Por
Laura López Martínez
Decidí leer el último
libro de Michel Houellebecq no tanto por las polémicas que había suscitado sino
porque había leído la novela El mapa y el territorio (2010) que le mereció el
premio Goncourt. Me gustó su estilo, el humor cínico e irreverente con el que
representaba el mundo moderno. Algunos de estos elementos están presentes en Soumission: la soledad, el hastío y el vacío
frente al mundo moderno. Pero aquí están presentados de tal manera, con tan
poca originalidad, que el autor parece estar parodiándose a sí mismo.
Por otro lado,
tenemos el elemento que ha sido más controversial: la manera como se representa
a los musulmanes. Recordemos que la publicación de esta novela coincidió con
los atentados de Charlie Hebdo y el mismo Houellebecq recibió amenazas por la
manera como retrata a la comunidad musulmana. El argumento central de la novela
es que en un futuro no muy distante (2022), el partido musulmán llega al poder
en Francia. Para algunos, esto la convierte automáticamente en una obra
visionaria, puesto que se basa en miedos y problemas muy reales, que existen en
Francia hoy en día. En los últimos años, han aumentado las tensiones entre los
movimientos nacionalistas y algunos sectores de la población musulmana. Por
otro lado, los actos antisemitas son cada vez más frecuentes y han llevado a
que aumente la cantidad de judíos franceses que deciden emigrar a Israel. Después
de Charlie Hebdo, por ejemplo, tuvo lugar la toma de rehenes en un supermercado
kosher del este de Paris. En la
novela tenemos ecos de todos estos acontecimientos y problemas. Así pues,
debería causar inquietud en el lector.
Sin embargo, este
libro no produce la sensación de miedo o incertidumbre que se tiene al leer
novelas como 1984 de Orwell. Emmanuel Carrère hizo un paralelo entre la obra de
Houellebecq y las de Aldous Huxley y Orwell. Incluso, llegó a afirmar que, como
novelista, Houellebecq es mejor que ellos. Dejando de lado esta afirmación algo
controversial centrémonos en el aspecto distópico de este libro. Por “sociedad
distópica” se entiende el contrario de utópico, es una sociedad considerada
indeseable. La novela de Orwell fue escrita después de la segunda guerra
mundial y estuvo inspirada por los regímenes fascistas en Italia y Alemania. Le
suma un invento reciente (la televisión) para crear una dictadura en
Inglaterra. Una dictadura donde el gobierno controla la información, donde la
libertad de la gente es suprimida incluso en los sueños y el “Gran hermano”
siempre te está vigilando. Orwell crea entonces un mundo angustiante y
claustrofóbico que produce miedo a sus lectores con un simple mensaje: podemos
perder nuestra libertad en cualquier momento.
En Soumission es un caso distinto. Es
cierto que el futuro que nos presenta la novela está lejos de ser ideal;
algunas libertades se ven restringidas pero, en general, la gente puede seguir
con su vida privada y con sus decisiones. De igual manera, el efecto (miedo) es
menos logrado en la obra de Houellebecq. En 1984,
el protagonista, Winston Smith, comienza a cuestionar el régimen totalitario, a
enfrentarse a él. Además el mayor acto de rebeldía es una historia de amor. En Soumission tenemos, por el contrario, un
protagonista que es indiferente a los eventos a su alrededor, aún si hay unos
pocos momentos de miedo o inquietud, termina haciendo parte del nuevo régimen
por conveniencia. Es un personaje más que inmoral, amoral. Lo que se hace notorio en las relaciones que
establece con las mujeres.
Casi todas las
mujeres que aparecen en la novela están limitadas a ser amas de casa o, en
ciertos casos, meros objetos de deseo. No se explica qué opinan ellas de los
cambios, a pesar de que son las principales afectadas por el nuevo orden. Se
las aparta del trabajo y la educación y quedan relegadas a ser objetos que
refuerzan el estatus masculino. En entrevistas, Houellebecq ha afirmado que
buscó retratar distintos puntos de vista pero esto no se ve en relación con las
mujeres. Las pocas voces femeninas que hay no pasan de ser caricaturas,
estereotipos. Puede que al hacer de su personaje un ser amoral y no adoptar una
posición crítica clara frente a lo que narra el autor buscara resaltar la
ambigüedad moral de la novela o retratar la apatía del mundo moderno (como lo
han mencionado varios artículos). Es posible, pero desde mi punto de vista esto
es lo que le resta fuerza a la novela: no hay voces disidentes o personajes que
me hicieran sentir empatía. Terminé de leerla esperando que pasara algo, algún
acto de rebeldía por pequeño que fuera o una verdadera crítica al sistema pero
no sucedió.
En conclusión opino
que la idea de esta obra es original e incluso tiene pasajes muy bien narrados.
También creo que la novela propone un panorama interesante para entender las
tensiones actuales en Francia y en otros países de Europa y en especial en los
problemas planteados por la libertad de expresión. Pero si quieren leer una
excelente novela distópica acerca de religión y totalitarismo, recomiendo Margaret Atwood The Handmaid’s tale.