situaciones que imponen las lógicas de una Universidad que se edifica a través del llamado por algunos teóricos “capitalismo académico”, y  frente a una “Universidad emprendedora”, que concibe la educación como industria, fábrica o businnes university, la poesía promueve la reflexión y el disenso; tiene la facultad de establecernos en “otras lógicas” no tradicionales ni legitimadoras. Es una invitación a la fractura y a la separación, al distanciamiento y a la escisión. De allí su intenso diálogo con lo marginal, lo rechazado y el peligro. De esta manera, se convierte en antípoda de los conceptos de poder, burocracia, fama, éxito y lucro. Con intensidad y actitud libertaria vive en los márgenes desde y contra el lenguaje, desde y contra la realidad y la historia, desde y contra la cultura, desde y contra su silencio. “La poesía, escribe el poeta Roberto Juarroz, no es otra clase de luz eléctrica, ni receta para las farmacias y los hospitales de la lógica, ni cuento entretenido para la tertulia del café social. Como lenguaje último y revelador del hombre para el hombre, la poesía es oscuridad, fragmento, abismal reflexión sobre su propia naturaleza (…) No es materia enseñable, ni cultura al uso o de la moda, ni actividad de funcionarios o comisarios”. 
He allí su destino demoledor e inventor de otras realidades. Poesía como descubrimiento de lo que se abandona o se hospeda. Ante el ruido mediático de los cínicos mercaderes, la verdadera poesía tiene grabada en su interior los nombres de libertad y autenticidad. La poesía renueva, reactualiza el lenguaje y a la idea de vida a través de la subversión de las costumbres y de los estatismos convencionales; es en últimas, una sensibilidad a contracorriente que, en palabras de Jean Paul Sartre, expande el campo de lo posible.


*Poeta, ensayista y docente universitario colombiano