Nereo
López: “Serie Cuzco”, 1960
El
instrumento de la luz
Por Gonzalo Márquez Cristo
Con-Fabulación
rinde homenaje a uno de los más grandes fotógrafos colombianos de todos los
tiempos, el cartagenero Nereo López
(1920-2015), testigo de excepción de nuestro desgarrado y exuberante territorio, conocedor
como pocos del canto gris de la luz, ojo insomne de las turbulentas noches orquestadas
por Obregón en la legendaria Cueva de Barranquilla, pionero del erotismo
fotográfico en nuestro provinciano país y, según sus palabras: “Deseólatra,
alcohólatra y viajero de engañoso destino”.
Nereo López
es autor de varias obras que compilan su trabajo como: El libro de los oficios
infantiles, Los que esperan, Punto silencio, Selva grita y Un contador de historias; y en
1954 fungió como Director de Fotografía de la mítica película La langosta azul, extraño film que contó
con la dirección colegiada de Luis Vicens, Álvaro Cepeda, Enrique Grau y Gabriel García
Márquez; quienes perseguían en el trópico las huellas dejadas por El perro andaluz.
Reportero gráfico de gran reconocimiento, inició su
prolífica carrera en El Espectador en 1952, fue corresponsal del diario El Tiempo
y jefe de fotógrafos de la revista Cromos durante 1957. Fundador de la agencia Noticia
Gráfica y, en palabras de la crítica, una de las tres brújulas de la fotografía
contemporánea colombiana, junto a Hernán Díaz y Leo Matiz.
Este
nómada irredimible, a sus 84 años decidió exilarse en Nueva York, vertiginosa y
amada ciudad donde aún reside, fiel a su argumento de que allí existen más de un
centenar de galerías especializadas en fotografía y porque debido a una pensión
otorgada por el imperio: “Este viajero descarriado, a sus 93 años, puede decir al
fin con vanidad que es un fotógrafo
aficionado”, libertina profesión que había perseguido durante siete décadas.
Nereo
López: “Punto silencio”, Praga
La semana
anterior, encontrándose de paso por Bogotá, Nereo me hizo una llamada
intempestiva proponiendo una cita a la que acudí sin dilación, y mientras
mirábamos un torrencial aguacero por una gigantesca ventana y comíamos unos
duces que la tradición ha dado en llamar doctamente “arrancamuelas”, afirmó con
extraña seriedad: “Jamás defiendo una de mis fotografías, ellas se deben
defender por sí solas, como el amor…”
Luego sacó
su temeraria cámara, que lo ha convertido en uno de nuestros más prestigiosos
retratistas, y mientras me acomodaba como un títere en cuanto rincón encontraba
de su apartamento de la Avenida Jiménez, afirmó con voz insondable: “Recuerda
poeta, que si la foto sale mal es siempre por culpa del modelo. El modelo es
quien debe encontrar su identidad, yo apenas soy un instrumento de la luz”.
Actualmente,
en Manhattan, mientras prepara una serie de libros entre los que se encuentra NereoErótica, el compendio esperado
durante décadas por las ninfas y sátiros que admiramos su ardiente trabajo, se
ha convertido en un cibernauta que desconoce el sosiego y continúa febrilmente
rindiendo culto a su singular mirada; por eso hoy después de recibir estas
magníficas fotografías enviadas a las 4 de la mañana, cedidas exclusivamente
para nuestro Periódico Virtual, recuerdo su curiosa confidencia, alusiva a su
operación de cataratas realizada recientemente en los Estados Unidos: “Por el
ojo operado veo doble; pero no es tan grave… pues para eso me preparé desde
joven con Obregón, en nuestras interminables noches de bohemia. Por lo demás eso
no siempre es un problema: como cuando se tiene al frente a Nicole Kidman, o a
una anónima belleza tropical…”